Monday, November 28, 2016

FIDEL CASTRO Y ESA CURIOSA ADMIRACIÓN POR MOISÉS por LUIS BADILLA

El Papa: “Una noticia triste…”

El Papa: “Una noticia triste…”

Presencia y desaparición de un líder que marcó profundamente la historia de América Latina


He tenido el privilegio de estar varias veces con el Comandante Fidel Castro. En Chile, en Cuba y en Italia, cuando me concedió una entrevista para Radio Vaticana al salir de la audiencia con san Juan Pablo II, en noviembre de 1996. Su muerte es una noticia triste no solo para la gran mayoría de los cubanos sino también para los latinoamericanos. He visto por televisión, como todos, que en Miami algunos cubanos de distintas generaciones estuvieron festejando. Es su derecho y su decisión. Fidel Castro no dejaba indiferente y siempre dividió la opinión pública. Es el destino de los colosos de la historia; ocurrió en el pasado y seguirá ocurriendo en el futuro. Como recordó hace algunas semanas el Papa Francisco a los jesuitas, siempre es más fácil el blanco o negro. El gris es complicado y fatigoso, porque exige discernimiento, y el discernimiento es una vía difícil y accidentada. Sin embargo la vida siempre es en gris.

La “perturbación castrista” y la calma amenazante de la guerra fría. No se trata solamente de la desaparición de un líder que, para bien o para mal – depende de los puntos de vista, de los estereotipos, de las lecturas históricas, de las convicciones y biografías personales – ha marcado con fuerza y radicalmente la historia de la región y no pocas veces del mundo entero. En la historiografía latinoamericana habrá un antes y un después de Fidel Castro, y eso ya sugiere que estamos delante de una figura gigantesca de la historia, no solo regional.

Sé muy bien, y lo veremos en los próximos días, que sobre Fidel Castro existen por lo menos dos lecturas distintas y opuestas: una, la de la guerra fría, que resuelve los complejos pasajes de la historia humana con clichés, con frases hechas, con propaganda. Castro y su revolución introdujeron una fisura en el patio de atrás  latinoamericano donde Washington tomaba todas las decisiones, desde Alaska hasta la Patagonia. Una buena parte de las lecturas sobre Castro ignora la relevancia de la “perturbación castrista” en la amenazante calma de la guerra fría, que obligaba a todos, realmente a todos, a ponerse de una u otra parte; ignoran que la Cuba anterior a 1959 era el paradigma de la relación de Washington con los pueblos al sud del Río Grande.
Se habla poco sobre las consecuencias terribles en la vida cotidiana de millones de cubanos que tuvo el embargo, arma de presión política inútil, como dijo Obama, y sobre todo inhumana. No pocos problemas de la vida de los cubanos son fruto objetivo del embargo impuesto hace décadas con la intención de derrocar al gobierno cubano. No es casual que este bloqueo económico-financiero, comercial y cultural, una medida que Washington utiliza con desenvoltura desde hace décadas, haya sido condenado en diversas oportunidades por la Santa Sede, por los Papas, por los obispos de Estados Unidos, de Cuba y de América Latina.

Pero también hay otra lectura del rol que desempeñó este hombre y es la de los pueblos latinoamericanos. Una lectura que naturalmente no tiene nada en común con la América Latina vista y contada con los ojos de cierta cultura e ideología estadounidense y europea. Se recuerda a menudo la figura controvertida de Fidel Castro, pero nada se dice sobre por qué nació esta revolución, en qué contexto y por cuáles razones. La situación anterior a Fidel Castro se supone inocente, sin culpas, y se calla la verdad completa. Inducen a creer que la revolución cubana, aplaudida y compartida por la mayoría de los latinoamericanos, fue una maldad gratuita contra el jardín del Edén que existía antes. Que Cuba era un prostíbulo oprobioso, mísero e injusto de los ricos estadounidenses, sobre todo de la mafia ítalo-americana, es una verdad que se oculta o minimiza con todo cuidado. Para tener una pequeña idea de cuán prepotente y odiosa era la presencia de estos personajes, basta recordar que un gángster ítalo-americano hizo inscribir sus hoteles en La Habana declarando que él se llamaba “Santino Mafioso”.

Fidel Castro: el hombre y el líder. Pero no creo que este sea el momento para entrar a fondo en la materia, porque se requieren competencias historiográficas considerables que yo no tengo. En este momento se discute en varias sedes si la historia lo absolverá o no lo absolverá, y parecería que muchos ya escribieron la sentencia aunque jamás leyeron sobre la historia de Cuba. Yo no tengo sentencias para emitir, entre otras cosas porque pienso que el verdadero juez es uno solo: el pueblo cubano. El resto me parece interesante, pero irrelevante. Como he vivido la trágica experiencia chilena de Pinochet, sé muy bien que los jueces extraños, muchas veces perentorios, ignoran al verdadero protagonista de cualquier experiencia histórica: el pueblo. Prefiero entonces esperar, si me resulta posible.

Lo mío quiere ser solo un modesto recuerdo personal – un testimonio congelado en viejos apuntes – sobre siete encuentros con Fidel Castro, entre ellos uno que duró ocho horas. Entre él y yo había muchos puntos de vista diferentes y a veces radicalmente opuestos, pero había también no pocas coincidencias y consensos, sobre todo respecto de América Latina.

