Saturday, March 24, 2007

Un momento para la oración...


Juan 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.

¿Qué me estás diciendo, Señor?

Pensamientos sobre el pasaje de hoy

Observemos los movimientos de este grupo, y busquemos dónde me encontraría yo. Los sumos sacerdotes están determinados a silenciar a Jesús, pues era una amenaza a su autoridad. Cuando Nicodemo les cita un precepto legal, ellos lo ridiculizan. Sin embargo, en cuanto los guardias del templo escuchan la voz de Jesús, a quien han sido llamados a arrestar, caen bajo su hechizo: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre".

Señor, que yo tenga la valentía de Nicodemo y la de los guardias del templo, y esté preparada(o) para enfrentarme a la multitud.
De Espacio Sagrado

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