Friday, December 26, 2008

No es un cuento de Navidad


A veces se dice que los melifluos sentimientos de paz, bien, amor y fraternidad propios de estos días son puro sentimentalismo creado por el ambiente, el subconsciente o incluso por los intereses comerciales que por desgracia imperan en estas fiestas tan comercializadas y que tradicionalmente se aprovechan del tirón de estos días para fomentar el consumismo y poder así hacer caja.

Yo estoy convencido que en el mundo hay “personas navideñas”, es decir seres que nos hacen creer mucho más en lo mejor que hay en cada humano. Recuerdo una familia “procedente del sur” que llegó a un pueblo europeo en medio de unas montañas con gente buena pero bastante cerrada de mollera y de costumbres. Hablaban otra lengua y tenían costumbres bastante diferentes de las de los lugareños.

Años después de aquella llegada y hablando con aquellos vecinos sobre aquellos nuevos llegados, me dijeron literalmente: “esos dos nos han cambiado la vida.” En la primera Navidad que pasaron en aquel lugar, la peculiar pareja preguntó al resto del vecindario que por qué no se utilizaba el gran garaje que había vacío en la planta baja para juntarse todos los vecinos y celebrar juntos la Nochevieja. La propuesta sorprendió a todos, pero hicieron así aunque hay que decir que no sin esfuerzo ya que a cada familia - acostumbrada a la privacidad que a veces caracteriza a los occidentales – le costaba dejar la comodidad de su apartamento para juntarse y celebrar juntos en el frío y desangelado garaje. La experiencia no estuvo mal y satisfizo gratamente a todos: Hubo comida, bebida, villancicos y alegría hasta altas horas de la madrugada. Los vecinos se sorprendieron de ese prodigio que se obró simplemente cuando cada uno dejó atrás su orgullo, su “manera de hacer las cosas” o simplemente cuando dio el paso para encontrarse con aquellas familias relativamente extrañas o relativamente conocidas que el azar había puesto bajo el mismo techo común.

Cuando yo llegué a aquel pueblo y conocí a aquellas gentes, ese pequeño milagro de la solidaridad y el calor humano seguía produciéndose año tras año, de manera que ya no podían imaginarse unas fiestas sin bajar a aquel lugar, adornarlo de la manera más sencilla y volver a revivir ese espíritu. Y no estoy diciendo que la vida de esas familias fuera un lecho de rosas: un hijo de una familia se vio involucrado en drogas, otra vivió en primera persona un cáncer... eran vidas normales con sus momentos buenos y malos que durante momentos especiales volvían a caldear el gélido garaje con su presencia, sus cantos y su comida compartida y que notaban que sus espíritus encontraban fuerza y consuelo en esos encuentros. Hoy, mirando atrás y aunque nadie necesite decirlo explicitamente, todos saben que fue aquella pareja que, con su carácter abierto y con sus iniciativas novedosas que venían de otra cultura, supo ser el catalizador que transformó su realidad más cercana e hizo de aquel anónimo bloque de apartamentos un lugar más humano, más tolerante y más acogedor.

Mi humilde e incluso ingenua teoría es que si tenemos abiertos los ojos y sabemos ver a nuestro alrededor, encontraremos a personas como aquellas que, sin quererlo ni siquiera ser conscientes de ello, dan color, humor, calor, espíritu y profundidad a esta vida. Ellos son para mí la encarnación más real y palpable de ese espíritu navideño que a veces se echa de menos cuando se acaban estas fechas. No estamos hablando de sentimientos etéreos y acaramelados, son personas reales de carne y hueso que con su actitud no sólo han cambiado para bien la vida de los que les rodean, sino que además nos enseñan al resto cómo tener una vida más llena, ser más humanos y acercarnos más al misterio de Dios. ¿No es eso acaso el mensaje más genuíno de la Navidad?

Afortunadamente, esas personas las tenemos al alcance todo el año, así que ... Feliz encuentro con esas gentes benditas que nos ayudan a sembrar más ternura en nuestro mundo, a salir de nuestros esquemas preestablecidos y ensanchar así un poquito más nuestro carcomido corazón.

Feliz Navidad... para los próximos 365 días.
Alberto Eisman
Blog "En clave de África"
Periodista Digital

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