Monday, February 21, 2011

El arzobispo de Dublín y el cardenal de Boston lavan los pies a víctimas de abuso sexual


La disculpa más explícita de la Iglesia irlandesa
Invitaron a cinco mujeres y tres varones víctimas de los abusos al altar
El arzobispo de Dublín lavó el domingo los pies de varias víctimas de abusos sexuales por parte del clero, en uno de los actos de contrición más destacados en el seno de la Iglesia católica irlandesa, donde se dieron abusos frecuentes de niños.
Dirigiéndose a los cientos de personas que abarrotaban la catedral de Dublín, el arzobispo Diarmuid Martin hizo entonces lo que las víctimas han considerado la disculpa más explícita por la permisividad de la jerarquía eclesiástica con los abusos.
"Para ellos, ponerse de rodillas fue humillante", dijo Darren McGavin, de 39 años, que fue objeto de abusos por parte de un sacerdote en una parroquia del oeste de Dublín. "Veo difícil perdonar, pero hoy estoy más cerca de superarlo", añadió.
Un informe del Gobierno irlandés de 2009, que condenaba los abusos generalizados a niños en la archidiócesis de Dublín entre 1975 y 2004, dijo que la Iglesia irlandesa había ocultado "de forma obsesiva" los abusos.
El informe señaló que un sacerdote admitió haber abusado de más de 100 niños. Otro indicó que había hecho lo mismo cada dos semanas durante más de 25 años.
"Por encubrir delitos de abusos y al hacerlo causar abusos sexuales a más niños.. pedimos el perdón de Dios", dijo Martin a la congregación.
"La archidiócesis de Dublín nunca será la misma. Siempre llevará esta herida con ella", añadió.
Martin y el cardenal Sean O'Malley, de Boston, que fue enviado a Irlanda por el Vaticano para estudiar la respuesta de la archidiócesis dublinesa a los abusos, se postraron frente a un altar de piedra vacío al principio del servicio.
Luego invitaron a cinco mujeres y tres varones víctimas de los abusos al altar, donde se arrodillaron y les lavaron los pies, un gesto que en el catolicismo se considera de humildad.
Tres de las víctimas se agarraron las manos y sollozaron mientras Martin les echaba agua en los pies y O'Malley se los secó con una toalla. Otros miraron a la distancia, sin inmutarse.
"Hoy fue un día de liberación para mí", dijo uno de los ocho, de 63 años, que no quiso dar su nombre. "Nunca pensé que viviría para ver este día, cuando la Iglesia admitiera plenamente el horror que se vivía en su seno".
(Rd/Agencias)

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