Saturday, March 14, 2009

«la Iglesia tiene que ser un gran abrazo de acogida. No estamos aquí para juzgar»


"Echo de menos una Iglesia de puertas abiertas, cada vez más, y que tenga como cúpula el cielo. Una Iglesia misionera, que salga a la calle, que camine con la gente, que comprenda, que acompañe, que no juzgue, que no condene. Que tratemos de hacer posible una vez más la epopeya del Evangelio que, esencialmente, es amor al prójimo". Francisco Castro, franciscano, gallego, nos presenta “Todo comenzó en Galilea: Diario de un peregrino a Tierra Santa”, que publica San Pablo. Lo entrevistamos
Todo comenzó en Galilea, y sin embargo este libro arranca en Compostela.

Lo hace porque para mí el Camino de Santiago es significativo. Yo soy nacido en Compostela y de alguna manera el Camino ha ido perfilando mi propia personalidad. Y curiosamente, cosas de la providencia, también colaboro como guía de Tierra Santa, acompañando a peregrinos que acuden allí como peregrinos de la fe. Tierra Santa, para mí, es como el Quinto Evangelio, y no olvidemos que Compostela es una ciudad evangélica, por lo tanto, a través de Santiago, tengo una vinculación muy grande con la tierra de Jesús.
Cuentas en el libro que la mejor guía para Tierra Santa es el Evangelio. Sin embargo, estás haciendo de alguna manera, realizando una guía espiritual y personal, una especie de diario del peregrino…

Decía Dante que quienes iban a Santiago de Compostela, eran peregrinos. Quienes iban a Tierra Santa eran palmeros. En cierto modo, este libro intenta profundizar en la esencia de Tierra Santa, y que quien hace posible este libro es un palmero, es decir, alguien que ha ido a Tierra Santa, que ha tenido la oportunidad de la experiencia de encontrarse con la espiritualidad profunda que sigue rezumando Tierra Santa, y con Jesús de Nazaret. Tierra Santa es Jesús de Nazaret. No tendría sentido si no fuera por Jesús. Y antes que nada, Tierra Santa más que un lugar geográfico es una experiencia del alma. He querido compartir un diario de lo que para mí ha supuesto poder conocer aquellos lugares, y poder comprender mejor el Evangelio y la fe. Venir revestido de esperanza después de conocer aquellos Santos Lugares.

¿Hay un antes y un después de Tierra Santa?

Sí. Primero, porque se comprende mejor el mismo Evangelio. Cuando haces una especie de excursión en la historia, hace que el rostro de Jesús sea más nítido, incluso el del Jesús histórico, el que estuvo allí y pateó esas tierras. En ese sentido Tierra Santa puede llegar a transformar la vida de una persona. N o pocas personas van a Tierra Santa por una cuestión casi turística, como si fuera un gran parque de atracciones de las religiones. Pero los que han cerrado la mirada del rostro, y han abierto la del corazón, sí que han descubierto la figura de Jesús de Nazaret, e incluso ha habido un antes y un después de su peregrinación.
El próximo peregrino a Tierra Santa es Benedicto XVI, que irá del 8 al 15 de mayo. ¿Qué se puede esperar de esa visita?

Tierra Santa está muy necesitada de paz. Ha sido como el gran lema pero también la cenicienta del cuento. La paz deseada, tan invocada y que tanto se resiste, porque los seres humanos nos resistimos al camino de paz. Que vaya Benedicto XVI puede significar un signo de la presencia pacífica de la Iglesia católica. En realidad, la presencia de la Iglesia católica en Tierra Santa es mínima en número, pero muy significativa. Los nativos que profesan la fe cristiana lo hacen en circunstancias muy adversas. Quisiera invocar aquí a una figura esencial: Francisco de Asís, que peregrinó a Tierra Santa en el siglo XIII, en plena época de Cruzadas, para ser un puente entre dos grandes culturas y civilizaciones en permanente conflicto. Hoy, la Orden Franciscana somos los custodios de Tierra Santa.
Los beneficios íntegros del libro irán a la Custodia. Allí tenemos a un español, el vicecustodio, el padre Artemio Vítores, que nos hablaba hace poco de la situación que se está viviendo en Gaza. Un papel fundamental el de la Custodia Franciscana, no sólo para la “custodia de la fe” sino para la paz y para los puentes que hay que tender…

