Wednesday, January 18, 2017

10 himnos que no son himnos. ¿O sí?


Un himno, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es una “composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan”. La mayoría, para qué nos vamos a engañar, tienen un carácter patriótico y militar. En este post os ofrecemos una selección de diez himnos que no son himnos, pero que sí ayudan a crear comunión.

1. “Anthem”, de Leonard Cohen

Como no podría ser de otro modo, comenzamos con una conocida canción de Leonard Cohen. Cuando falleció, en noviembre de 2016, hubo mucho eco en las redes sociales. Quizá la frase más repetida, muchas veces en forma de meme, fue la de “hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. Más exactamente, “there is a crack in everything that’s how the light gets in”. Lo que no siempre se dice, porque pasa desapercibido, es que el título de esa canción es, precisamente, Anthem, “Himno”. Es, quizá, el himno por excelencia, una composición emblemática que identifica y une a un grupo. ¿Acaso hay algo que nos identifique mejor como humanos y nos una más con las demás personas que las propias heridas, a través de las que entra la luz hasta el fondo de nuestras vidas? “Deja que suenen las campanas que aún pueden sonar/ olvida tu ofrenda perfecta / hay una grieta en todo / así es como entra la luz”.

2. “Pata pata”, de Miriam Makeba

Miriam Makeba fue una cantante surafricana, conocida como Mama Africa, que se mantuvo en activo desde los años 1950 hasta que falleció en 2008, en Italia, tas un concierto contra la mafia y el racismo. Exiliada durante décadas, fue todo un icono de la lucha contra el apartheid. Y su canción más conocida, Pata Pata, debe ser considerada como un verdadero himno. Una canción capaz de vincular, emocionar, movilizar, comprometer… y de hacerlo con alegría. “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”, que diría Emma Goldman.

3. “Himno a la alegría”, de Miguel Ríos

El himno de la Unión Europea fue adoptado en 1985 basándose en la Oda a la Alegría de Beethoven; desde 1972 era ya el  himno del Consejo de Europa. En ambos casos, se trata solo de la melodía musical, sin letra. Antes, en 1970, el cantante granadino Miguel Ríos había publicado una versión cantada que se hizo muy popular, no solo en España sino por toda Europa. De algún modo, esa  pieza se convirtió así en un himno que moviliza, une y da sentido. “Ven, canta, sueña cantando, / vive soñando el nuevo sol / en que los hombres / volverán a ser hermanos”.

4. “Imagine”, de John Lennon

John Lennon escribió Imagine en 1971 y, desde entonces, la canción se ha convertido en un himno a la utopía de una mundo en paz. Mucha gente ha imaginado que puede haber un mundo sin guerras, sin hambre, sin codicias y en hermandad. Además, el himno es una invitación no solo a soñar este mundo, sino también a comprometerse para lograrlo (“espero que algún día te unas a nosotros, y el mundo será uno”). Las personas que somos religiosas no nos sentimos necesariamente identificadas con todo lo que dice el texto (imaginar que no hay cielo o que no hay religión no es necesariamente bueno), pero sin duda sí compartimos este sueño de la paz mundial, un sueño que pide imaginación creativa y compromiso.

5. “We shall overcome”, de Joan Baez

Lo que ocurre con la música y la poesía popular es que es difícil atribuir exactamente una fecha o un nombre precisos. Sin duda, esto ocurre con la canción We shall overcome. Fue Joan Baez quien la convirtió en un verdadero himno del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, a partir de su concierto de 1963 enfrente del Lincoln Memorial de Washington DC. Antes de ella, Pete Seeger, al menos desde 1947, e incluso antes, el reverendo Charles A. Tindley, a principios del siglo XX; después, Bruce Springsteen y muchos otros, incluyendo una famosa versión en castellano, “Venceremos”, que jugó un papel no despreciable en los tiempos de la dictadura militar argentina.