En las distintas conversaciones con Fidel Castro, particularmente en diciembre de 1973 en La Habana, siempre se planteó la cuestión de “la historia escrita por los vencedores”, que en el caso de América Latina, durante siglos, ha significado para sus culturas y civilizaciones sufrir la calificación de “pueblos primitivos”, irrelevantes y marginales, porque eran “periféricos”. Los “vencedores” nunca fueron capaces de ver, por negligencia o debido a su enfoque imperial y colonial, la riqueza, complejidad y potencialidad de estas naciones, y por eso tampoco fueron capaces de comprender el rol político de Fidel Castro, en el que se reconocieron millones de latinoamericanos que sin duda no eran marxista leninistas y nada sabían sobre geopolítica o la guerra fría. No supieron ver, y no es cosa de poca monta, el componente castro-guevarista de la revolución cubana, y por lo tanto la verdadera naturaleza de la relación La Habana-Moscú. Olvidan, por ejemplo, que la feroz polémica doctrinal entre Cuba y la URSS es una de las más importantes del marxismo del siglo pasado; polémica que surgió a raíz de una frase de Castro: “la revolución la hacen los revolucionarios” y que el Kremlin criticó con dureza porque negaba y desclasaba un principio leninista fundamental (la revolución la hace la vanguardia de la clase obrera, el partido comunista). Muchos no saben que Fidel Castro hizo su revolución en contra del partido comunista local, tolerado por la dictadura de Fulgencio Batista, y que debió refundar desde la base un nuevo partido. Ese partido connivente con la dictadura llamó “terrorista” a Fidel Castro al día siguiente del ataque contra el cuartel Moncada.

El Fidel Castro que yo conocí y con el que estuve por primera vez en Chile, me impactó sobre todo por su presencia física. Un hombre muy alto, delgado pero robusto, enérgico, con el dedo siempre en movimiento, como si quisiera dibujar en el aire cada una de sus palabras. La barba legendaria y mítica, que lo acompañó más de 70 años, era bastante rala, nada espesa. Impresionaba también desde el primer momento su rica gestualidad corporal: el paso firme y seguro, la elasticidad del cuerpo y sobre todo la mirada intensa, penetrante, que a veces hacía sentir incómodo. Era un hombre educado y afable y si bien se fue con la fama de una persona que hablaba siempre, durante horas, en realidad tenía una impresionante capacidad para escuchar. Mientras escuchaba, no interrumpía jamás a su interlocutor. Al exponer sus ideas y pensamientos era metódico, cristalino, y tenía un gran sentido de la argumentación. Sabía identificar inmediatamente el núcleo de la cuestión e iba derecho al grano.

Era un hombre curioso y su iniciativa en ser el primero en acercarse a todos estaba llena de humanidad y de interés por el otro. Muchas veces sus preguntas sobre la vida del interlocutor dejaban descolocado. El que estaba hablando un rato con él, no esperaba preguntas sobre sus padres, sobre la familia, la esposa y los hijos. Mantenía muy bien el interés de la conversación porque lo ayudaba un talento natural decisivo: una memoria monumental.
Impresionaban también dos características inmediatas: no guardaba sentimientos de rencor o de rechazo por nadie y generalmente trataba de entender y de comprender las razones de sus adversarios, dentro y fuera del país. En cambio, cuando se trataba de Cuba, de su pueblo, de la revolución cubana, de todos los que en este proceso perdieron la vida desde 1956 cuando trató de tomar el Cuartel Moncada, su intransigencia era feroz y despiadada. No había medios términos. Recuerdo también como algo insólito  y sorprendente de su personalidad la capacidad de autocrítica de la que muchas veces dio pruebas como gobernante. Pocos gobernantes han tenido la capacidad de autocrítica que tuvo Fidel Castro, hasta el punto de que muchas veces actuaba como un político del gobierno y al mismo tiempo de la oposición.

Escuché por primera vez, hace más de cuarenta años, de boca de Fidel Castro la primera reflexión orgánica y documentada sobre el futuro del planeta y la defensa del ambiente. Él dijo: “Hemos convertido la tierra en un cesto de basura”, y era muy autocrítico con su país por los límites o atrasos para actuar en defensa y protección del ambiente.

Preguntas, respuestas, críticas y discusiones. Fidel Castro nutría un sincero y profundo interés por el cristianismo y las Iglesias, en particular por la Católica, por el papado y la Sede Apostólica, aunque repetía a menudo que era ateo, agregando inmediatamente, “mejor, agnóstico”. Sentía un gran aprecio y afecto por los Papas, de Juan XXIII en adelante. Después de 1959, Cuba mantuvo relaciones institucionales bilaterales con el Vaticano – que se habían interrumpido más de 82 años antes – de excelente nivel, incluso en los momentos de tensión, durante los primeros años de la revolución. Con diversos sectores de la Iglesia, Castro fue duro y perentorio y la defensa que él oponía a mis objeciones, era siempre la misma: no hubo persecución religiosa, ellos hacían política, actuaban como políticos y correspondía tratarlos como tales. Sus críticas contra la Iglesia cubana cuando triunfó la revolución eran despiadadas y hablaba de “Iglesia colonial, franquista, con muchas bolsas de corrupción”. Una vez contó que había estado muy preocupado por la posibilidad de que se concretara la idea de constituir una iglesia cubana en el exilio, sobre todo porque consideraba que se convertiría en un centro de conspiraciones y tal vez hubiera sufrido la tentación del terrorismo, como demuestra la historia en el caso de algunos grupos de exiliados. Juan XXIII y sus sucesores frenaron con firmeza y decisión esa propuesta.

Castro era una persona fascinada por Cristo y por el Evangelio, que conocía muy bien, e incluso recitaba algunos pasajes de memoria. “El primero y más grande revolucionario de todos los tiempos es Jesús, que en una sociedad y un tiempo de esclavitud alzó su voz para decir que todos eran hermanos”, repetía, y agregaba: “su profecía fue una profecía de igualdad y fraternidad entre los hombres”. Al igual que el Che Guevara, se sentía muy atraído por San Pablo. Muchas veces recordaba algunas frases como: “Ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras, y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente, según la imagen de su Creador”. Y después agregaba: “Esta es la justificación última de las verdaderas revoluciones”.

Recuerdo dos de sus ideas omnipresentes, casi obsesivas: la defensa de la identidad de los pueblos latinoamericanos, identidad que entendía como “el principal recurso del rescate histórico de los vencidos”, “la identidad como materia prima de la dignidad de cada hombre”. Y en segundo lugar la solidaridad, el otro, sin el cual “nadie podrá nunca ser instrumento de su propia realización. “No hace falta ser rico para ser solidario. Se puede dar desde la pobreza y nosotros lo hicimos con muchos pueblos de África y de América Latina”.

