"Sean hombres y mujeres con pasiones y sueños, sueñen que el mundo se puede cambiar"
"Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro"
(Jesús Bastante).- Y los pobres tomaron el Vaticano. E impusieron las manos al Papa, bendiciéndole, rezando por él. Sujetando sus ropas, dándole un impulso. Francisco, con los ojos cerrados, al borde del llanto, oraba con ellos, con los más pobres, con los excluidos. Doce apóstoles de la pobreza y la exclusión, que rezaban por el Papa. Un momento absolutamente conmovedor. Sin duda, uno de los momentos de este Jubileo de la Misericordia y, tal vez, de este pontificado.
El Papa recibe a más de seis mil personas sin hogar, los últimos de los últimos, los excluidos, en la sala Pablo VI. Lo hace como si fueran reyes, pues no hay nadie más grande para Cristo que los más pequeños, los olvidados de un sistema basado en el descarte y el abandono. Y les pidió perdón por todas aquellas veces en las que los que nos decimos cristianos hemos pasado de largo. "Enséñennos", imploró el Papa. "Sean hombres y mujeres con pasiones y sueños", les pidió.
"Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres", fueron las primeras declaraciones de Bergoglio como Papa, hace ahora más de tres años. Esta mañana, la Iglesia se hizo presente entre los más abandonados. Y lo hizo con una sonrisa, con las manos abiertas, dejándose besar y abrazar, mirando a los ojos a aquellos que son el objeto de su ministerio, de su predicación.
El cardenal Barbarin recordó ese deseo del Papa por una Iglesia pobre. "los pobres saben que están en su casa, que son nuestro tesoro". "Lo que caracteriza a los testigos de Jesús es que están siempre cerca de los pobres", destacó el purpurado. Por su parte, el responsable de "Fratello", la organización convocante, pidió al Papa que organizara las "Jornadas Mundiales de los Pobres", una idea fantástica, por otro lado.
Posteriormente, varios testimonios de personas sin hogar. El primero, Cristian, un francés, que vivió muchos años en la calle, enfermo de esquizofrenia. Entretanto, el Papa tomaba notas, y escuchaba atentamente. "Dios no es un engaño, es algo real", señaló aquel hombre, que rompió a llorar al abrazarse con el Papa, también emocionado.
El segundo, un polaco, Robert, relató cómo "la fe puede hacer milagros", y su experiencia tras tocar fondo gracias a la ayuda de los camilianos. "La vida ha vuelto a ser bella. Sabemos que tú, Francisco, estás con nosotros con el corazón".
En castellano, el Papa improvisó. "Gracias a Cristian y Roberto. Gracias por encontrarse, por encontrarme, por rezar conmigo". "Que sus manos sobre mi cabeza me den fuerza para seguir con mi misión en la oración de la imposición de las manos. Muchas gracias", apuntó.
"Fui tomando nota de algunas palabras, y también de los gestos", admitió el Papa, que habló íntegramente en castellano, sin papeles, mirando y dejándose mirar. "Una cosa que Roberto decía que como seres humanos, no nos diferenciamos de los grandes del mundo. Tenemos nuestras pasiones y nuestros sueños, que tratamos de llevar adelante con pequeños pasos. La pasión y el sueño, dos palabras que pueden ayudarnos", arrancó el Papa.
"La pasión que a veces nos hace sufrir, nos pone trabas internas, externas. La pasión de la enfermedad, pero también al apasionamiento por salir adelante, la buena pasión.Y esa buena pasión nos lleva a soñar", exclamó el padre Jorge, quien confesó que "a mí, un hombre o una mujer muy pobre, pero de una pobreza distinta a la de ustedes, es cuando ese hombre o esa mujer pierde la capacidad de soñar, de llevar una pasión adelante. No dejen de soñar. El sueño de un pobre, de uno que no tiene techo, ¿cómo será? No sé... pero sueñen. Y sueñen que un día podían venir a Roma, y el sueño se realizó".
Sueñen que el mundo se puede cambiar, y esa es una siembra que nace del corazón de ustedes", subrayó el Pontífice, quien incidió en que "sólo aquel que siente que le falta algo mira arriba y sueña. El que tiene todo no puede soñar. La gente, los sencillos, seguían a Jesús porque soñaban que él los iba a curar, los iba a liberar, les iba a hacer bien. Y él les liberaba".
"Sean hombres y mujeres con pasiones y sueños", pidió el Papa a los sin techo de la Pablo VI. "Enséñennos a todos los que tenemos techo, que no nos falta la comida o la medicina. Enséñennos a no estar satisfechos. Con sus sueños, enséñennos a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio".
