DANIEL 12, 1-3
En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
HEBREOS 10, 11-18
Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados. El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.
LA SEGUNDA LECTURA: ALTERNATIVA
Si se pretende que la segunda lectura acompañe también al mensaje de las otras dos, podría ser oportuno este fragmento de la Carta a los Romanos 8,14 23 :
Todos los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; sino un espíritu de hijos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.
Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida al fracaso, no de grado, sino por imposición, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.
Este magnífico texto es un ejemplo de otro tipo de escatología, enteramente ajeno al desastre, a las especulaciones ingenuas sobre el derrumbamiento de las estrellas y especulaciones semejantes. Pablo está introduciendo otra imagen: la del parto, imagen excelente, porque es evidentemente parabólica y no tiene peligro de ser confundida con una realidad.
La parábola del parto, semejante a la del pollito a punto de romper la cáscara del huevo y salir a la vida o la mariposa que rompe su capullo y lo abandona para echarse a volar. Lo mejor de estas imágenes es sin duda que dentro del vientre materno o del huevo, la criatura no puede ni imaginar lo que le espera fuera, y puede sentir temor ante un futuro desconocido y por tanto temible.
La criatura encerrada puede pensar que la única realidad es la que está viviendo, pero eso es sólo ignorancia: lo mejor, la vida verdadera, está por venir; y es sorprendentemente más rica y mejor que la vida encerrada e incompleta que tienen.
Es éste un mensaje poco utilizado e incluyo soslayado por nuestra predicación y nuestra religiosidad personal: enfrentarnos al "final", a la muerte, con temor o con deseo. Se teme un mal inevitable; pero cuando se espera un bien prometido, se desea que llegue, incluso que llegue cuanto antes.
Es notable la coincidencia de muchos santos en este sentimiento. Pablo, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, puestos a pensar qué es mejor, vivir o morir, no lo dudan: es mejor morir, pero es necesario servir aquí y ser útiles a los hermanos.
Para mí, la vida es Cristo, y morir es ganancia.... no sé qué escoger, las dos cosas tiran de mí. Mi deseo es morir para estar con Cristo, y eso es mucho mejor, pero para vosotros es más necesario que siga viviendo... Filipenses 1,22
Es también un tema característico en Francisco de Javier, en dos aspectos: el primero, la añoranza de la verdadera vida, como muestra en carta desde Malaca, en Junio de 1549, al zarpar para Japón:
"Pues esta no es vida, sino una continuada muerte y destierro de la gloria para la cual somos criados"
La segunda, la falta de temor a la muerte como característica de los que creen en Jesús:
"Por el desprecio de la muerte nos mostramos superiores a esta gente soberbia .... y por este desprecio de la vida que nos inspira nuestra doctrina podrán juzgar qué es Dios"
Me parece que la cultura actual intenta marginar toda mención al sufrimiento y a la muerte. La muerte es la contradicción y el fracaso de todos sus valores. Creo que haríamos un gran servicio a nuestros hermanos sabiendo morir, mostrando la fe en Dios, Padre Poderoso, mostrando que morir es, como fue para Jesús, entregarse en sus manos, en muy buenas manos.
T E M A S Y C O N T E X T O S
EL GÉNERO ESCATOLÓGICO.
Este género literario es muy especial, y necesita ser bien interpretado. Se llama "escatológico" a lo que hace referencia al fin, al fin de los tiempos, o del individuo... a "la consumación". Naturalmente no se puede tratar este tema de forma descriptiva: nadie lo ha visto. Se trata por tanto en forma de "visiones", de "anuncios proféticos".
Pero el contenido no son sucesos, sino ideas. Esto es lo que veces no se interpreta bien, y lleva a conclusiones muy desgraciadas. Las "visiones proféticas" no quieren decir que el que escribe haya sido transportado al futuro y luego nos cuenta lo que ha visto. Quieren decir que el que escribe crea imágenes para expresar lo que su fe le dice acerca del futuro.
Esto es muy normal en la literatura hebrea. Las imágenes, por tanto son el envoltorio del mensaje, no el mensaje. De esta manera podemos leer el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, y el Apocalipsis, en el Nuevo. El género escatológico suele ser "catastrofista". Narra el fin de los tiempos como una gran catástrofe cósmica. Las estrellas "caen del cielo"....
Está claro lo que sabían de astronomía los que lo escribieron.... Está claro que es una imagen, y que el catastrofismo es algo cultural, no precisamente un contenido de fe revelada. En sentido opuesto, el Apocalipsis muestra el final de los tiempos como "la victoria de nuestro Dios", extiende el número de los "salvados" a multitudes innumerables de todas las razas y lugares e imagina el final como la llegada a la "Ciudad Santa", en la que ya no hay dolor ni oscuridad.
José Enrique Galarreta
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