Friday, April 19, 2019

¿Qué hace Dios en una cruz? por José Antonio Pagola


Escena de ’33, El Musical

Según el relato evangélico, los que pasan ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlan de él y, riéndose de su impotencia, le dicen: “Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz”. Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.
Las preguntas son inevitables: ¿cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?
Un “Dios crucificado” constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los seres humanos nos hacemos de la divinidad. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser supremo.
El “Dios crucificado” no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los seres humanos, sino un Dios omnipotente y humillad que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la cruz, o termina nuestra fe en Dios o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.
Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.
Este “Dios crucificado” no permite una fe frívola y egoísta en un Dios al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento y el abandono de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos a cualquier crucificado.
Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el “Dios crucificado”. Hemos aprendido incluso a levantar nuestra mirada hacia la cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la pasión del Señor es reavivar nuestra compasión hacia los que sufren. Sin esto se diluye nuestra fe en el “Dios crucificado” y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones.

José Antonio Pagola
Vida Nueva

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