Mientras Ignacio de Loyola se recuperaba de su pierna herida en batalla, acostumbraba disfrutar de los libros de romances que le facilitaban como lectura; pero encontró que, una vez leídos, lo dejaban vacío e insatisfecho.
Cuando leía los Evangelios, quedaba con la sensación de haber fortalecido su alma con un buen alimento, algo que le ayudaría a vivir mejor. Aprendió a discernir el resabio de cada experiencia; ésta es la forma como el Espíritu Santo conduce nuestras vidas.
Significa escuchar nuestros corazones y descubrir en ellos el camino de Dios, y del Espíritu Santo, a través de nosotros. Además reconocer qué obstáculos colocamos, en forma consciente o inconsciente, al trabajo de Dios en nosotros.
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