En una oportunidad, durante una cena en el Palacio de la Revolución, junto con otros chilenos miembros de una delegación, nos confesó algunas de sus reflexiones. La primera, decía, era que en las Sagradas Escrituras se habla de “una alianza de Dios con el pueblo, con una agregación histórico-social humillada y esclavizada, con los últimos de esa época”. Desde allí, el salto a la figura bíblica de Moisés, es inmediato. “Él fue, junto con Alejandro Magno y Julio César, uno de los más grandes estrategas de la historia. Pero también es cierto que tenía una ayuda especial”, agregó sonriendo. En otro momento de la conversación habló largamente sobre los grandes de la historia de América Latina, incluyendo a numerosos católicos y hombres de Iglesia, y al final dijo: “No se puede entender nuestra historia si no se considera la presencia del catolicismo y de la fe de tantas generaciones. Es un deber, en primer lugar de los católicos, custodiar ese patrimonio. A veces no comprendo por qué se dejan arrancar de las manos sus valores y creencias y aceptan ser instrumentalizados por otros que muchas veces solo son cristianos por conveniencia”.

Sobre los derechos humanos, tema central de varios encuentros, Fidel Castro siempre desarrolló el mismo razonamiento: “En 1959 nosotros partimos de una situación en la cual los derechos humanos eran una fabulación trágica. Éramos esclavos humillados, despreciados y ridiculizados. Nuestra prioridad fue dar de comer, dar educación, techo, salud, dignidad. Estas necesidades también son derechos humanos, y no concesiones del Estado, de los partidos o de los modelos económicos. ¿Qué no logramos alcanzar la plenitud de los derechos? Es cierto, y esa plenitud nunca llegará a quedar satisfecha, porque cada derecho conquistado crea nuevos derechos. Si estás criticando la falta de pluralismo político y de dialéctica democrática, mi respuesta está en nuestra historia: no podíamos actuar de otra manera. Estaba en juego nuestra supervivencia, porque cuando se dieron cuenta de que estábamos actuando en serio, muchos amigos se convirtieron en enemigos. Sin embargo, logramos crear pluralismo y dialéctica democrática dentro de un sistema de partido único, llamado a la suprema misión de defender la libertad y la independencia de la nación. Después ya se verá. No estamos solos, aunque estemos en una isla. También hay muchas cosas, muchísimas, que dependen de lo que hagan otros”.

Años después, en 1998, san Juan Pablo II visitó Cuba y marcó para siempre el rumbo: “Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba, para que este pueblo, que como todo hombre y nación busca la verdad, que trabaja por salir adelante, que anhela la concordia y la paz, pueda mirar el futuro con esperanza”. (21 de enero de 1998). En estos 18 años la historia ha cambiado vertiginosamente y sigue en movimiento. Fidel Castro seguirá formando parte de este dinamismo.

En las mismas horas en que se produjo la muerte de Fidel Casto, las delegaciones de la Iglesia Católica de Cuba y del Gobierno, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, se disponían a comenzar la segunda vuelta de las conversaciones para definir un estatuto jurídico que el Episcopado está pidiendo desde hace tiempo. Este también es un signo tangible de que el camino señalado por los Papas es el único verdadero, duradero y eficaz.

Tierras de América

Los “tuits” de Trump sobre Bergoglio: “El Papa es humilde como yo” por GIANNI VALENTE



Desde 2013, el presidente electo de los Estados Unidos ha dedicado al obispo de Roma pocos pero elocuentes comentarios de diferentes naturalezas. Incluido un certificado de admiración que se refiere a la humildad, «denominador común» que Trump declaró compartir con el Papa


¿Cómo serán las cosas entre Papa Francisco y Donald Trump? Entre las incógnitas que marcan el nuevo rumbo de la Administración estadounidense también está la de la dirección que tomarán las relaciones entre le futuro inquilino de la Casa Blanca y el obispo de Roma. Se recuerdan las chispas que surgieron entre ambos con respecto al tema de los muros «antimigrantes», cuando el Papa celebró la misa a pocos metros de la frontera entre Estados Unidos y México. Pero son menos conocidas las frases que el próximo Comandante en Jefe de los Estados Unidos de América le ha dedicado al actual Sucesor de Pedro desde su cuenta en Twitter. Juicios y comentarios de diferentes naturalezas, incluido un certificado de admiración que se refiere a la humildad, «denominador común» que Trump declara compartir con el Papa.

Hasta el momento, el punto de referencia para imaginar las futuras relaciones entre el Pontífice y el presidente electo sigue siendo el «incidente» de febrero, en el marco del viaje de Papa Bergoglio a México. Trump comenzó en una entrevista con la cadena Fox: cuando le preguntaron qué opinaba sobre la misa entre los migrantes que el Papa habría celebrado poco tiempo después en Ciudad Juárez, dijo que el obispo de Roma era «una persona muy política», que «no comprende los problemas que tiene nuestro país» y tampoco «el peligro de la frontera abierta que tenemos con México». También explicó que, en su opinión, México «le pidió que lo hiciera (celebrar la misa en Ciudad Juárez, ndr.), porque ellos quieren la frontera así como está y ellos están haciendo una fortuna, y nosotros salimos perdiendo».

Durante el vuelo de regreso de Ciudad Juárez a Roma, respondiendo a los periodistas, el Papa no usó medias tintas y declaró que «una persona que solo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no en hacer puentes, no es cristiana». Trump replicó en los medios de comunicación que era escandaloso que un «líder religioso» pusiera «en duda la fe de una persona». Y después subió el tono, diciendo que en el caso de un ataque yihadista contra el Vaticano, el Papa «solo esperaría y rezaría que Donald Trump fuera presidente, porque esto, conmigo, nunca podría suceder».

La hipótesis de que pudiera existir un choque entre el líder político más potente del mundo y el obispo de Roma ya puso en marcha los reflejos condicionados de sistema de comunicación mediática global. Pero antes de la tormenta mediática de febrero, el sucesor designado de Obama había expresado ya bastantes juicios y consideraciones sobre Papa Francisco, desde su elección a la Sede Apostólica de Roma. Frases de circunstancia, elogios y tomas de distancia del «estilo» del Papa, pero también declaraciones de afecto.
 
