Friday, June 13, 2008

La obediencia: una opción libre de los religiosos

Publicada la Instrucción ‘El servicio de la autoridad y la obediencia’

(F. N. C.) La presentación, el 28 de mayo en el Vaticano, de la Instrucción El servicio de la autoridad y la obediencia, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica que preside el cardenal Franc Rodé fue recibida en los ambientes más críticos con una polvareda de suspicacia ante el temor a que se tratase de una llamada de atención a la vida religiosa (VR). “Obediencia a toda costa es la orden emitida a todos los religiosos del mundo”, destacaron las agencias de prensa. Y lo cierto es que también entre quienes consideran que los consagrados no son del todo inmunes a los aires de secularización dentro de la Iglesia, se interpretó este texto como un claro toque de atención.

Vida Nueva ha preguntado a los destinarios del texto. Y lo cierto es que, en ellos, hemos vuelto a encontrar grandes dosis de sentido común.


Jesús María Lecea, superior general de los escolapios, afirma que “nos encontramos con un redactado más bien exhortatorio y de pensamiento sobre una realidad importante en la consagración religiosa a través de los votos, en este caso del voto de obediencia. Aunque doctrinalmente no aporta novedades especiales, presenta novedad al ofrecer la posibilidad de volver a cosas básicas y fundamentales de la vida religiosa. El documento lo hace acudiendo a las raíces evangélicas -las más genuinas- de la espiritualidad de la consagración religiosa. Ésta es un camino especial y carismático de seguimiento de Cristo casto, obediente y pobre. En consecuencia, al hablar de la obediencia se hace necesario hacer hincapié en la imitación de Cristo obediente a la voluntad del Padre. En este intento se integran tanto el servicio de la autoridad como el ejercicio de la obediencia. Más aún, según el texto, el mismo servicio de autoridad va entendido y ejercido como una experiencia de obediencia a la voluntad de Dios. Superior y hermano de comunidad, ambos con el mismo intento, buscan cómo hacer presente en sus vidas, en la comunidad religiosa y en la misión apostólica, el cumplimiento de esa voluntad de Dios. No se con funden las funciones, pero se integran y armonizan en la misma búsqueda, que es la que puede dar significado y sentido al obedecer. Esta visión teológica se proyecta en una clave de sensibilidad humana importante, no siempre resuelta bien en las relaciones personales e institucionales de los religiosos y religiosas. La autoridad y la obediencia vienen enmarcadas en un respeto prioritario a la persona, en un clima de fraternidad, en un empeño por aunar fuerzas para la misión, de modo que ésta salga fortalecida por la conjunción de voluntades libres y liberadas de otras ataduras. Es así que el documento habla de llegar a vivir en la obediencia religiosa una experiencia de liberación personal”.


Añade Lecea que la instrucción entra en casos concretos conflictivos, pero no en su “análisis particularizado”. Queda implícito que sea cada congregación, comunidad, etc., “la que deberá, a partir de los principios generales, realizar su discernimiento de cómo ejercitarse en la obediencia. El texto, abunda el religioso, “reconoce expresamente las ‘muchas implicaciones’ del tema debido al ‘vasto mundo de la vida consagrada hoy (…) la gran diversidad de proyectos carismáticos y compromisos misioneros’. Esto no está dicho en el documento. Quizás ni fuera conveniente hacerlo. Queda como reto a los religiosos y religiosas hacerlo por sí mismos”, concluye.

Superar dificultades

Para Elías Royón, Provincial de España de la Compañía de Jesús, “el voto de obediencia tiene su razón de ser y su motivación, no tan sólo teológica, sino existencial, en el seguimiento y en la imitación de Jesucristo obediente a la voluntad del Padre. Jesús hace de su vida y ministerio una entrega a la voluntad del Padre. Este es el punto de partida del documento: la vida consagrada como búsqueda de Dios y de su voluntad. Una búsqueda guiada por el Espíritu en el que deben participar tanto el que ejerce el servicio de la autoridad, como el que obedece. Ambos buscan y obedecen a Dios. Hoy se hace necesario tener en cuenta la situación cultural en que se practica la obediencia para redescubrir sus fundamentos evangélicos y superar así las dificultades propias de nuestro tiempo. Éstas pueden debilitar la práctica de la obediencia religiosa, y sus motivaciones de fe. La estima de la libertad y la autonomía individual son, con razón, unos valores muy cotizados en nuestra cultura, pero pueden engendrar también actitudes de ‘autorrealización’ y de un insano individualismo que favorecen proyectos apostólicos personales y no proyectos discernidos junto a otros y llevados a la práctica en común. Como igualmente debilitar el espíritu de comunión y de pertenencia a un cuerpo apostólico, en el que todos se sienten responsables de la misión común, y atentos unos de otros. Por lo demás, la auténtica obediencia religiosa comporta un acto de libertad y, desde esa libertad, una opción de fe; por eso es obediencia religiosa, pero si la fe se debilita puede diluirse en una especie de obediencia funcional, necesaria en toda organización, pero que no en modo alguno es la que se profesa por el voto de obediencia”.


Para Camilo Maccise, el que fuera Padre General de los Carmelitas Descalzos y presidente de la Unión de Superiores Generales (USG), esta instrucción “no es una relectura del significado del voto de obediencia en estos tiempos de cambio. Su contenido está ya sustancialmente en otros documentos recientes sobre la vida consagrada. Tiene valores doctrinales y enfoques importantes, pero sigue insistiendo demasiado en las mediaciones humanas que, a veces, pueden ser ambiguas y, sin perder el espíritu de fe, cuestionadas con lealtad, porque ellas mismas están condicionadas por la historia, la cultura y la ideología. Si tenemos presente que en los últimos años se ha experimentado, en una gran parte del episcopado, una cierta prevención contra la VR, acusada sin más de practicar una pastoral paralela, un magisterio paralelo, de ser crítica de la autoridad eclesiástica, no aceptar sus directivas y romper la comunión eclesial, es claro que uno de los principales motivos de la Instrucción es precisamente el de llamar la atención a los religiosos y religiosas sobre la obediencia, pero desde un modelo de Iglesia que concibe la unidad como uniformidad y sumisión. Se afirma que la autoridad en la VR está llamada a mantener vivo el sentire cum Ecclesia que ‘implica una auténtica espiritualidad de comunión, esto es una relación efectiva y afectiva con los Pastores, ante todo con el Papa, centro de la unidad de la Iglesia’, con ‘una adhesión fiel a su Magisterio y al de los Obispos, como testimonio concreto de amor a la Iglesia y pasión por su unidad’ (n. 13, f). Desde luego que esto es totalmente válido, pero hay que entender esa comunión en forma adulta, lealmente crítica y dialogal y no concebirla como fruto de una sumisión ciega. Sería una negación de lo que el Vaticano II pedía a los Pastores y a todo el pueblo de Dios para vivir en comunión: un diálogo basado en la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades para que ‘haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo’ (GS 92).”.


El reportaje, que se publica en el nº 2.617 de Vida Nueva, continúa con más valiosos testimonios, como el de Asunción Codes, religiosa de la Compañía de Santa Teresa y ex vicepresidenta de la CONFER, así como el del Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristiana y ex presidente de la USG. También aporta su punto de vista en el documento el salesiano José Miguel Núñez, consejero regional para Europa del Este de dicha congregación.

Vida Nueva

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