Thursday, November 15, 2012

Todos en el mismo barco



JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | La Vida Religiosa se pone las pilas. No es por miedo a que los conventos se queden vacíos. Es una mirada atenta a sus orígenes y a lo que el Vaticano II les pidió: la incorporación del laicado a su tarea apostólica. Cada vez son más las instituciones religiosas en manos de laicos. No debe verse como un recurso para mantener el organismo, sino como un descubrimiento de su esencia evangelizadora.
Pese a los zarpazos procedentes de quienes buscan domeñar su manera de estar en la Iglesia, los religiosos y religiosas buscan seguir ofreciendo sus vidas entregadas al proyecto del Reino en los más diversos campos. Lo dice la Gaudium et Spes: “Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de los discípulos de Jesús. (…) La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.
Nadie puede negar, a fuerza de ser realistas, que también ellos sufren las consecuencias de una fuerte crisis que afecta al núcleo fundamental de la persona y a su entrega. Resituarse en un mundo nuevo no es tarea fácil. Dibujar lejanías y rasgar horizontes, algo propio de la esencia de la Vida Religiosa, es trabajo arduo.
Es catastrofista decir que los religiosos están mal. Ellos, pese a los vientos de adentro y de afuera, bucean en la pasión evangelizadora y buscan remar mar adentro, en la espesura de la niebla para seguir siendo significativos, como en tantos otros sectores de la familia eclesial. El esfuerzo es meritorio. No están ni mejor ni peor que otros.
Participan de las bondades de este mundo, pero también de sus debilidades. El mundo es su escenario y, si este se tambalea, no es extraño que también el suelo de la Vida Religiosa se tambalee.
En los últimos años, recogiendo una vieja tradición, remozándola y dándole su sentido original, los religiosos ofrecen a los laicos que beben de su carisma un espacio y un compromiso compartido. Son muchos los laicos que trabajan en colegios, hospitales, parroquias y actividades enmarcadas en el escenario de su entrega. Laicos que conocieron al Señor Jesús a través de la atrayente figura de los fundadores y que, siguiendo su estela eclesial, comparten la misma misión en la misma Iglesia.
Es esta una fuerza que los religiosos no deben descuidar, relegando a los laicos a una simple actividad orante y de culto, como ha venido siendo en ocasiones. La misión compartida va más allá.
Hoy, en un mundo en el que se han roto fronteras y en el que los relojes ya han dejado de marcar las horas, las parroquias no son los únicos espacios de evangelización. Hay otros muchos campos por explorar, nuevas tierras que pisar. Conocieron lo específico de su vocación cristiana a la sombra de las congregaciones religiosas, se formaron en sus líneas de trabajo y caminan poniendo en pie sus retos. Entraron a la vida apostólica de su mano y quieren seguir haciéndolo ahí.
Hay que abrir las puertas al laicado en las congregaciones religiosas para ofrecerles un espacio en el que se formen para dar razón de su fe, actuar con profesionalidad en los escenarios de la evangelización y ser “sal y luz” en su mundo.
En CONFER ha puesto los ojos en este tema. Desean reunirlos la próxima primavera para hablar del don y de la tarea. El encuentro servirá para fortalecer vínculos y avanzar en propuestas conjuntas. Un trabajo de intensa comunión eclesial con esta porción silenciosa e importante de la Iglesia.
Vida Nueva

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