Sunday, March 08, 2009

8 DE MARZO, FIESTA INTERNACIONAL DE LA MUJER

La historia de la Fiesta Internacional de la Mujer se remonta a mitad del siglo XIX, cuando en las fábricas trabajaban muchas mujeres mal pagadas y explotadas.


El 8 de marzo de 1.857, por primera vez, algunas operarias de Nueva York protestaron por la mejora de sus condiciones laborales (tenían una paga mísera para muchas horas de trabajo en unas condiciones pésimas). El resultado de esta primera manifestación fue un ataque por parte de la policía. Dos años después, también en marzo, estas trabajadoras se organizaron formando un sindicato para intentar mejorar sus condiciones de trabajo.


En 1.911, en Austria, Dinamarca, Alemania y Suiza, se pensó dedicar un día a la mujer, con el intento de obtener el derecho de voto y terminar con la discriminación de género en el trabajo. Ese mismo año, el 25 de marzo en Nueva York, 129 trabajadoras de la empresa Triangle Shirtwaist Company murieron en un incendio provocado por el empresario al encontrarse aquellas ocupando la fábrica como medida de presión. Una multitud de 100.000 personas participaron en el funeral.No fue hasta diciembre de 1.977 que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución proclamando el 8 de marzo como Fiesta Internacional de la Mujer.


Desde aquel 8 de marzo de 1.857, se han dado y se dan muchos pasos gracias al esfuerzo y compromiso de muchas mujeres, a las que se han unido quienes sienten la justicia, la lucha por sus derechos como ciudadanas y como trabajadoras en cualquier lugar del mundo.


La situación actual

A buen seguro que si las trabajadoras de comienzos del siglo XX pudieran hoy contemplar las condiciones existenciales de las trabajadoras de comienzos del siglo XXI no dudarían en reconocer que los logros obtenidos se sitúan más allá de cualquier soñada utopía del primer cuarto de siglo que hemos despedido.


Ahora bien, hay que reconocer que la consecución de esa utopía sólo es cierta para determinados lugares del planeta y ni siquiera, en esos casos, se puede hablar en términos absolutos. Porque en el mundo siguen existiendo lugares en que las condiciones de trabajo de las mujeres las convierten, sin necesidad de más calificativos, en esclavas.


Y en nuestro propio país, donde por fortuna hemos avanzado inmensamente en los últimos lustros, aún estamos lejos de conseguir una situación de plena equiparación entre las condiciones laborales o profesionales del hombre y de la mujer.


En los últimos meses no dejamos de escuchar hablar de la crisis económica por todas partes. Lo que casi nadie está diciendo (al menos claramente) es que van a ser las mujeres en general y las inmigrantes en particular, las que peor paradas salgan de esta crisis.


Las mujeres son las “reinas” del trabajo sumergido. Cuatro de cada diez que realizan un trabajo asalariado lo hacen en condiciones irregulares, en su propio domicilio, en talleres clandestinos, en el servicio doméstico...


La tasa de ocupación femenina que tradicionalmente ha sido inferior a la de los hombres y con empleos, en general, peor retribuidos que los masculinos, ha dado paso a unas pensiones de jubilación paupérrimas para aquellas mujeres que se dejaron la piel trabajando fuera de casa y además con el añadido de los lastres sociales de haber “abandonado” sus responsabilidades familiares de cuidado y atención.


La familia igualitaria sigue siendo una utopía. Las tareas domésticas siguen siendo muy mayoritariamente responsabilidad casi exclusiva de las mujeres y destinan cinco horas más por jornada laboral a estas tareas que los hombres. De modo que mientras que el hogar sigue siendo para el hombre “el reposo del guerrero”, para la mujer es un segundo centro de trabajo, en el que realiza un trabajo que no está remunerado y que, además, le impide descansar del trabajo que realiza fuera de casa.


La aprobación en su día de la Ley de Dependencia se consideró por algunos sectores como una ventaja de cara a la retribución que iban a percibir las cuidadoras informales de esas personas dependientes, que en su mayoría son mujeres. Pero el retraso de la puesta en marcha de esta ley en algunas comunidades autónomas tiene el efecto de no haber regularizado la situación de estas cuidadoras informales que, además, deben continuar haciendo su trabajo a pesar de que cada año van siendo más mayores ellas también.


Concluyendo

Somos y debemos sentirnos parte de una historia, de una memoria, de un presente y de un futuro que queremos hacer avanzar hacia la superación de tantas injusticias, discriminaciones, prejuicios, negaciones y violaciones contra las mujeres.


Muchas mujeres sufren la pobreza, el paro, la desigualdad salarial, son segregadas a las categorías laborales más bajas, viven la precariedad en el empleo, las dificultades para compatibilizar vida laboral y familiar asumiendo dobles jornadas, no ven reconocido su papel a nivel de las organizaciones e instituciones, reciben un trato vejatorio, son victimas de la violencia sexista, perdiendo incluso la vida…


La celebración del 8 de marzo es una llamada a la reivindicación, la denuncia, el compromiso. Queremos como cristianos y cristianas, empeñarnos en construir una convivencia, una sociedad, una iglesia, un mundo desde el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la justicia y la igualdad desde las diferencias. No es tarea fácil, necesitamos desde todos los ámbitos de la sociedad: valentía, esfuerzo, constancia, debate y esperanza.


SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL OBRERA

Extracto del boletín de HOAC DE CADIZ Y CEUTA


Fe Adulta

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