Trump comenzó el 14 de marzo de 2013, a pocas horas de que concluyera el Conclave, con las felicitaciones de turno «a mis amigos católicos por la selección de Papa Francisco I (sic) en la guía de la Iglesia católica. ¡Las personas que lo conocen lo aman!», puntualizó el futuro presidente de los Estados Unidos en su primer «tuit» dirigido al nuevo Papa. Pocos días después, el magnate neoyorquino fruncía el ceño frente a le decisión de Papa Francisco, cuando salió por primera vez de los muros vaticanos, de ir a pagar la cuenta de la habitación que había ocupado en la «Domus» de la calle Scrofa antes de ingresar al Cónclave. «No me gusta ver al Papa de pie frente a la recepción de un hotel pagando la cuenta. ¡No es cosa de Papa!», «tuiteó» Donald Trump el martes 19 de marzo por la tarde, día en el que Papa Francisco celebró la misa con la que comenzó su Pontificado. Y a todos los que le hicieron notar que el Papa no necesitaba ir ostentando, como él, su grandeza, respondió en tono bromista: «¡Es por eso que yo nunca seré Papa!». Pero el día de la primera Navidad del Pontificado bergogliano, en la mágica atmósfera neoyorquina llena de luces y de buenos sentimientos, Trump encontró palabras para expresar la fascinación que le provocaba el obispo de Roma: «El nuevo Papa», escribió el 25 de diciembre de 2013 por la tarde, «es un hombre humilde, justo como yo, y esto probablemente explica por qué me gusta tanto». La declaración de afecto por Papa Francisco, con todo y profesión de humildad, fue «retuiteada» más de 5 mil veces.

Los «tuits» de Trump sobre Papa Francisco no solo tienen que ver con sus declaradas afinidades o diferencias. En abril de 2014, las elecciones presidenciales todavía estaban lejos. Quién sabe si Trump ya estaba considerando presentarse como candidato. Pero mientras tanto se divertía «tuiteando» y en sus ocurrencias también citaba Bergoglio. Le preguntaron que a quién le habría gustado tener como huésped en «The Celebrity Apprentice», el programa que él mismo creó y condujo (para la red Nbc) desde 2008 y en el que cada semana diferentes personas famosas, en diferentes equipos, compiten para reunir la mayor cantidad posible de dinero que será ofrecido en beneficencia. El respondió sin chistar: «¡El Papa!».

El presidente electo de los Estados Unidos ya se ocupaba de las cuestiones vaticanas antes de la llegada de Papa Francisco. En Twitter expresó su opinión sobre la decisión de Benedicto XVI de renunciar al Papado, indicando, con su acostumbrado tono áspero y franco, su absoluto desacuerdo: «El Papa», escribió Trump en su cuenta el 27 de febrero de 2013, «no habría debido renunciar. Habría debido continuar. Esto le hace mal a él y a la Iglesia».

Vatican Insider

Violenta clausura del Año de la misericordia en Osorno por Juan Carlos Claret



"¿A dónde quiere llevarnos la Iglesia?


"Nos golpearon violentamente con pies y manos, nos empujaron y botaron al suelo, arrastrándonos sin compasión"


(Juan Carlos Claret).- Hace unas semanas atrás estábamos optimistas. Esto, porque tras reiterados intentos de diálogo con el obispo Barros y que él ha desestimado sistemáticamente, nos dirigimos el pasado 11 de Noviembre a la clausura de la 112° Asamblea Plenaria del Episcopado para ofrecer diálogo "aquí y ahora", incluyendo al obispo Barros.
Como el obispo se arrancó como un fugitivo sin mediar aviso, decidimos protestar. Sin embargo, gracias a gestiones del nuevo Comité Permanente, fuimos recibidos por una comisión de obispos. Nos escucharon y quedaron en informar al colegio episcopal, aunque no se comprometieron en buscar soluciones, excusándose en que es el Papa quien debe ofrecerlas. Sobre esto, volveré más adelante.
Fue significativo ese encuentro porque, más allá de las intensas emociones allí vividas, después de casi dos años de la imposición de Barros, por fin había un gesto concreto del Episcopado de reconocernos como hijos e hijas de la Iglesia, en contraste con lo testimoniado hasta ahora por el obispo Barros. 
La esperanza vivida en Punta de Tralca duró poco. 
El domingo 20 de Noviembre, Mons. Barros presidió las primeras comuniones en la parroquia Sagrada Familia de Río Negro. Nueve integrantes de la Organización fueron a manifestarse usando el método pacífico de levantar silenciosamente carteles implorando "Renuncia", lo que incluye retirarse posteriormente sin dar motivo de escándalo. Consideramos que si se levantan carteles en misa felicitando a un seminarista que se ordena diácono o saludando al obispo, es igualmente lícito hacerlo para persuadir a un hermano que se niega a ser corregido por la comunidad.
De repente sobrevino una trifulca caótica en el templo, iniciada por un grupo de personas lideradas por la Hna. Nancy Igor, de la congregación de las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón. Nos golpearon violentamente con pies y manos, nos empujaron y botaron al suelo, arrastrándonos sin compasión. Una mujer de nuestra organización, recientemente operada por un cáncer mamario, fue golpeada en sus senos por un hombre macizo. También fueron golpeadas Silvana e Ivette que resultaron severamente lesionadas, una de ellas con daños en la vista.
Con una violencia desmedida, la hermana Nancy, quien agredió a una persona que la grababa, expulsó del templo a los manifestantes.
Curiosamente, hace un año se abría la Puerta Santa de la Catedral de Osorno para inaugurar el Año de la Misericordia, y ahora se cerraban con fuerza y con violencia las puertas de una parroquia para concluir tristemente el jubileo de la Misericordia, dejando una contundente evidencia de cómo transcurre la vida pastoral de la Iglesia de Osorno. Y así de triste ha sido todo el año que de júbilo tuvo poco en nuestra diócesis.

