Sunday, November 25, 2012

Comentario del Evangelio por Javier Leoz: Solemnidad de Cristo Rey



SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Por Javier Leoz

1.- Hoy, con esta conmemoración, coronamos el Año Litúrgico. Todo lo que ha acontecido en nuestras iglesias, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestra vida personal (cristianamente hablando) ¿Lo hemos centrado en Jesús? Si es así, este día, no resulta difícil entender, celebrar, ni asimilar. Si, el Año Litúrgico es un inmenso arco que hemos recorrido (adviento, navidad, cuaresma, pascua y la cadencia semanal) Jesús es la piedra angular: la clave que sostiene todo.

-El Reino que Jesús nos propone no conoce fronteras. La creación es un racimo de hermanos en el que estamos llamados a entendernos y a promover la justicia.

-El Reino que Jesús tiene no son grandes hectáreas o palacios espléndidamente decorados con cortinajes y oropeles.

-Su Reino, por el contrario, pretende llegarse y adentrarse en nuestro corazón. Es, en el corazón, donde Dios quiere reinar de verdad. Es en el corazón del hombre, donde Dios, encuentra más resistencias para pasearse y regir sin encontrarse obstáculos.

Preguntemos, como Pilatos, a Jesús: ¿Tú eres rey, Señor? Tal vez, El, nos contestará: depende de lo que entiendas por “rey”. ¡Es un rey tan atípico! ¡Es un reinado tan original! ¡Es un reino tan idílico!


2.- Nosotros, mal que nos pese, no somos el centro de las miradas del mundo ni, por supuesto, el eje alrededor del que gira todo lo demás. Luego viene lo que viene y pasa lo que pasa: el tinglado que nos habíamos montado (la sociedad del bienestar) se nos viene abajo; los vasallos que pensábamos tener a nuestro servicio (los amigos) nos dan la espalda y nos quedamos con lo que en realidad somos: simple pretensión de ser y de aparentar lo que nunca fuimos.

El Reino del Señor es muy distinto al de aquellos que nos proponen cualquier guion o cualquier otro que haya existido en la historia:

- Su tesoro es el amor
- Sus armas son el servicio
- Su corona es la verdad
- Su trono es una cruz
- Su castillo es la vida interior
- Su pregón es Dios amor
- Su ejercito es el testimonio de aquellos que seguimos esperando y creyendo en Él


3.- Hemos caminado, de la mano de Jesús, durante estos meses. Hemos compartido, en el altar, la Eucaristía. Su amor inmenso en el calvario. Sus horas de gloria en la mañana de Resurrección. Hemos asistido emocionados a encuentros y desencuentros con los escribas y con los fariseos. Hemos visto como, Jesús, es un Dios que salva al hombre y sana a enfermos, ciegos, cojos, lisiados y que es capaz de ofrecer alimento allá donde exista la escasez. ¡Cómo no va a ser, siendo así, Rey del Universo! ¿Dónde hemos visto a alguien que, como Jesús, se desviva hasta exprimir su sangre en la cruz? ¿En quién hemos visto, sino en Jesús, un interés por el pobre hasta defenderlo y ponerlo en el lugar que le corresponde? ¿Dónde encontrar a otro, que no sea Jesús, apostando por el hombre, animándole a seguir adelante y a levantarse tras los tropiezos de cada día?

¡Sí! ¡Tú, Señor, eres Rey! Un rey extraño y que, constantemente se está desprendiendo de las riquezas que, tus vasallos ponemos con variados intereses a tus pies. ¿Será, Señor, que te queremos sentado y no caminando? ¿Será, Señor, que te soñamos coronado y no sirviendo? ¿Será, Señor, que te preferimos en un palacio y no mezclado con los sinsabores, luchas y retos que nos plantea el mundo?

¡Gracias, Señor! Después de estos domingos. Después de haber escuchado tu Palabra. De haber entrado en comunión contigo, por la oración, no podemos menos que exclamar que Tú eres el Rey que nos salva; la fuente que nos da vida; la luz que nos ilumina; la mano que nos conduce; el poder que nos hace falta.


4.- En el mundo, en el arte, en la cultura, en la música parece escucharse, hoy más que nunca, ¡no queremos que Jesús reine sobre nosotros! Estorban imágenes sagradas en lugares públicos (y por cierto, desgraciadamente en alguna catedral de España también); la inspiración de las canciones no es precisamente la persona de Jesús; la arquitectura y la ornamentación navideña, por ejemplo, se ha sustituido por otros motivos que, de cuando en vez, congenian con la zafiedad.

¡Qué razón tenía Jesús! ¡Mi Reino no es de este mundo! ¡Ni falta que hace, Señor! Entre otras cosas porque, los hombres, tenemos una capacidad extraordinaria para destruir lo bueno, lo santo o las raíces de un árbol (como el cristianismo) que ha sido la vena y fuente de inspiración de poetas, artistas, labriegos, sacerdotes, arquitectos o de pintores, hasta no hace mucho tiempo.

Que este Año Santo de la Fe que estamos celebrando contribuya a colocar a Cristo, de nuevo, en el lugar que le corresponde: en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestro pensamiento y…..por nuestras obras y palabras allá donde nos encontremos.


5.- EN EL AÑO DE LA FE
Prometo ante Ti, Jesús mi Rey,
que deseo firmemente seas las ruedas de mi caminar y de mi ser.
Que, frente a otros dioses que intentan colarse en mi vida,
no pretendo otra cosa sino que, Tú mi Rey, seas mi centro.
¿Me ayudarás, Señor, a conocerte?
¡Tengo tanto miedo a que llegues y no te reconozca!
¡Tengo tanto temor a decir que “creo en Ti” y no saber nada sobre Ti!
En este Año de la Fe, oh Señor y mi Rey,
haz que comprenda que tu eres la cabeza de mi existencia
que, sin Ti, la caridad se queda a medio camino
y, mi corazón, abierto de vez en cuando.
Haz que, al acercarme a la fuente de tu Palabra,
el castillo de mis entrañas se haga más fuerte y verdadero
más limpio y puro, más cristalino, profundo, auténtico y cristiano.
Que, ningún otro rey, frente a Ti –gran Rey-
tenga mejor posada que la que Tú mereces
Que, ningún otro rey, antes que Tú –gran Rey-
merezca adoración alguna.

En el Año de la Fe
me consagro a Ti, oh mi Rey, como vasallo de tu Reino:
ayúdame a trabajar por él y a construirlo con tu Espíritu
Enséñame a escuchar y valorar las Escrituras de tu reinado
Inspírame acierto en mis decisiones y proyectos
para que, cuando llegues –gran Rey-
me encuentres en la azotea de tu castillo:
vigilante y atento, despierto y con fe
sin sueño, espabilado, ardiente y con esperanza.
Que cuando regreses, oh –mi gran Rey-
puedas decir de mí:
¡He aquí a un siervo bien dispuesto!
Amén

Betania

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