Ciertas cosas que nos presentan las Escrituras como ideales que debemos seguir, nos parecen imposibles de alcanzar. "Sean santos, porque yo, Yavé, Dios de ustedes, soy Santo" (Levítico 19:2). "Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo" (Mateo 5:48). Perfección, santidad total. Y las palabras de Jesús sobre amar a nuestros enemigos, y rogando por ellos (Mateo 5:44), parecen lejos de nuestro alcance. Sin embargo, debemos aprender una forma de comprender los más altos ideales de las Escrituras. Por ejemplo, cuando Jesús dice: "Si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra" (Mateo 5:39), esa frase se relaciona a la misma experiencia de Jesús, quien, al ser golpeado por un guardia del Templo, le respondió: "Si he respondido mal, demuestra donde está el mal. Pero si he hablado correctamente, por qué me golpeas?" (Juan 18:23). Alcanzamos la santidad de amar, y la perfección de ser totalmente rectos, sólo en el camino hacia Dios, y sólo en el tiempo de Dios. Lo alcanzamos aún cuando somos frágiles y débiles. Y, en el hecho, no alcanzamos nunca ese ideal. En otras palabras, es algo que recibimos, gracias a las obras y bendiciones de Dios.
Señor, siembra, en las profundidades de mi ser, tu Bondad y Santidad, y en la forma que Tú mejor sabes. Déjame confiar en Tí y no en mis propios esfuerzos. Permíteme apoyar mi cabeza en Tus manos, y confiar totalmente en Tí, con la fe de los niños...
Espacio sagrado
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