Otro sábado Jesús había entrado en la sinagoga y enseñaba. Había allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha. Los maestros de la Ley y los fariseos espiaban a Jesús para ver si hacía una curación en día sábado, y encontrar así motivo para acusarlo. Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». El se levantó y permaneció de pie. Entonces Jesús les dijo: «A ustedes les pregunto: ¿Qué permite hacer la Ley en día sábado: hacer el bien o hacer daño, salvar una vida o destruirla?» Paseando entonces su mirada sobre todos ellos, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Lo hizo, y su mano quedó sana. Pero ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Jesús sabía que era espiado; pero no hesitó para actuar.
No estaba cumpliendo la letra de la Ley - no trabajar el Sábado (y sanar era visto como trabajo) - sino alcanzando la Ley más profunda, la que dice que es siempre correcto hacer una buena obra en el Sábado.
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