Friday, July 28, 2017

Hay que despertar a los profetas por Esteban Morales Herrera, SJ



Vivimos tiempos cruciales para el mundo. Nunca antes en la historia de la humanidad, hemos tenido la oportunidad de reparar, conciliar y re-crear todo el horror que ha obscurecido la mirada y ha ahogado el corazón de los más vulnerables. Podríamos decir que tenemos ante nosotros el camino abierto en dos direcciones: la primera, escoger la muerte y la guerra que continuarían la vorágine de dolor, especialmente, a los más frágiles. La segunda, permitirnos fecundar un futuro de inclusión, bajo el cielo repleto de oportunidades de respeto y hospitalidad como artesanos de la paz. Ambos caminos están abiertos, depende de nosotros, en el espacio sagrado de la consciencia, discernir y elegir cuál nos lleva a la verdadera vida. No podemos permitirnos repetir los errores de estos últimos años de barbarie, donde hemos asistido a genocidios e infanticidios que la historia difícilmente nos perdonará.
Así, experimentamos de nuevo que en el centro nos viene al encuentro Jesús, artesano de la paz, que nos está llamando. No estamos de lado de los monstruos de la guerra, que, enfermos de poder, están cegados y no ven la frágil flor que despliega su sencillez y su perfume en los prados. Sí, ellos quieren seducir nuestras sensibilidades con sus cifras “veraces”, sus sonrisas pulcras y los tratamientos capilares que doran sus canas. Mentiras camufladas de civilización y tragedias atenuadas en nombre de la bondad de unos contra la maldad de otros. ¡Hipócritas! Su corrupción aplica su peso indomable, su locura armamentista y su dinero “sucio” aturde el quejido tenue de los niños sirios, los migrantes africanos, o las niñas Wayuu colombianas. Sí, estos monstruos de la guerra, hombres y mujeres codiciosos parecieran pulpos sedientos de todo cuanto se les atraviese. No. A ellos no los elegimos, ni su discurso refinado que esconde un veneno que está llevando a la humanidad a su autodestrucción.
De repente, la escena se paraliza y acude la impetuosa fuerza de la esperanza. Sí. Nosotros estamos más locos y nuestra confianza está en las delicadas manos de un Nazareno, sereno y de mirada vivaz. Buscamos con sencillez exorcizar esos demonios que se visten de buenas intenciones y discursos de mano firme y corazón grande. Puras tretas del Mal espíritu, como diría San Ignacio de Loyola. Abriga en tu corazón la certeza que cantó Antonio Calle: tú y yo vamos a reventarnos por dentro para que otros se sanen: pues no tenemos otro oficio que remendar corazones. Cerrar la sangrienta herida que está manando dolor ,mientras la mía entretanto ,mientras curo las ajenas, se vaya abriendo a girones como el botón de la flor.
Mira, tú que lees estas líneas. Despierta, elige el camino de la vida. Les hacemos un llamado a hacer lío como dice el Papa Francisco. A no conformarnos con esta barbarie y a no adormilar nuestra consciencia ante los misiles, las deudas externas y los muros. Entra en tu interior. Sí, silencia tu cuerpo todo y que las fibras de tu carne y sangre entren en sincronía con la sinfonía de la serenidad. Verás que el Espíritu de la paz te habita y busca abrirse paso en medio de tus entrañas. Dale toda la fuerza, audacia y creatividad que merece: con una sensatez espiritual fruto de hallar tus raíces en Jesús. Sin codicia, ni pretensiones cínicas, acude cuando veas que las violencias se te esconden en los rincones debajo de tu piel. Lucha para que te despierte cada noticia o cada mirada maltratada que encuentras en la calle, de aquellos que sufren el peso de los monstruos del poder.Por respeto a las víctimas: ellos no merecen sufrir más injusticias. Claro, hay injusticias que se alimentan de nuestra falta de valentía al momento de cambiar todas estas estructuras sociales discriminatorias y excluyentes. Abre tu corazón a las manos de la inclusión, no te escondas cuando el otro te diga su origen, orientación sexual o condición económica. Busca sembrar confianza en cada respiración, no te conviertas en un ser vacío o congelado en tus buenas costumbres, y no dejes que venza el desánimo enquistado en tus argumentos o actos. Deja que Jesús te llame a ser reconciliador con toda la luz, bondad y belleza que la vida te ha regalado. Hagámoslo desde nuestras acciones cotidianas, con la ternura y la bondad saliendo a borbotones por los ojos. Así permitirás que las únicas lágrimas que ayudes a correr en medio de las mejillas, sean las de las carcajadas y la alegría que no conoce orillas y que se fecunda del Espíritu de la paz.
Esteban Morales Herrera sj
pastoralsj

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