Tuesday, March 03, 2009

«Caso» lefebvristas: Respuestas insuficientes e inadecuadas – Editorial ECCLESIA


Mes y medio después del levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos de la Fraternidad San Pío X, sus respuestas siguen siendo insuficientes, inadecuadas y decepcionantes. Dado que los acontecimientos se suceden con gran celeridad y con amplia y no siempre objetiva cobertura mediática, ojalá que cuando estas reflexiones lleguen a sus destinatarios, la situación sea distinta y abra caminos más esperanzadores que los actuales.
Aun cuando la opinión pública se ha centrado, con lógica y también con demasía, en el llamado «caso» Williamson –sus aberrantes y no suficientemente rectificadas ni clarificadas declaraciones negacionistas del holocausto judío–, el estado de la cuestión del llamado cisma tradicionalista o lefebvrista no ha experimentado tampoco cambios alentadores de parte de los otros interesados.
Ratificando punto por punto lo ya expresado en nuestros editoriales del 31 de enero y del 14 de febrero, las últimas declaraciones del superior general de la Fraternidad (ver páginas 18 y 19 de este mismo número de ECCLESIA), nos parece que en absoluto se encaminan por el sendero de la comunión. Afirmar que «hacer del reconocimiento del Concilio Vaticano II una condición preliminar es poner el carro delante de los bueyes» es una manifestación no solo inadecuada e insuficiente, sino también inadmisible, irrespetuosa y prepotente. Asimismo resulta impresentable su estigmatización del Pag. 5. nº 3.45 Concilio Vaticano II, al que imputa el vaciamiento de seminarios, noviciados e iglesias, el abandono de la misión sacerdotal y la desnaturalización de la religiosidad de los fieles. Y tampoco son aceptables sus mesiánicas y presuntuosas insistencias autocomplacientes acerca de las «bonanzas» que traería a la Iglesia la incorporación plena de la Fraternidad.
El Papa ha dado un significativo, generoso y misericordioso paso en pro de la unidad y de la reconciliación. La inmensa mayoría de los miembros de la Iglesia hemos secundado. La «pelota» está ahora en el tejado de la Fraternidad, quien no puede ni debe dilapidar tanta benignidad, buena voluntad y esperanza. Es la Fraternidad la que debe ir hacia Roma. Desde su singularidad, desde el diálogo y el perdón, sí, pero también desde la humildad, la sensatez, la eclesialidad, la obediencia, la plena adhesión al integro magisterio conciliar y pontificio y desde la verdad. Una verdad que es asimismo fidelidad a quien en la Iglesia está llamado a custodiar la unidad.

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