FRANCISCO RAFAEL DE PASCUAL, monje cisterciense (Abadía de Viaceli), revcistercium@planalfa.es
CÓBRECES (CANTABRIA).
26/11/12.- Un niño del colegio me chafó mi creencia en los Tres Mosqueteros; una niña de la catequesis me hundió en la increencia literaria porque me dijo que lo de Alicia era solo un cuento. Y un profesor atolondrado nos espetó en clase que Ulises era un “mito”
Llegado a mayor, y dispuesto a no dejarme engañar más, recuperé la memoria y, haciendo un examen (a mí mismo) me decidí por rememorar los tiempos excelentes de lectura de mi infancia, recoloqué y limpié mis libros de relatos, los tebeos y hasta los pósters. No podía perder ese patrimonio, porque en ello estaba mucha vida mía, muchas horas de goce y disfrute de vidas magníficas, de ideas brillantes y de valores imperecederos vividos y defendidos por sus protagonistas.
En ese tarea reorganizadora apareció una “Historia Sagrada” (de tapas azules con un dibujo en blando de Abraham). En ese libro, de capítulos cortos, conocí a los protagonistas de historias que hablaban del mal y el bien, la fidelidad y la inconstancia, de la amistad y del egoísmo, de la ternura y de la envidia, de la poesía y la oración, de la desesperación y la esperanza. Así que, también lo salvé.
De mayor he aprendido que muchos de esos personajes son “de ficción”, que solo sirven para soporte de una verdad experiencial que se quiere transmitir, a fin de ayudar a otros a ser mejores.
Tras pensar un poco he concluido que los mejores relatos de la historia de la literatura, que la mayor parte de los cuadros y pinturas que se ven en las enciclopedias de arte, que un montón de películas y otro montón de producciones extraordinarias de la humanidad, están inspirados y hablan de esos relatos y de sus personajes “de ficción”.
Con esos relatos, con esos personajes y con esos cuadros y películas millones de personas se han embobado, se han enternecido, se han decidido a llevar una vida mejor, han enseñado a otros de palabra y con un regalo (antes a los niños se les regalaba mayormente libros de relatos) que hay valores que merece la pena transmitir, si queremos que el mundo cambie, vaya a mejor.
Me he enterado por “los medios” de que el Papa ha puesto en duda lo del buey y la mula del portal… Tengo que reconocer que me ha dolido que medios tan tochos (religiosamente hablando) como El País hayan destacado solo esto del libro de Benedicto XVI, porque tendrían ya que haber dicho todo lo que he dicho yo antes: que no existen los Tres Mosqueteros, que no existe “Alicia” (la del país de las maravillas), y que Ulises es una “bobada” que se inventó Homero (y que además, en la Iliada y la Odisea no se documentó debidamente, y se inventó también todo lo que pudo).
Bien. Borremos todo lo que crearon los que inventaron tanta literatura, borremos a los pintores de escenas bíblicas, liémonos a pedradas con las vidrieras de la catedral de León, sopapeemos a Benedicto XVI por su imprudencia y escandalizar a los “fieles sencillos”, impidamos que los niños lean relatos, borremos los mitos y las leyendas, liémonos a porrazos con los “nacimientos”, y, de paso, quemamos las bibliotecas, pinchamos las ruedas el ·bibliobús” (no sé si ya existen… pero en mi infancia, en un pueblo de Castilla, un grupo de chavales lo esperábamos durante horas para tratar de conseguir un ejemplar de los que he citado antes: La Iliada, La Odisea, Alicia en el País de las Maravillas. El Conde de Montecristo, La Historia Sagrada…). ¡Qué tontos fuimos… ya que nada de eso existió!
Eso se debería enseñar en las escuelas de periodismo, y así saldrán periodistas “ilustrados” (aunque posiblemente se quedarían en “chafarderos Tribulete, que en todas partes se mete…). Periodistas como Dios manda (o manda no sé quien, por no referirme a un personaje de otro “relato”), que luego mezclen churras con merinas, que no saben hacer una crónica porque ni estudian ni leen (y solo creen en “la digital” y “en el deber de informar” (según quien les mande y pague). Periodistas que hablen de videojuegos, de macrofestivales (mortales) y de “celebritíes” (que por lo visto son como los sabios aquellos que eran siete y a ellos sigue la “muchachada nui” (la que no distingue ya entre realidad y ficción y a base de ficciones malvive en la incultura y el desempleo). Y así, con esos periodistas, tendremos una prensa que solo diga lo que es “real”, que no cuente mentiras y que “no nos haga comulgar con ruedas de molino” (lo decía mi abuela y todas las abuelas del mundo mundial).
Benedicto XVI, pues, tiene que darnos explicaciones, por ser el último que habla de “inventos”, sobre qué hay detrás de eso del buey y la mula. Que lo explique de una forma clara, que no se ande con “detallitos”. Que aparte el grano de la paja de una vez por todas, que no se líe, y que deje el “relato” de la Encarnación de Jesús en su sitio. Y es que creo que mientras ese relato no se explique mejor poco vamos a adelantar. “Cuando era niño pensaba como niño… ahora que soy hombre he dado la espalda a las cosas de niño”.
La verdad de todo está ahí, en ese relato clave. Y así lo entendió otro “inventor” (el del Apocalipsis). Y por eso empezó su Evangelio poniendo las cosas en su sitio.
Eclesalia
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