En vista de la gravedad de los hechos, las personas afectadas concurrieron a constatar lesiones para denunciar las querellas respectivas, incluyendo la demanda contra la religiosa, por amenazas. De estos lamentables hechos constan pruebas y testigos presenciales que avalan la verdad de lo descrito.
Recurriremos a todas las acciones jurídicas que nos asiste el derecho para sancionar a los responsables y para proteger a los inocentes.
Como una rabiosa ironía, mientras todo esto ocurría en el interior del templo, un solitario obispo Barros animaba a su feligresía a cantar el himno eucarístico "Juntos como hermanos", dando prueba irrefutable de profanar brutalmente la sagrada liturgia.

Y, como una paradoja solemne, el obispo Barros continuó luego predicando, diciendo a los niños que esperaban recibir la Primera Comunión:

"Recordemos que el Papa es el Vicario de Cristo, es el elegido por Jesús para que lo represente en el mundo. Hoy nuestro querido Papa. Seguir sus enseñanzas en el Evangelio es seguir lo que Dios quiere para nosotros. Y a propósito de lo que pasó, yo estoy aquí porque el Papa me ha mandado. Y un católico, más aún un obispo, debe seguir lo que Dios manifiesta... a otras personas, por algunas cosas que escuchan por ahí, piensan lo contrario. Un católico, más aún, un sacerdote, una religiosa, un obispo, tiene que actuar según lo que Dios le ha señalado. Y nosotros creemos que el Papa es quien nos señala la voluntad de Dios."
Las palabras del obispo son elocuentes, en cuanto demuestran la manipulación que hace de las conciencias pueriles y cómo tergiversa indebidamente la voz de Dios y la voluntad del Papa. En ello se demuestra que el obispo Juan Barros es un aventajado discípulo de Fernando Karadima, un feroz manipulador de conciencias de menores.
¿Sabe el Papa el uso que le está dando el obispo Barros a su autoridad? 

Explícitamente, y con los hechos relatados, el obispo Barros desautoriza y contradice a sus hermanos en el episcopado, que días antes nos habían acogido como auténticos pastores.

Lo ocurrido aquel domingo es una manifestación del agotamiento, la irritación, el desgaste y el sufrimiento que vive la diócesis de Osorno. Los sacerdotes están agotados. Algunos se fueron de la diócesis, otros están listos para irse. Los que se quedan prefieren están desmoralizados; mientras los templos se van vaciando y los escándalos de tanta vergüenza no cesan.
Como joven me pregunto ¿a dónde quiere llevarnos la Iglesia? Mis recuerdos de una niñez marcada por una diócesis pujante y unida van quedando en el pasado. ¿Qué paso con esa Iglesia donde me crie, donde aprendí, donde trabajé, amé y sufrí? Ya no queda nada. Sólo espero que pronto rindan cuenta los que nos obligan a vivir esta pesadilla pastoral.
Estimado José Manuel, recibe mi saludo agradecido por la oportunidad que me das para compartir mi tristeza y la de muchísimos católicos de Osorno y de mi país, a través de Religión Digital.


RD

JESUITAS. Kolvenbach: mística y política

Peter-Hans Kolvenbach, SJ

Ha fallecido el P. Peter-Hans Kolvenbach, que fue Superior General de la Compañía de Jesús entre 1983 y 2008. Como homenaje agradecido, ofrecemos aquí un resumen (o, mejor, una recopilación de frases selectas) de su conferencia “Mística y política de Ignacio de Loyola”, pronunciada en Bolonia (Italia) el 26 de febrero de 1991.
  • Ignacio, hombre místico y hombre político
Una precisión sobre el término “política”. Puede ser entendida como la concepción del gobierno de los estados y la organización del poder, el arte y la práctica del gobierno en una cierta sociedad por medio de un partido o de un programa. En este sentido “estatal”, la política no es ciertamente competencia del ámbito religioso en el cual se mueve la Iglesia. Pero la política significa también el servicio del bien común, la búsqueda de relaciones armoniosas y de soluciones a los conflictos entre las sociedades. Que el hombre quiera o no, estos hechos y gestos tienen una dimensión socio-política.
  • Ignacio en la política de su tiempo
El reconocer una estructura de pecado (según la expresión misma de Juan Pablo II) en el interior de la historia humana en la cual, a pesar de todo, Dios crucificado permanece presente, es el origen del realismo político y del optimismo místico de Ignacio.
  • La superación mística de la política
Es en la célebre contemplación del Reino de Cristo donde Ignacio muestra claramente que la política no basta. Para Ignacio “sola política” significaría solamente esto: penar con Cristo, trabajar como asociado en una empresa, aun siendo evangélica. Contemplando la persona de Cristo y su obra por el reino de su Padre, Ignacio toma conciencia de  que la respuesta a la llamada de Cristo no puede ser un simple acuerdo de trabajo para participar en la tarea evangelizadora, sino que implica siempre una consagración mística de todo su propio ser a la persona de Cristo. La política consistirá entonces en el estar, de ahora en adelante, señalado con los rasgos de los misterios de la vida de Cristo.
  • Mística de servicio
La de Ignacio es una mística de servicio; menos de estar en Cristo que de estar con Cristo en su obra de salvación. Es entonces un doble “estar con” como en la Alianza: un estar con Dios en un movimiento de consagración y un estar con el mundo, la creación, la sociedad humana por medio de un movimiento de comunión. Ignacio verifica poco a poco que sólo puede en verdad “estar con Dios” si consiente “estar con el mundo” y este doble estar con Dios y el mundo se unifica en la decisión de estar con Cristo.
  • La prioridad del pobre
Precisamente porque ama igualmente a todos los hombres, Dios concede una prioridad a los pobres. Cuando el rico y el pobre son tratados de igual modo, la igualdad en realidad no existe. Podríamos acusar a Dios de hacer acepción de personas, si no concediese una atención privilegiada a los pobres. Podríamos acusar a Ignacio de una política de élite si no concediese, en su acción hacia los que están arriba, una atención privilegiada a los que están abajo. Este aspecto de la actividad de Ignacio muestra claramente el punto de unión entre mística cristocéntrica y política social.
  • Mística de abajamiento
Ignacio ha aprendido místicamente de su Señor que una salvación ofrecida a todos sin excepción, universalmente, aunque según las palabras mismas de Cristo, la buena nueva sea anunciada a los pobres. Políticamente, Ignacio vive en una concepción del mundo donde la imagen de Evangelio es absolutamente imposible servir a los que están abajo sin entrar en una relación siempre más cristiana con los que están arriba porque, por otra parte, los que están arriba no pueden llamarse cristianos sin imitar al Señor que se hace siervo, siendo la bienaventuranza de los que están abajo.
  • Contemplativo en la acción
Fue Jerónimo Nadal quien definió a Ignacio como “un contemplativo en la misma acción”. Un  santo mundano: “en todo, palabras y acciones era consciente de la presencia de Dios, sensible a esta presencia, que sentía sobrenaturalmente atractiva”. Es cierto que este ideal puede llevar a una política que abusa de lo religioso o una mística manipulada hábilmente por la política; y de hecho, implica un problema concreto en la vida del que es llamado a vivir esta espiritualidad. Por eso, es necesario volver aquí a la orientación cristocéntrica de la espiritualidad de Ignacio. Quien es perfectamente contemplativo en la acción es ciertamente Cristo.
entreParéntesis

