Wednesday, April 11, 2007

Algo para pensar y orar en esta semana


En la mañana de la Resurrección, los apóstoles y las santas mujeres no vieron un fantasma de Jesús. Lo vieron en su cuerpo carnal, pero en una carne distinta, tal como el árbol es diferente de la semilla que lo formó.
Nos encontramos frente al misterio del cuerpo, no sólo el de Jesús, sino que también del nuestro; un cuerpo que nos representará como lo mejor de nosotros, no mellará nuestro espíritu con cansancio y rebeliones, sino que lo expresará con alegría y naturalidad.
Este es un misterio que escapa a nuestra imaginación; pero que es el centro de nuestra fe. Cuando nos deseamos unas felices Pascuas, no se trata de desearnos tres días de descanso en un cómodo sofá, sino la profunda alegría de saber que la mejor parte de nosotros va a engañar al sepulcro.
Nuestros cansados huesos, pesadas carnes, blandos cerebros, contienen las semillas de esa resurrección. Ninguno de nosotros somos mortales.
Fuente: espacio Sagrado

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