Junto a los sueños, otra palabra, la dignidad. "Dignidad, esa es la palabra. Esa capacidad de encontrar belleza aún en las cosas más tristes y sufridas, solamente lo pueden hacer un hombre o una mujer que tienen dignidad. Pobre sí, arrastrado no. Eso es dignidad. La misma dignidad que tuvo Jesús, que nació pobre, que vivió pobre, la misma dignidad que tiene el evangelio, que tiene un hombre y una mujer que vive de su trabajo".
"Pobre sí, dominado no, explotado no", clamó Bergoglio. "Yo sé que muchas veces ustedes se habrán encontrado con gente que quiso explotarlos en vuestra pobreza, que quiso usufructurar de ella. Pero sé también que este sentimiento de ver que la vida es bella, este sentimiento, esta dignidad los ha salvado de ser esclavos. Pobres sí, esclavos no. La pobreza está en el corazón del Evangelio para ser vivida. La esclavitud no está para ser vivida en el Evangelio, sino para ser liberada".
"La vida muchas veces se hace muy difícil", reconoció. "Siempre vamos a encontrar más pobres que nosotros, y eso también lo da la dignidad. Saber ser solidario, saber ayudarse, saber dar la mano a quien está sufriendo más que yo. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos que nos da la pobreza. Cuando hay mucha riqueza, uno se olvida de ser solidario, porque está acostumbrado a que no le falte nada. Cuando la pobreza te lleva a sufrir, te hace solidario y tender la mano al que está pasando una situación más difícil Gracias por ese ejemplo que ustedes dan. Enséñennos".
"Enseñen solidaridad al mundo", pidió al Papa, volviendo al testimonio de Cristian y a su petición por la paz. "Él me hizo un llamado, a mí, me dijo: 'Tú que conoces los problemas de la paz en el mundo, continúa tu trabajo en favor de la paz'. La pobreza más grande es la guerra. La pobreza que destruye. Y escuchar esto de los labios de un hombre que ha sufrido pobreza material, pobreza de salud... Es un llamado a trabajar por la paz. La paz que para nosotros los cristianos empezó en un establo de una familia marginada. La paz que Dios quiere para cada uno de sus hijos. Y ustedes, desde vuestra pobreza, desde vuestra situación, pueden ser artífices de paz".
Porque, continuó Francisco, "las guerras se hacen entre ricos, para tener más, para poseer más territorio, más poder, más dinero. Es muy triste cuando la guerra llega a hacerse entre los pobres, porque es una cosa rara. Los pobres son, desde su misma pobreza, más proclives a ser artesanos de la paz. Hagan paz, creen paz, den ejemplo de paz".
"Necesitamos paz en el mundo. Necesitamos paz en la Iglesia. Todas las iglesias necesitan paz, todas las religiones necesitan crecer en la paz, porque todas las religiones son mensajeras de paz. Ayuden, cada uno de ustedes en us propia religión. Esa paz que viene desde el sufrimiento del corazón, buscando esa armonía que te da la dignidad".
"Yo les agradezco que hayan venido a visitarme", parecía culminar el Papa. "Agradezco los testimonios y les pido perdón si alguna vez los ofendí con mi palabra, o por no haber dicho las palabras que debía decir. Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro. Les pido perdón todas las veces que los cristianos, delante de una persona pobre o de una situación pobre, miramos para otro lado. Perdón".
"El perdón de ustedes hacia hombres y mujeres de Iglesia que no los quisieron mirar es agua bendita para nosotros. Es limpieza para nosotros. Es ayudarnos a volver a creer que en el corazón del Evangelio está la pobreza como gran mensaje, y que nosotros, los católicos, los cristianos, todos, tenemos que formar una Iglesia pobre para los pobres. Y que todo hombre o mujer, de cualquier religión, tiene que ver en cada pobre el mensaje de Dios que se acerca y se hace pobre para acompañarnos en la vida", finalizó. "Que dios los bendiga a cada uno de ustedes".
Y, al término de sus palabras, se levantó para pronunciar la siguiente oración:
"Dios padre de todos nosotros, de cada uno de tus hijos, Te pido que nos des fortaleza, que nos des alegría, que nos enseñes a soñar, para mirar adelante, que nos enseñes a ser solidarios porque somos hermanos. Y que nos ayudes a defender nuestra dignidad. Tú eres el Padre de cada uno de nosotros. Bendícenos, Padre"
Antes de quedarse en silencio y ver cómo los hijos de Dios, los reyes de la Iglesia, los preferidos del Evangelio, le tocaban la ropa blanca, le imponían las manos y bendecían su misión. La de un hombre (sólo un hombre, ni más ni menos que un hombre) que, como el santo de Asís, como el propio Jesucristo, quiere hacer de esta Iglesia una Iglesia pobre y para los pobres.
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