La movilidad urbana y nuestra responsabilidad social por Xavier Pifarré



Me lanzo a analizar algo que llevo tiempo cocinando en mi mente. Desde siempre me he interesado por las distintas formas de movilidad urbana y, en especial, por los aspectos relacionados con la sostenibilidad ambiental y la salud pública. Hace muchos años que colaboro con colectivos ciclistas de Madrid, y participo en muchas reivindicaciones relacionadas con el desarrollo de la movilidad ciclista.
Aunque hace ya tiempo que hay evidencias acerca de los perjuicios de la polución sobre la salud, hace solo pocos meses que esta cuestión ha saltado a las portadas de los informativos. Se escribió algo cuando, por fin, en 2013, la OMS añadió la contaminación atmosférica a la lista de agentes cancerígenos; pero la noticia pasó casi inadvertida.
Es curioso pensar que, ya en 2005, la Agencia Europea de Medio Ambiente estimaba que eran 5 millones los años de vida perdidos, anualmente, por el total de la población europea por culpa de las muertes prematuras achacables a la contaminación. En el informe “Air quality in Europe-2016”, la misma Agencia cifra en más de 29.000 las muertes prematuras achacables a la polución a lo largo del 2015, sólo en España; cabe recordar que las muertes en accidentes de tráfico en nuestro país rondan “sólo” las 1.200 al año, y son motivo permanente de preocupación. Son datos demoledores que no se leen ni se publican. Hay que buscarlos.
A todo ello cabe añadir que, al menos en las grandes ciudades, más del 70% de monóxido de carbono, partículas PM2,5 y óxidos de nitrógeno proceden de los motores de los vehículos. Por lo tanto, hay una relación clara e indiscutible entre el uso (y abuso) del vehículo privado a motor y la salud de los ciudadanos/as.
Pero han tenido que ser las primeras y recientes restricciones al tráfico, en algunas ciudades españolas, las que activaran el debate sobre todo ello. ¡Qué alegría –pensé-, que al final los medios se hagan eco de esta realidad!. Ingenuo de mí…. Pronto pude advertir, sin apenas dar crédito, cómo muchos periódicos e informativos convertían esas medidas antipolución en arma política y analizaban solo los perjuicios causados por las restricciones y prohibiciones, sin citar apenas el porqué de las mismas.

Me entristece profundamente constatar cómo una parte importante de la sociedad antepone la libertad de usar el coche por delante del derecho a la salud y a la vida (propias y de nuestros conciudadanos/as). Me preocupa que tengamos que esperar a las restricciones y a las prohibiciones porque no somos capaces de dejar el coche de forma voluntaria, a pesar de los avisos de picos de contaminación y de las advertencias de unas autoridades que, por fin, parecen implicarse en el problema.
Y todo ello me lleva a reflexionar sobre la sociedad que hemos construido. ¿Qué ha sido de la capacidad de analizar, juzgar y actuar en consecuencia? ¿Por qué tenemos que llegar a las prohibiciones y a las restricciones en temas tan serios y tan evidentes? ¿Somos realmente una sociedad adulta?
He tenido ocasión de comentar estas cosas con varios compañeros y allegados. La mayoría son conscientes del problema, pero son incapaces de cambiar de hábitos de movilidad. Ni siquiera en épocas con altos índices de contaminación. Es cierto que el coche reduce tiempos de desplazamientos en muchas ocasiones. Pero, ¿cómo podemos esgrimir ese argumento para justificar el aumento de enfermedades y fallecimientos? ¿No somos capaces de montarnos en el bus, en el metro, pedalear o, simplemente, caminar, sabiendo que con ello contribuimos al bien común, mejorando la salud y la calidad de vida de nuestros vecinos y vecinas…?
Porque, fijaos, no he citado para nada el efecto global que sobre el clima puede tener un uso inadecuado de nuestros vehículos. Entiendo que nos cueste calibrar las consecuencias, lejanas, de nuestras emisiones (cercanas). Pero no hablo de eso; hablo de que el cáncer de pulmón de nuestro vecino del tercero (que nunca ha fumado) pueda ser probablemente debido a la mala calidad del aire que ha respirado durante años y a la que yo he contribuido con el uso (muchas veces evitable) de mi coche.
Tengo la sensación de que, al menos en las grandes ciudades, los cambios de estilo de vida tienen un escollo importante en el ámbito de la movilidad. ¡Ojalá me equivoque! En cualquier caso, bienvenido el debate, aunque tenga que partir de prohibiciones y restricciones.
Imagen principal tomada de http://comparko.com/blog/contaminacion-en-madrid/
Imagen secundaria tomada de http://www.transportealdia.es/wp-content/uploads/2015/10/La-contaminacion-por-ozono-se-expande-fuera-de-la-ciudad-de-Madrid.jpg

