Parece claro que uno de los objetivos del premio Príncipe de Asturias, además de galardonar a alguien que se lo merece, por supuesto, es llamar la atención, conseguir audiencia internacional. Y es evidente que dicho factor ha prevalecido en la reciente concesión a Google del premio de comunicación.
Reconozco que se trata de una magnífica herramienta, eficaz, una ayuda espléndida para el trabajo del escritor, periodista, estudiante, profesor, hombre de empresa. Nunca tuvimos a nuestro alcance tantos archivos de datos ni tan copiosa información. Pero el equivalente sería dar el premio a un archivero o un catalogador en vez de dárselo al archivo o a la biblioteca. Lo que ha hecho Google es, en definitiva, poner orden en los libros, no escribirlos ni publicarlos. Es importante, porque sin fichas no te enteras dónde están los fondos de una gran biblioteca. Pero aquí, si se quiere, el mérito es de la red, de Internet, y como no le vas a dar el premio a la red de redes, pues me parece que una vez más en este caso el premio Príncipe de Asturias es una paletada provinciana de relumbrón.
Me hubiera unido sin duda a la candidatura de Manu Legineche, el “reportero qua talis” de este país. Pero, claro, es español, de casa y sin el glamur internacional que el premio necesita. Bueno, Manu, pese a todo, las violetas siguen perfumando.
Pedro Miguel Lamet SJ
Del blog "El alegre cansancio"
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