"No puedo soportar más. Ya no puedo más". Tú sabes como es esto, no es cierto, al escuchar de alguien una situación que parece no tener salida? Mientras la escuchas, una parte de tí piensa: "Qué le puedo decir?" La madre que me llamó por teléfono no sabía cómo podría ayudarla; sólo sabía que no podía más. En su hogar ya no se podía vivir. Cuando llamó no fué para pedir una ayuda determinada, sino que para saber si "había alguna forma en que podrían sobrevivir." Dijo que "nosotros ya no podemos manejar más esta frustración y esta ira".
Jesús pasaba días enteros entre los enfermos, los deprimidos y los endemoniados, quienes acudían a Él porque creían que "aquí hay alguien que va a escuchar mis malas noticias y no se va a alejar de mí".
Muchas de las miserias que escuchamos están más allá de nuestro poder de cambiarlas; pero cuando escuchamos a estos amigos con compasión, y evitamos culparlos o moralizar, los ayudamos a contener su dolor, compartimos con ellos su carga, asumimos su angustia y le incorporamos esperanza.
De Espacio Sagrado
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