La palabra infoxicación habla por sí misma: exceso informativo que provoca saturación, y en consecuencia desinformación. Quizá en la época smarth nadie está exento de este peligro. En cualquier lugar asaltan mensajes, noticias, comunicados, titurales… Sin lugar a dudas los más jóvenes no quedan al margen de esta cuestión. Antes al contrario, debemos pensar que su móvil es la fuente principal de información para muchos asuntos, tanto sociales y de actualidad, como personales y relacionales. La infoxicación es una cuestión muy actual, poco o mal abordada.
En el caso de los más jóvenes, sin embargo, no debemos dar por supuesto, y cada vez menos, que el hecho de disponer de un móvil o estar en una red social supone que están informados. De hecho, no entra dentro de sus usos ni preocupaciones primarias. Antes al contrario, se da de forma puntual y marginal. Según ellos mismos reconocen.
Respecto a esta cuestión, cabe plantearse otras muchas cuestiones:
- El exceso informativo o infoxicación es muy real y general. Lo damos por supuesto. Es punto de partida o condición que hace necesario un planteamiento educativo y social mayor. Abordarlo hace imprescindible recuperar palabras y actitudes de pensamiento crítico, capacidad para filtrar y distinguir.
- Sobre la calidad y relevancia de las noticias que provocan exceso. Una cuestión que agrava el asunto es que el exceso, además, no es de lo fundamental y nuclear sino de “lo que salta” en el momento. Sin continuidad, sin seguimiento, sin auténtica profundidad. Leen lo que tienen delante, con titulares cada vez más llamativos que buscan captar su atención. Porque leer una noticia es hoy un negocio. Y dentro de esta lógica, ¿no corremos el peligro de rebajar la noticia titular para que llegue a más gente, en lugar de que la información sea despertar una visión más global y compleja del mundo?
- Un meme no es información, una imagen tampoco, un vídeo tampoco. La información no deberíamos considerarla como la “comunicación”, sino como aquello que queda después de tener noticia de algo. La superficialidad no conduce a ningún tipo de información, sino a lo contrario, a creer que se sabe sin saber realmente de nada.
- Rebajar el consumismo informativo. De la mano de la infoxicación viene el consumismo en una de sus variantes. O al revés. Sea como sea, van juntos y unidos. Atracones informativos sobre una cuestión concreta y particular, que además se repite una y otra vez casi de forma indefinida, sin masticar, sin disfrutar, sin selección alguna.
- Situar bien la información en el panorama social. Las redes sociales convierten en viral acontecimientos de peso y bromas de distinto gusto. Las reglas de la comunidad digital funcional (casi) de igual modo para unas cuestiones y otras. La mezcla no ayuda. Se convierte en una pelea y lucha. ¿Deben ser las redes sociales la fuente principal de información, o debemos enseñar a buscar en otros lugares más especializados?
- No darle alas a la infoxicación. Ser conscientes que, de algún modo, este fenómeno es responsabilidad de todos, del continuo intercambio en el que los mismos usuarios participamos “bombardeando” con muchos intereses al resto de personas. Los jóvenes, cuando llega la ola, también se suben a ella fácilmente.
- ¿Informarse es un uso específico? Creo que sí, luego no valen las formas y maneras de siempre. Dicho de otro modo, si el uso primordial que hacen de internet no tiene por objetivo esto, deben aprenderlo sin que demos por supuesto que saben cómo hacerlo.
- ¿Cómo responder al cansancio informativo? Mucho me temo que la infoxicación, en un tiempo global, derive en la indiferencia de la mayoría. Si no estamos ya en ello. Me explico: que lleguen noticias y comience a dar igual de qué se hable, cuándo o cómo, suponga lo que suponga. Llegada a la indiferencia, poco quedará por reconstruir. Una forma más de nihilismo barato que todo parece contaminarlo.
entreParéntesis
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