Corpus Christi o Cuerpo de Cristo. Fiesta que se remonta al siglo XIII. Fue el Papa Urbano IV en 1264 quien ordenó que se celebrara y cuya finalidad era proclamar y aumentar la fe en Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento. Pero no nos debemos de quedar sólo en la Eucaristía, sino que tenemos que ser capaces de hacerlo vida, cotidianidad, presencia…
A veces no nos resulta fácil aceptar la verdadera presencia de Dios en la historia. Nos han enseñado a pensar en Él como en un Dios de sacrificios y ritos, ¡nada más lejos de la realidad! Seamos capaces de sentirle a nuestro alcance, nos coge de la mano, nos atrae por el hambre y la sed, haciéndose presente y ofreciéndose en la cotidianidad.
La comunión con Él nos compromete a una disponibilidad. A saber lavar los pies y a hacernos pan, algo, por otra parte nada fácil, ya que eso supondría una renuncia a nosotros mismos, a aprender a vivir no sólo para nuestra persona y a entender que lo mío es “de” y “para” los demás.
Igual que Él hizo, debemos aprender a dejarnos amasar, cocer y partir. Ser pan partido y repartido que se entrega sin límites. Pero ese “dejarse” significa que debemos ser humildes, saber no figurar en los platos exquisitos, pero estando siempre ahí…
Tenemos que ser capaces de dejarnos cocer por el fuego del amor y del Espíritu para poder llevarlo a la vida, de manera que esta fiesta no se nos quede solo en lo divino, sino también en lo humano.
Ana Bou
Laica, emprendedora, estudiante de Filología Francesa y Teología.Me siento muy identificada con los más desfavorecidos de la sociedad, con aquellos que “no nos sirven” porque no producen lo que la sociedad demanda. A ellos es a quienes cada día intento dar lo mejor de mí.
Del Blog "Un minuto para el encuentro"
Periodista Digital
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