Tuesday, February 22, 2011

La fe en el nacer y en el morir


Por lo que concierne a la alegría esperada, profundicemos en ella por medio de una parábola:

Ocurrió que, en un seno materno, fueron concebidos gemelos. Pasaron semanas, y las criaturas crecieron. Conforme cobraron conciencia, aumentaba su alegría:
- “Di, ¿no es fantástico que hayamos sido concebidos? ¿No es maravilloso que estemos vivos?”.
Los gemelos comenzaron a descubrir su mundo. Y cuando encontraron el cordón que les unía a la madre y que les suministraba el alimento, estallaron en cantos de puro gozo:
- “¡Cuán grande es el amor de nuestra madre, que comparte su vida con nosotros!”.
Pero, a medida que seguían pasando las semanas y finalmente se convirtieron en meses, los gemelos se percataron de repente de cuánto habían cambiado.
- “¿Qué significa esto?”, preguntó uno de ellos. “Significa –respondió el otro- que nuestra estancia en este mundo se encamina hacia su fin”.
- “Pero yo no quiero irme”, replicó el primero, “a mí me gustaría quedarme aquí para siempre”.
-“No tenemos elección”, objetó el segundo, “pero ¡tal vez haya vida después del nacimiento!”.
-“¿Cómo puede ser posible eso?”, preguntó escéptico el primero. “Perderemos nuestro cordón de vida y sin él, ¿cómo vamos a ser capaces de vivir? Además, otros han abandonado este seno antes que nosotros y ninguno de ellos ha vuelto a decirnos que existe vida después del nacimiento. No, ¡el nacimiento es el fin!”.
Así, uno de los gemelos cayó en una profunda aflicción y dijo:
-“Si la concepción termina con el parto, ¿qué sentido tiene entonces la vida en el seno materno? Es absurda. Quizá ni siquiera exista una madre detrás de todo”.
-“Pero tiene que existir”, protestó el otro; “si no, ¿cómo habríamos llegado hasta aquí? ¿Y cómo es que seguimos vivos?”. “¿Has visto alguna vez a nuestra madre?”, preguntó el primero. “Es posible que sólo exista en nuestra imaginación. Nos la hemos inventado porque así podemos entender mejor nuestra vida”.
Y de esta suerte, los últimos días en el seno de la madre estuvieron llenos de preguntas y de gran ansiedad. Un día, por fin, llegó el momento de nacer. Cuando los gemelos abandonaron su mundo, abrieron los ojos. Gritaron. Lo que vieron sobrepasó con creces sus sueños más atrevidos.

K. Berger, JESÚS, ¿Es posible morir con Jesús? pp 603-4
Escrito por María Arias Cabello
Nova Bella

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