Wednesday, August 06, 2008

Aquellos años de Pablo VI


Si, lo sé, de nuevo rompo las vacaciones para dejar caer unas notas. Pero es que me ha crecido la imperiosa necesidad de hablar de Pablo VI. Hoy hace treinta años de su óbito, del cuál no guardo ningún recuerdo. Por aquel entonces apenas veía la televisión. Pero fue mi Papa en los libros de religión de la escuela. Si, la escuela del nacionalcatolicismo, que yo no recuerdo ni tan mala ni tan como algunos se empeñan en criticar. En esa escuela yo aprendí a conocer el Evangelio y la misa dejó de ser una cosa rara para pasar a convertirse en Sacrificio y oblación. Esas cosas quedan en la memoria grabadas a fuego y son de las que a veces, cuando perdemos el rumbo, tiramos de ellas y nos devuelven al origen. Son anclas firmes, o semillas buenas, son tan importantes que sin ellas no seríamos quienes somos.



Y hoy día en el que celebramos la Transfiguración del Señor en el monte Tabor se fue Pablo VI en 1978, pasó a la casa del Padre. Cuento los años y lo veo todo en blanco y negro, el color estaba reservado para el cine y yo era todavía adolescente. Creo que para mí ha significado mucho más Pablo VI que Juan Pablo II. Y tiene su explicación, es el Papa del Concilio Vaticano II el que abrió la puerta a la modernidad y aunque se empeñen en decir que por ella se introdujo el humo de Satanás, yo sigo creyendo que el mundo no sería lo que es hoy sin este Papa ni mucho menos sin Juan Pablo II. Son generaciones enteras marcadas por el Espíritu del Concilio. Y se hicieron tantas cosas, y se regó con tanta sangre, que ni el mismo milagro de la caída del muro de Berlín y del hundimiento de la URRS dejarían de entenderse sin aquel Espíritu de por medio.
Las comparaciones son odiosas porque todas las generaciones tienen su encanto, su seña de identidad. Pero en España los que empezábamos a caminar con la democracia teníamos también la marca de la casa. Creíamos en el Concilio y que aquello iba a cambiar la faz de la Tierra. Lo decían nuestros cantos, las guitarras, los poemas, medio mundo andaba revolucionado y el recuerdo de la cruel guerra en Vietnam nos tenía a todos enfadados. En Chile el socialismo moría con Allende, en Argentina la dictadura apretaba el cinturón a todos los idealistas. Creo que hay algo común a cualquier juventud, es precisamente el idealismo. Y hay mucha sangre jóven caída por los sueños. Supongo que hoy sigue existiendo la marca de la casa. El ímpetu de las Jornadas Mundiales de la Juventud nos da la réplica a nuestra época.Y ahí están también los jóvenes antisistema.



Yo hubiera querido hablar de Pablo VI, del cardenal Montini, mi Papa, el de mi infancia y juventud; sin que Juan Pablo II lo deje eclipsado, porque supuso toda una revolución en la curia Vaticana, un Papa eslavo, ahí es nada. Se rompía la tradición de siglos de influencia italiana. Y supongo que el espíritu del Concilio influyó mucho en la decisión, lo mismo que en la elección de Benedicto XVI, donde debieron considerar la máxima ignaciana: “En tiempo de tribulación mejor no hacer mudanza”Ya lo dijo la santa de Ávila: “Dios escribe recto con reglones torcidos”. Me da que siempre tenemos el Papa que necesitamos, aunque algunos se empeñen en poner código de barras y fecha de caducidad incluso a los Papas.



Pues he tomado un poco de aire al recordar aquellos años que ahora las nuevas tecnologías permiten retomar en color. ¿De qué color es la piel de Dios....?, decía una canción de la época. Y hoy aquello de “Todos son iguales a los ojos de Dios” queda más claro que entonces. Ahora nuestras calles son más cosmopolitas desde la ciudad hasta la población más remota, vivimos con una marea humana de diferente credo y religión. Es la misma imagen que se colocaba en aquellos libros. Donde el reverendo Luther King aparecía al lado de Gandhi y se creía en el ecumenismo a pie de puntillas. Es cierto que el largo pontificado de Juan Pablo II ha sido muy importante, pero yo sigo teniendo presente a Pablo VI y a Juan XXIII. No es posible que Concilio no estuviera guiado por la mano de Dios. Todas las revoluciones transforman el mundo y aquellos fueron años de revoluciones. Bendito sea Dios que nos dejó el testimonio de Pablo VI en la memoria.



Carmen Bellver

Del blog "Diálogo sin fronteras"

Periodista Digital

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