Es muy importante la labor social que realizan allí los frailes, sobre todo en el mantenimiento de la paz y la defensa de las familias, sobre todo las cristianas. Hay que pensar que la labor social que se sostiene es muy notoria incluso entre la comunidad musulmana. Los franciscanos están siendo un testimonio de paz, en nombre de la Iglesia católica, en medio de un mundo muy convulso. Por eso merece la pena apoyar esa labor, que se mueve en el maremágnum de lo que significa Tierra Santa. Aún hoy, los hijos de San Francisco siguen siendo un monumento a la paz, siguiendo la filosofía de vida y el concepto de sociedad de San Francisco de Asís, entendiendo la fe como un abrazo fraterno, incluso para el diferente o quien no profesa nuestra misma fe.
¿Cómo te sientes, como franciscano, en la Iglesia de hoy?
Me siento muy franciscano, muy hijo de mi familia, con un sentido fraterno. A mi modo de ver, la Iglesia tiene que ser como un gran abrazo de acogida. No estamos aquí para juzgar, no estamos aquí para condenar… estamos simplemente para tender la mano y para tratar de abrir el corazón. La experiencia del Evangelio es una experiencia de amor fraterno y solidario, y creo sinceramente que esto es lo mejor que los franciscanos podríamos ofrecer a la sociedad, siempre en nombre de la Iglesia. Francisco siempre vivió dentro de la Iglesia, aunque también fue un personaje alternativo. Siempre vivió de un modo libre para encarnar en aquella época lo que consideraba que era la presencia de la Iglesia de Cristo en una sociedad tan convulsa como la de aquellos años. No han cambiado mucho los tiempos en ese sentido.
También Francisco vivió en su recién nacida congregación las divisiones, las luchas de poder… También, en ese sentido, la época actual nos recuerda a aquella. ¿Cómo ves la Iglesia hoy?

Es una realidad plural. Creo que en estos tiempos en los que estamos, tenemos que volver a las raíces del Evangelio, a seguir el rastro de Jesús. Por eso creo que la experiencia de Tierra Santa, en este tiempo, es una pedagogía. Y volver a la misericordia, a la compasión, a abrir los brazos y a acoger. Nuestro maestro lo hizo: ¿Por qué vamos a cambiar nosotros el curso de la historia? Echo de menos una Iglesia de puertas abiertas, cada vez más, y que tenga como cúpula el cielo. Que tenga como atrio sagrado el inmenso planeta tierra, que sea una Iglesia misionera, que salga a la calle, que camine con la gente, que comprenda, que acompañe, que no juzgue, que no condene. Que tratemos de hacer posible una vez más la epopeya del Evangelio que, esencialmente, es amor al prójimo.
Compartimos al cien por cien esa visión… ¿Qué lugar te guardarías para ti? ¿Dónde has visto con mayor fuerza e intensidad esa presencia de Jesucristo?

El lago de Galilea: primero porque soy un amante de la naturaleza, que siempre me ha evocado a Dios. Contemplar una salida del sol, el nacimiento del día, la aurora, sobre el perfil de las montañas de Galilea, es una experiencia bellísima. Y hay que pensar que han cambiado las ciudades, los pueblos, muchas cosas desde hace dos mil años. Pero el lago es lo que era. Estar junto al lago, oír el breve rumor de las leves olas en el lago, supone presentir, en algún momento, la presencia de Jesús. Y sobre todo el viento, la brisa que pasa, te parece que te va a traer incluso sus palabras. Quién sabe, la ciencia avanza mucho. Quizá con el tiempo somos capaces de captar esas palabras que fueron pronunciadas allí por primera vez, y que hoy resuenan por toda la Tierra.
Por Jesús Bastante
RD
Sábado, 14 de marzo 2009

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