Por Alberto Ares, SJ 
Si algo nos ha dejado claro esta crisis es que no podemos seguir consumiendo de la misma manera. Decía un profesor mío hace unos años que cuando los chinos y los indios entraran de lleno en la economía de mercado no habría en el mundo suficientes árboles para hacer frente a la demanda de papel higiénico mundial. Es imposible que nuestro nivel creciente de consumo sea universalizable para todos. Algo tiene que cambiar. Y si no, se lo podemos preguntar a nuestro planeta que grita como loco ante tanto atropello, o a millones de personas que no tienen qué meterse en la boca.
Es cierto que según tenemos montado nuestro mundo, si no consumimos a un buen ritmo el sistema se puede ir a pique. Pero, ¿estamos seguros que nos hace más felices el tener cada vez más cosas, el llegar con la lengua fuera a todos los sitios mientras otros crían a nuestros hijos,…?
Muchos pensarán “¿y qué van a hacer tantas empresas en la bancarrota y tanta gente que se está quedando en la calle?”. Se habla muy bien de moderar el consumo cuando no te has quedado sin trabajo, o tienes la nevera llena. Toda la razón…
Igual es tiempo de dejar de vender el “sueño del Norte” a todo el mundo, a valorar de otra manera las cosas como lo que son… cosas; medios para ayudarnos a ser más felices, no fines en sí mismos.
Pienso que nuestra manera de consumir forma parte del modo en que expresamos nuestra propia condición de personas. Con mucha humildad y limitación me atrevo a decir que mi forma de consumir deja entrever mi nivel de madurez como ser humano y pone a prueba la manera en que mi vida es testimonio de aquello en lo que creo.Y entonces qué… ¿Igual de bien, igual de mal?
Jesuitas de Castilla
No comments:
Post a Comment