Thursday, August 06, 2009

Una propuesta provocadora: pateras para un "intercambio de estudiantes"


Lo que escribo hoy se inspira en la lectura de un artículo que habla de la "crisis de valores" que sacude a la juventud española (aunque se podría aplicar a las juventudes de muchos otros países).

Según las estadísticas, el 31% de los estudiantes que comienzan sus estudios no los terminan y un gran porcentaje de los estudiantes que tienen que hacer la enseñanza obligatoria hasta los 16 años están allí en contra de su voluntad, amargando la vida al personal educativo y dando por saco a los compañeros que, pobrecitos ellos, hacen lo que pueden por progresar en medio de esa tortura psicológica que supone estar en una clase con niñatos de tal calaña. Los sufridores de una situación así no quieren otra cosa que pasar a la enseñanza secundaria, donde el tiempo y las circunstancias hayan hecho ya un corte en el perfil de la población estudiantil y puedan por fin estudiar en un ambiente educativo más adecuado.

Yo me encuentro cada día con jóvenes para los cuales estudiar es un sueño, la mayoría de las veces inalcanzable. A veces, en países donde la enseñanza es gratuita, les falta dinero para los libros y los uniformes, en otros casos se trata de las matrículas... se trata de una difícil carrera de obstáculos en la que la mayoría de los estudiantes caen por el camino, pero no por falta de ganas o por desidia, sino simplemente por ausencia de medios materiales. Me acuerdo de un muchacho sudanés que fue desheredado por su padre porque, en vez de dedicar el tiempo a cuidar el rebaño familiar como era su deber de primogénito, decidió continuar en la escuela y terminar primaria. La educación que deseó con tanta gana lo convirtió en un descastado para su familia y nunca pudo volver a la casa paterna. Lo mismito que en nuestra civilizada Europa, con gachós desganados, estudiantes perdonavidas y de vuelta de todo.

Yo, si tuviera una compañía de pateras, lo que haría sería buscar a candidatos que tuvieran ilusión por estudiar (primaria, formación profesional, corte y confección, psicología aplicada, lo que fuera) y me los traería a instituciones educativas llenas de profesores ya deprimidos y desilusionados por la desidia del personal con el que tienen que bregar diariamente, les volvería a ilusionar con aquellos ideales que sintieron en sus comienzos profesionales de cambiar el mundo a través del conocimiento y que ahora están olvidados debido a la triste y descorazonadora realidad con la que se encuentran día a día. ¿Qué mejor regalo se le puede dar a un educador con verdadera pasión por la enseñanza que un alumno con pasión por aprender, leer, investigar, ávido de conocimientos y de saber?

Para amortizar el esfuerzo y, dado que en este mundo moderno el reciclaje es un deber ciudadano y por tanto hay que devolver las pateras vacías a su punto de origen, pediría a los responsables de estas instituciones en crisis que me mostraran quiénes son los elementos más notables en la movida antisistema educativo y llenaría los cayucos vacíos con semejantes terroristas de las clases y me los llevaría a una aldea perdida, donde tuvieran que mover azada y doblar espinazo, donde la ducha solo podría tener lugar previo paseo del cubo hasta el arroyo más cercano. Sería una terapia infalible contra tantas tonterías y tantas neuras de nuestra sociedad actual que, consciente o inconscientemente, ha creado monstruítos así de antisociales y de destructivos.

Y si recomiendo algo así, no lo hago a bote pronto: recuerdo un amigo italiano, que trabajaba en una ONG en Sudán y tenía en su casa un hijo pongamos que "problemático" en plena edad del pavo, con amenazas de expulsión del instituto donde estaba y con un bagaje que no hacía augurar nada bueno para la carrera del menda. Mi amigo se lió la manta a la cabeza, le pagó un pasaje de avión a Sudán y se lo trajo tres meses a currar en medio del aislamiento más severo, viendo con sus propios ojos la lucha de esas personas por sobrevivir y salir adelante en todos los aspectos de su vida. "Fue mano de santo," me confesó poco después. "Mi hijo hoy es otro, se le quitaron todas las tonterías y ahora está de vuelta en Italia, la mar de centrado en sus estudios y es un hombre nuevo".

Si cuento esto es porque creo sinceramente que, a la postre, África tiene muchas cosas que ofrecer y una de ellas es una solución (no definitiva para todas las situaciones ni maravillosa como panacea para todo, pero sí válida) a la búsqueda de sentido, ese sentido y esa razón para vivir que tanto falta en el nuestro civilizado, hastiado y saturado Occidente.
Alberto Eisman
Muzungu

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