Salvar a la humanidad
El título de la película es la consigna promulgada por aquellos que ponen por encima sus propios intereses frente al bien común que, en este caso, se convierte en algo tan extremo como salvar la humanidad. Y para ello llegan a tergiversar la realidad, niegan la ciencia y manipulan la opinión pública. Cuando se acerca el desenlace final, la evidencia de los hechos cae por su propio peso y toda la maquinaria mediática se desmorona ante la verdad objetiva.
Frente a los escenarios catastróficos que presenta la película, las primeras reflexiones que me surgían iban por la línea de la fragilidad de la vida humana, del poder de la codicia, de la facilidad de la manipulación de la opinión, del fracaso y desencanto de la política, de la cultura de la apariencia. Me venían a la cabeza el racionalismo de Descartes, el empirismo de Hume, el imperativo categórico de Kant, la teoría económico-política de Marx, la voluntad de poder de Nietzsche, el velo de la ignorancia de Rawls y, por asociación de ideas, el texto del libro de los Hechos de los Apóstoles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,9-11).
La luz de la Navidad
Al final de este año, ¿cuál es mi actitud? ¿Mirar o no mirar arriba? ¿Dejarme llevar o atreverme a pensar? ¿A qué le doy importancia en mi vida? ¿Qué pintan los demás? ¿Qué busco y a qué estoy dispuesto para lograrlo?
Al menos en dos momentos de la película se alude a la oración y, como buen film de catástrofes, Dios aparece frecuentemente, aunque bastante desdibujado. Y resulta especialmente iluminador que, entre el caos de las escenas finales, la familia queda representada como pilar firme en el que refugiarse, confiar y amar. Habiendo celebrado recientemente el domingo de la Sagrada Familia, parecería que su carácter sagrado es capaz de imponerse, incluso, a catástrofes planetarias.
Alguno podrá decir que, a veces, nos vendría bien un cometa destructor para despertar, corregir y reordenar nuestras vidas. Un cometa que elimine aquello que nos impide ver la realidad, las necesidades de los demás y todo aquello que no nos permite avanzar. Personalmente, me quedo con la metáfora de mirar arriba, mirar adelante, desde la verdad, la autenticidad, e iluminados por la luz de la Navidad, que impide ‘quedarnos plantados mirando al cielo’, con la responsabilidad (don y tarea) de encarnar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Al final del año, pregúntate, ¿miramos arriba?
Antonio Carrón, OAR
Vida Nueva
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