6. “Ojalá que llueva café”, de Juan Luis Guerra

En 1989, el dominicano Juan Luis Guerra lanzó su canción Ojalá que llueva café.  A ritmo de merengue, no solo hizo bailar a muchas personas llenándoles de esperanza. Años después vendría la época explícitamente cristiana del cantautor, pero ya aquí se puede apreciar el eco bíblico de la promesa de “una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 33, 3). La clave es poética, campestre y popular; pero tiene evidentes resonancias sociales que abren a un nuevo horizonte que permite superar la pobreza, la injusticia y la desesperación: “Ojalá el otoño en vez de hojas secas / vista mi cosecha de pitisalé / siembre una llanura de batata y fresas / Ojalá que llueva café”. Y, como buen himno, moviliza a la comunidad para que ese sueño se haga realidad.

7. “Color esperanza”, de Diego Torres

Los primeros compases del siglo XXI recibieron un nuevo himno, de la mano del argentino Diego Torres, que popularizó el tema Color esperanza, compuesto por Coti Sorokin. Es posible que la letra de la canción, y su mismo tono general, sea algo más “postmoderna” que sus predecesoras en décadas anteriores, más explícitamente políticas. O es posible que esto se deba más al contexto que al texto en sí. De hecho, la canción se convirtió en un animoso himno compartido: “Saber que se puede, querer que se pueda / Quitarse los miedos, sacarlos afuera / Pintarse la cara color esperanza / Tentar al futuro con el corazón”.

8. “Andaluces de Jaén”, de Jarcha

Los himnos nacionales suelen ser, en lo musical, marchas militares. En cuanto a la letra de las canciones, suelen incluir no pocos guiños de carácter violento y sectario. Normalmente, lo vemos mejor en “los otros”, porque nuestro himno siempre nos suena bien. Pero hay  frases parecidas en unos y otros. Hay muchos  ejemplos y no hace falta particularizar. Una excepción, casi jocosa si se mira desde fuera, es Asturias patria querida, que fue elegida como himno oficial del Principado en 1984. Aquí nos vamos a quedar con el himno oficial de la Diputación provincial de Jaén que, desde 1982, recoge un conocido poema de Miguel Hernández. Jaén, tierra de olivares, se pregunta de quién son esos olivos: “No los levantó la nada / ni el dinero ni el señor, / sino la tierra callada, / el trabajo y el sudor”.  Hay numerosas versiones, quizá las más conocidas sean las de Jarcha (que ponemos aquí) y la de Paco Ibáñez, que dejamos para el siguiente himno.

9. “La mala reputación”, de Paco Ibáñez

Por supuesto, el original francés es de Georges Brassens, La mauvaise réputation (1952). en esta ocasión nos quedamos con la versión de Paco Ibáñez. Se trata, quizá, del mejor ejemplo de un “himno anti-himno”, en el sentido de que abiertamente va contra la música que levanta las masas: “Cuando la fiesta nacional / yo me quedo en la cama igual, / que la música militar / nunca me supo levantar.  / En el mundo, pues, no hay mayor pecado / que el de no seguir al abanderado”.  Aquí os dejamos la mítica interpretación en el Olympia de París, allá por diciembre de 1969

10. “Pregón pascual”, de Cristóbal Fones

Para los cristianos, el himno por excelencia se canta en la noche del Sábado Santo, vigilia de la Resurrección del Señor Jesús. La liturgia de esa noche prescribe, de manera solemne, la proclamación del Pregón Pascual, con una comunidad exultante de gozo por el triunfo definitivo del Crucificado y, con él, de todas las personas crucificadas en la historia. Aquí os dejamos la versión del jesuita chileno Cristóbal Fones, en 2010, una adaptación del tradicional himno del Exultet, basado en una melodía tradicional alemana.

La imagen de cabecera es una alusión al flautista de Hamelin… en clave de himno no-himno.
entreParéntesis

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