Xavier Pifarré
entreParéntesis

Algo para pensar y orar en esta semana. Limpiar nuestra alma



Limpiar nuestra alma

La gran purga de cada rincón de nuestro hogar a comenzado. Estamos en el proceso de compartir juguetes, ropa usada y artículos que sobran. Estamos dejando que se vayan cosas que habíamos dejado “por si acaso”, y otras que nos han abarrotado la vida porque no nos hemos dado el tiempo para botarlas en forma periódica. El espacio que estamos recuperando es liberador. Hay más lugares para moverse y para vivir. Hay más espacio para enfocarnos en cosas que verdaderamente importan – y esas cosas no son cosas.
Mientras limpiamos los trastos de nuestra casa, me recuerdo que el Adviento es un gran momento para limpiar nuestros trastos espirituales. Me pregunto, cuando venga Jesús, ¿habrá espacio para Él en nuestro hogar, o encontrará mi corazón y alma abarrotados? ¿Estoy amarrado con cosas que no necesito por el temor del “por si acaso? O, ¿tengo suficiente confianza en Él para dejar que todo se vaya? ¿Me he tomado el tiempo suficiente para liberar espacio para Él? De hecho, ¿es Jesús mi prioridad, o son cosas y otros agregados? Cuando Él venga ¿podré responderle libremente, o mis movimientos estarán impedido por cosas que me amarran? Desear limpiar mi alma, significa ser capaz de abrir de par en par la puerta de mi corazón, y sin ningún temor, dejar irse todo aquello que podría impedir que Él entrara. ¿Puedo hacer eso?
Rebecca Ruiz
Espacio Sagrado

Saturday, November 26, 2016

Francisco y Fidel Castro: Dos revolucionarios frente a frente


Muere el expresidente cubano a la edad de 90 años de edad


Texto escrito el 21 de septiembre de 2015 durante la visita del Papa a Cuba


(José M. Vidal).- Hay curiosidad, admiración y respeto en sus miradas. Dos líderes, frente a frente. Fidel Castro, con sus 89 años a cuestas y retirado de la vida pública, pero siempre consciente de ser un icono mundial. Y Francisco, el Papa de la misericordia, pero también el nuevo líder global, idolatrado por las masas de todo el mundo. El Pontífice que, en menos de dos años, cambió el rostro de la Iglesia, puso en marcha la primavera vaticana y se convirtió en un icono de esperanza para los "descartados".
Dos personas sabias y cargadas de la experiencia vital que dan los años vividos. Seguro que ambos tenían ganas de verse, saludarse y hablarse. Fidel estaría deseando conocer al Papa argentino, al primer Papa latinoamericano, al Papa que está sacando los colores al capitalismo salvaje y que quiere inaugurar una nueva era para la "casa común" basada en la misericordia y en la paz samaritana.
Bergoglio también estaría deseando ver a Fidel, el icono, el comandante, el líder máximo e incombustible, el jefe durante décadas del único país comunista del mundo que no persiguió a la Iglesia católica. El Fidel que estudió con sus hermanos jesuitas en La Habana. Quizás, por eso, los regalos que se intercambiaron apuntaron a esas coordenadas.
Fidel le regaló al Papa el libro del dominico Frei Betto, titulado Fidel y la religión, todo un clásico, para explicar la especial religiosidad del líder cubano, una especie de ateo devoto. Y el Papa le correspondió con libros de Armando Llorente, el jesuita fallecido que fue profesor y mentor de Fidel Castro en el Colegio de Belén de La Habana en la década de 1940. Sin que faltase su última encíclica, 'Laudato Si', sobre la ecología integral.
Dos personajes planetarios, uno en su ocaso y otro en su apogeo. Dos iconos de sendas revoluciones. La de Fidel, un intento de socialismo basado en la igualdad con mermas evidentes de libertad, en retirada. La de Francisco, basada en la igualdad de la misericordia, que podría imponerse en la 'aldea global'.
Dos hombres de empuje y de carácter. Uno marcó su tierra y extendió incluso su influencia sobre todo por Latinoamérica. El otro, está llegando al corazón de las masas de todo el mundo, con sus gestos y con su discurso basado en la "ternura de Dios" y en la denuncia de las injusticias que provoca un "sistema inicuo". Los dos y, lógicamente cada cual a su manera, lucharon por la dignidad de la persona humana, por los descartados, por los abandonados en las cuentas de la vida, por los parias de la humanidad.
Dos hombres que optaron por abrir caminos, asumiendo el riesgo de equivocarse.
Era la foto esperada. Será la foto o una de las fotos de la visita del Papa a Cuba que permanezca en el tiempo y pase a la Historia. Dos luchadores frente a frente. Dos hombres que optaron por abrir caminos, asumiendo el riesgo de equivocarse. Porque, como dice Francisco, "prefiero una Iglesia accidentada que parada" o "prefiero pedir perdón que permiso".
Lo de menos es ya de lo que hablaron. Dicen que del medio ambiente. Lo importante fueron las miradas y los sobreentendidos. ¡Quién le iba a decir al viejo comandante que iba a saludar a un Papa de la misma tierra que su amado Che Guevara, que, si hoy viviera, tendría 87 años, y se sentiría feliz con su paisano!
Una foto que resume, pues, casi un siglo de historia latinoamericana.
Y quizás el Papa pensase, como muchos latinoamericanos, que la "revolución cubana", a pesar de sus muchos defectos y errores, fue un ejemplo de resistencia y, en cierto, sentido, una opción preferencial por el pueblo, por los más humildes. Al estilo de la Teología de la Liberación o de la Teología del Pueblo, que es la que siempre siguió Francisco.
Una foto que resume, pues, casi un siglo de historia latinoamericana. Con un comandante, que ya no viste el traje verde-oliva, sino el chandal azul, con la marca Adidas, una de las grandes multinacionales capitalistas. Y con un Papa, llegado del fin del mundo argentino, que ha encendido la llama de la revolución de la misericordia en la Iglesia y en el mundo. Ángel y demonio, dirán algunos. Dos grandes líderes, dirán otros.
RD

