Un icono es, según su definición, un símbolo que representa un concepto o una idea. Es algo que nos transporta a una realidad distinta, una representación de otra cosa. En ese sentido Fidel, para mí, es un icono. La persona, su historia, su figura se transformaron –con el paso del tiempo y de mucha sangre- en un icono. Mucho se está diciendo y analizando en estas horas, yo simplemente quisiera decir algo sobre este icono de Latinoamérica. Nada de sus logros ni de sus enemistades, nada de los porcentajes o arrebatos, de las contradicciones o sobresaltos, propios de casi 60 años de vida revolucionaria.
El icono Fidel es imagen de un sueño. Sueño de un mundo y de una sociedad –más bien comunidad, criticaría Agamben- donde nadie pisotea al otro, donde nadie vale más que otro; ni por sus riquezas ni ostentaciones, ni por sus títulos o logros, ni por sus goles o edificios. El sueño de un campesino que se indigna ante el régimen de pseudo-inquilinaje en el que seguimos viviendo. Fidel representa ese sueño –junto con muchos otros!- de una utopía que no ha desaparecido ni pasado de moda (tal vez sí de “carcasa”), de un pueblo que decide y participa, que trabaja y hace realidad –a pulso- lo que desea y espera.
El icono Fidel pertenece a un colectivo. Pues Fidel representa un país que intentó constituirse en un colectivo y no solo en un conjunto de personas viviendo bajo una bandera y entre ciertas fronteras. Un país país, así como el café café, donde el vecino es mas importante que el derecho y la solidaridad que los bonos de la Muni. Un país con consciencia colectiva donde “nadie trabaja solo para sí”. Una imagen revolucionaria y a contracorriente –salvo experiencias pequeñas y marginales en nuestro occidente individualista y neoliberal. El icono Fidel es aquí una esperanza de que la vida no tiene porqué ser así: solitaria frente a la red social, navegando en el océano sin agua de informaciones manoseadas.
El icono Fidel alude a la rebeldía. A la rebeldía y al descontento, a la afirmación de que aún hay demasiado en el mundo “que no es normal”, que no debe serlo. Ni muertes prematuras, ni guerras escondidas, ni esclavitudes contemporáneas, ni presos víctimas, ni delincuentes con los bolsillos llenos, ni deslealtades sucias, ni… ni… El icono Fidel nos llama a rebelarnos contra todo lo que nos mata y nos obliga a matar. A levantarnos juntos ante instituciones y estructuras “de pecado”; anquilosadas en el tiempo y mantenidas por personas concretas de intereses mezquinos.
El icono Fidel nutre aun la juventud despierta. El icono Fidel representa ideales, valores y algo tan escaso como ajeno que llamamos “bien común”. Que el icono Fidel siga animando a la juventud que se sueña y piensa con otros, caminando y construyendo ese mundo otro. Distinto, sin duda, al que Fidel dejó y mucho más distinto, quizás, al que tenemos por estas latitudes del sur del planeta. No es solo Fidel, sino su lucha, sus esfuerzos, su perseverancia y su talante lo que nos sigue animando. La revolución no se acaba con tu muerte, oh patriarca de la Latinoamerica del siglo XX!
Pedro Pablo Achondo ss.cc.
Reflexiones Itinerantes
SS.CC. CHILE
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