El Papa comenzó el año con este ángelus en el que recordó que el futuro no depende sólo de la buena suerte.
En enero el Papa tomó una de las decisiones más importantes del año: permitió que las mujeres reciban “ministerios laicales” como el acolitado
Es el ministerio de los monaguillos, que ayudan al sacerdote en el altar, y que de modo extraordinario pueden distribuir la comunión.
Juan Pablo II ya lo había autorizado, pero el Código de Derecho Canónico no recogía el cambio.
En enero fue noticia la salud del Papa. Primero, porque llegó al Vaticano la vacuna del coronavirus del laboratorio Pfizer.
La recibieron Francisco, Benedicto XVI y todos los empleados del Vaticano. Pero también personas desfavorecidas de Roma.
Por otro lado, el Papa tuvo que cancelar varios encuentros y ceremonias a causa de varios ataques de ciática.
Primero el Papa no pudo presidir ni el “Te Deum” del 31 de diciembre ni la misa del 1 de enero. Tres semanas más tarde, canceló la Misa del Domingo de la Palabra de Dios en la que le sustituyó Rino Fisichella.
Tampoco pudo clausurar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y tuvo que aplazar unas semanas el encuentro de año nuevo con embajadores.
Las pruebas médicas descartaron problemas graves en la columna. Los médicos le aconsejaron perder 7 u 8 kilos, para limitar los daños.
En cuanto a política internacional, el Papa condenó el asalto al Capitolio de Washington por parte de una muchedumbre de manifestantes.
Los tribunales del Vaticano estuvieron muy activos y condenaron a la antigua cúpula del Banco Vaticano por apropiación indebida. El juez dice que se vendieron a sí mismos propiedades del banco a un precio muy inferior al valor real.
Como nota curiosa, a finales de enero el pontificado de Francisco superó la duración del de Benedicto, que fue de 7 años, 10 meses y 9 días.
JMB
RR
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