JESUITAS: Muere el padre Peter-Hans Kolvenbach



Fue General de la Compañía 24 años


Fue también el primer Prepósito que renunció al cargo


(Jesuitas).- Esta tarde ha fallecido en Beirut el P. Kolvenbach, quiere fuera durante 24 años y cuatro meses P. General de la Compañía de Jesús. Nació en 1928 en Druten, en los Países Bajos. Su padre era comerciante en Nimega, donde se traslada desde niño y donde es alumno en el Canisius College.
Su formación juvenil transcurre en los años de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi, un contexto que según reconoce él mismo, le provocó una desilusión por la política y las ideologías. El 1948 ingresa en la Compañía de Jesús, en el noviciado de Mariëndaal, en Grave. Cursa estudios de Filosofía y Lingüística, y en 1958 es enviado al Líbano. Estudia Teología en la Universidad de San José deBeirut, donde también ejerce como profesor. Estudia armenio y se ordena sacerdote por el rito cristiano armenio.
En el Líbano pasa más de 20 años, que marcan profundamente su formación y personalidad. Este período supone para él una inmersión en el mundo Oriental: estudia y conoce a fondo las lenguas así como las tradiciones culturales y espirituales orientales. Esta experiencia lo convierte en un defensor del ecumenismo y un experto en el Próximo Oriente, y marca su perfil dialogante y reservado. Es responsable de los estudiantes jesuitas de la Universidad de San José, ejerce como profesor en el Instituto de Filosofía de la misma universidad y como profesor de lingüística general y armenio en el Instituto de Lenguas Orientales de Beirut.
En 1974 es nombrado Provincial dela Vice-Provincia del Próximo Oriente, que abarca Egipto, Siria, Líbano y Turquía. El mismo año participa en Roma en la Congregación General 32, convocada por Pedro Arrupe, y que marca un momento muy importante en la historia de la Compañía de Jesús, por el compromiso adoptado por la promoción de la justicia como parte integrante de la fe. Ocupa el cargo de Provincial durante 7 años, en los que ha de vivir circunstancias dramáticas: son los años de la guerra civil en el Líbano, la misma Universidad de Beirut fue blanco de ataques y varios jesuitas fueron asesinados o secuestrados.
Como Provincial mantuvo contactos con varios grupos en favor de las víctimas y del diálogo. Años después reconoce que es quizás esta experiencia la que más le preparó para el cargo que ocuparía después como General de los jesuitas.
El año 1981, el P. Arrupe lo nombra Rector del Pontificio Instituto Oriental de Roma, que se ocupa de las Iglesias Orientales, y está muy comprometido en el diálogo ecuménico. Después de sufrir el P. Arrupe un grave problema de salud, se convoca la Congregación General 33, para elegir nuevo General. El 13 de septiembre de 1983, Peter-Hans Kolvenbach es elegido como Superior General de los Jesuitas.
Desde entonces, participó en numerosos Sínodos, dirigió los Ejercicios Espirituales del Papa Juan Pablo II y sus colaboradores, y presidió la Congregación General 34 de laCompañía de Jesús. Fue miembro de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, Vice-Gran Canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana, del Pontificio Instituto Bíblico y del Pontificio Instituto Oriental. También fue Consultor de la Congregación para las Iglesias Orientales, y miembro de las Congregaciones para la Evangelización de los Pueblos y para los Institutos de Vida Consagrada.
El 7 de enero de 2008, en la primera sesión formal de la Congregación General 35, se aceptó su renuncia. Sería sucedido por el P. Adolfo Nicolás.
Volvería al Líbano, donde ha vivido sus últimos años.

RD

Kolvenbach, un General tranquilo para una época convulsa


No es fácil suceder a un personaje carismático, querido y conocido en todo el mundo. No es fácil porque inmediatamente surgirán expectativas, comparaciones y quizás críticas por no ser tu predecesor. Ese fue el formidable reto que se encontró Peter-Hans Kolvenbach cuando fue elegido General de la Compañía de Jesús por la Congregación General 33, tras el largo y complejo generalato de Pedro Arrupe. La renuncia de Arrupe, precipitada por la enfermedad, y un período de tensión con la Santa Sede que puso al frente de la Compañía de manera provisional a los padres Dezza y Pittau, terminó con el nombramiento de Kolvenbach el 13 de septiembre de 1983. Desde entonces, y durante los siguientes 24 años, llevó el timón de la Compañía de Jesús. Y consiguió lo que antes definíamos como tan difícil: suceder a Arrupe sin quedar eclipsado por su sombra. Kolvenbach fue el hombre tranquilo, de perfil sereno, de ingenio sutil, de voz templada, discurso sólido y actitud paciente, que se empeñó en continuar los cambios que había emprendido la Compañía de Jesús durante las décadas anteriores. Lo que con Arrupe había sido impulso, intuición y profecía, se consolidó con Kolvenbach en forma de tendencia, solidez y sabiduría. Su liderazgo ayudó a reparar algunas relaciones heridas, llevó a institucionalizar lo que había surgido de manera genial en los años anteriores, y dejó que el tiempo ayudase a reafirmar lo que el Espíritu había suscitado en la Compañía que abrazó la fe y la justicia. 
Durante más de dos décadas viajó por todo el mundo para encontrar a los jesuitas de un mundo en rápida transformación. Su reflexión y su palabra vino a ser un contrapeso a ese cambio acelerado que sacudía el mundo y la Compañía, que estaba transformándose demográfica y geográficamente como nunca antes. Sus discursos y documentos sobre distintos aspectos de la vida en la SJ, sobre todas las etapas de la formación y todos los aspectos de la misión siguen siendo hoy una referencia para entender quiénes somos los jesuitas en este siglo XXI.
Tras su renuncia, en 2008, volvió a Líbano donde había sido provincial con anterioridad. Y allí siguió, discreto, hasta su muerte este 26 de noviembre, sabiendo retirarse del primer plano y lejos de titulares y reconocimientos. Porque así son los jefes según el evangelio. Gente que sabe cómo servir, en la vanguardia y en la retaguardia, liderando y apoyando. Por todo eso, vaya aquí nuestra gratitud.  

Jesuitas de España