Sunday, December 14, 2008

La homilía de Betania: ¿ACASO HABRÁ VENIDO?

Por Gustavo Vélez, mxy


“Surgió un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Venía como testigo para dar testimonio de la luz”. San Juan Cáp. 1.


1.- Algunos cristianos miran por encima del hombro a los judíos. Les causa compasión que continúen aguardando al Mesías. Pero si evaluamos nuestras vidas, más allá del folclore de Navidad, ¿si habrá venido para nosotros el Señor? El primero que advirtió la llegada de Dios a nuestra tierra fue san Juan Bautista. Dejó entonces su pueblo, Ain Karim según la tradición, para instalarse en las cercanías del Jordán. El evangelista lo señala como “testigo de la luz”. A quienes aceptaban su mensaje de conversión los invitaba a bañarse en el río, como señal de pureza y de transformación. Un rito muy usado entre los grupos religiosos de ayer y de hoy.




2.- El Precursor demuestra una clara conciencia de sí mismo. A los enviados por los sacerdotes y los levitas les responde: “No soy el Mesías”. Soy apenas la voz que clama en el desierto, preparando los caminos de Alguien mayor que yo. Señala además con insistencia la presencia del Salvador: “Entre vosotros hay uno que no conocéis”. En este conocimiento de Cristo podríamos distinguir dos niveles: La mayoría de nosotros verificamos que Él está presente. Nuestras conversación, nuestros afanes, especialmente ahora en Navidad, algo tienen que ver con el Señor. Todo este rebullicio de diciembre tiene como causa remota que Dios se hizo hombre.
Pero un segundo nivel consistiría en la aceptación personal y profunda de Jesús. Los manuales de teología hablan del Cristo histórico y del Cristo de la fe. El primero, aquel que nos presenta el Nuevo Testamento. Cuya existencia hizo eco, aunque de forma tangencial, en el mundo de hace dos mil años. El Cristo de la fe equivale a la resonancia que la persona de Jesús tenga en nosotros: Cómo condiciona nuestros criterios. Cómo orienta nuestra conducta. Cómo ilumina nuestra historia.




3.- Todo esto podría motivarnos a un examen serio. No ha de ser un ejercicio torturante, como se usó en pasados tiempos. Sería una evaluación serena pero objetiva, de cómo hemos vivido este año. Iríamos descubriendo asombrados todo cuanto el Señor ha hecho a favor nuestro. Allí cabe la expresión de Nuestra Señora en su cántico: “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”. Comprobaremos que cada uno de nosotros es un hijo de Dios, único e irrepetible. Que cada quien cuenta en este maravilloso concierto del universo y por lo tanto, no conviene desafinar.



3.- San Pablo les escribe a los fieles de Tesalónica: "Estad siempre alegres. En toda ocasión dad gracias. Examinadlo todo, quedándonos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad... El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas”.


-- Yo sí conozco el mar, afirmó una gaviota presumida: Alguna vez su agua salobre me salpicó las alas.


-- Conocemos el mar, dijeron los corales: Él arriba, sacudiendo sus olas. Y nosotros abajo, en el abismo, aferrados a una invencible roca. - Yo sí conozco el mar, le escuchamos a una estrella de mar de vistosos reflejos, sumergida en el océano. En él, por él existo. El me da mis colores y esa fosforescencia que despido en las noches de luna.


--Dicen que aquella estrella diminuta se había enamorado del mar.

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