Muere el expresidente cubano a la edad de 90 años de edad
Texto escrito el 21 de septiembre de 2015 durante la visita del Papa a Cuba
(José M. Vidal).- Hay curiosidad, admiración y respeto en sus miradas. Dos líderes, frente a frente. Fidel Castro, con sus 89 años a cuestas y retirado de la vida pública, pero siempre consciente de ser un icono mundial. Y Francisco, el Papa de la misericordia, pero también el nuevo líder global, idolatrado por las masas de todo el mundo. El Pontífice que, en menos de dos años, cambió el rostro de la Iglesia, puso en marcha la primavera vaticana y se convirtió en un icono de esperanza para los "descartados".
Dos personas sabias y cargadas de la experiencia vital que dan los años vividos. Seguro que ambos tenían ganas de verse, saludarse y hablarse. Fidel estaría deseando conocer al Papa argentino, al primer Papa latinoamericano, al Papa que está sacando los colores al capitalismo salvaje y que quiere inaugurar una nueva era para la "casa común" basada en la misericordia y en la paz samaritana.
Bergoglio también estaría deseando ver a Fidel, el icono, el comandante, el líder máximo e incombustible, el jefe durante décadas del único país comunista del mundo que no persiguió a la Iglesia católica. El Fidel que estudió con sus hermanos jesuitas en La Habana. Quizás, por eso, los regalos que se intercambiaron apuntaron a esas coordenadas.
Fidel le regaló al Papa el libro del dominico Frei Betto, titulado Fidel y la religión, todo un clásico, para explicar la especial religiosidad del líder cubano, una especie de ateo devoto. Y el Papa le correspondió con libros de Armando Llorente, el jesuita fallecido que fue profesor y mentor de Fidel Castro en el Colegio de Belén de La Habana en la década de 1940. Sin que faltase su última encíclica, 'Laudato Si', sobre la ecología integral.
Dos personajes planetarios, uno en su ocaso y otro en su apogeo. Dos iconos de sendas revoluciones. La de Fidel, un intento de socialismo basado en la igualdad con mermas evidentes de libertad, en retirada. La de Francisco, basada en la igualdad de la misericordia, que podría imponerse en la 'aldea global'.
Dos hombres de empuje y de carácter. Uno marcó su tierra y extendió incluso su influencia sobre todo por Latinoamérica. El otro, está llegando al corazón de las masas de todo el mundo, con sus gestos y con su discurso basado en la "ternura de Dios" y en la denuncia de las injusticias que provoca un "sistema inicuo". Los dos y, lógicamente cada cual a su manera, lucharon por la dignidad de la persona humana, por los descartados, por los abandonados en las cuentas de la vida, por los parias de la humanidad.
Dos hombres que optaron por abrir caminos, asumiendo el riesgo de equivocarse.
Era la foto esperada. Será la foto o una de las fotos de la visita del Papa a Cuba que permanezca en el tiempo y pase a la Historia. Dos luchadores frente a frente. Dos hombres que optaron por abrir caminos, asumiendo el riesgo de equivocarse. Porque, como dice Francisco, "prefiero una Iglesia accidentada que parada" o "prefiero pedir perdón que permiso".
Lo de menos es ya de lo que hablaron. Dicen que del medio ambiente. Lo importante fueron las miradas y los sobreentendidos. ¡Quién le iba a decir al viejo comandante que iba a saludar a un Papa de la misma tierra que su amado Che Guevara, que, si hoy viviera, tendría 87 años, y se sentiría feliz con su paisano!
Una foto que resume, pues, casi un siglo de historia latinoamericana.
Y quizás el Papa pensase, como muchos latinoamericanos, que la "revolución cubana", a pesar de sus muchos defectos y errores, fue un ejemplo de resistencia y, en cierto, sentido, una opción preferencial por el pueblo, por los más humildes. Al estilo de la Teología de la Liberación o de la Teología del Pueblo, que es la que siempre siguió Francisco.
Una foto que resume, pues, casi un siglo de historia latinoamericana. Con un comandante, que ya no viste el traje verde-oliva, sino el chandal azul, con la marca Adidas, una de las grandes multinacionales capitalistas. Y con un Papa, llegado del fin del mundo argentino, que ha encendido la llama de la revolución de la misericordia en la Iglesia y en el mundo. Ángel y demonio, dirán algunos. Dos grandes líderes, dirán otros.
RD
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