Sunday, December 14, 2008

La homilía de Betania: JUAN EL BAUTISTA

Por Gabriel González del Estal


1.- A mí siempre me ha impresionado la figura de Juan el Bautista. A los judíos de su tiempo también les impresionó, hasta el punto de que muchos creían que él era el verdadero Mesías que había venido a salvar al pueblo de Israel.

Pero él, Juan el Bautista, un hombre lleno de fortaleza espiritual y de humildad, responde, sin rodeos, a los judíos que le preguntaron: Yo no soy el Mesías. Él se siente muy agradecido a Dios, sabiendo que él es: un hombre enviado por Dios, que venía como testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la luz. No quiere que nadie le crea más de lo que es, tampoco menos. Su misión consiste en allanar el camino para que pueda llegar el que va a venir detrás de él, el que existía antes de él y del que él no se considera digno ni de desatarle la correa de la sandalia. Para eso vive como vive, en el desierto, predicando penitencia y justicia, bautizando, con agua, un bautismo de conversión.

Juan el Bautista es un auténtico modelo para los predicadores, catequistas y escritores espirituales de todos los tiempos. Los importantes no somos nosotros, el único importante es el Señor al que predicamos, nosotros no somos la luz, somos los testigos de esa Luz, los que tenemos el inmenso honor de señalar y de encender esa Luz que queremos que alumbre a todas las personas que vienen a este mundo. Sabemos que muchas veces también nosotros tenemos que predicar y dar gritos en el desierto de la sociedad en que nos ha tocado vivir, pero nuestra misión es hacerlo con humildad y con fortaleza, con sinceridad y valentía, como testigos de una presencia y de una Luz que nos ilumina y nos llena de fuerza y de gozo. En medio de vosotros, les dice Juan a los sacerdotes y levitas enviados por las autoridades judías, hay uno que no conocéis. Con vosotros está y no le conocéis, dice también nuestra canción.


¿Hasta qué punto podría Juan el Bautista decir esto mismo, hoy, a los sacerdotes, catequistas, predicadores y autoridades religiosas de nuestra querida Iglesia?



2.- El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El profeta Isaías es, sin duda, uno de los personajes bíblicos más significativos del adviento. Vivió en un tiempo y en una sociedad muy distinta de la de sociedad en la que vivió Jesús de Nazaret y, por supuesto, muy distinta de la sociedad en la que nosotros vivimos. Pero es un personaje del adviento porque él predicó siempre la esperanza en un Dios misericordioso y liberador, un Dios que venía a salvar a su pueblo y a librarle de sus esclavitudes y miserias. Un Dios que nos envía a su mensajero para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados…

Este texto, como sabemos, se lo apropió el mismo Jesús en la sinagoga de Nazaret, porque él era el ungido de Dios, el que había venido al mundo a liberarnos de nuestras esclavitudes y pecados y a proclamar el año de gracia del Señor. La certeza en el triunfo de su Dios le llenaba de gozo al profeta y también debe llenarnos de gozo a nosotros, en este tercer domingo de adviento. A pesar de todas las nubes negras que se ciernen sobre nuestro horizonte, nosotros esperamos que nuestro Señor terminará haciendo brotar la justicia y la salvación ante todos los pueblos. Esta es la esperanza de adviento que llena de gozo nuestros corazones.



3.- Estad siempre alegres. San Pablo quiere que los primeros cristianos de Tesalónica estén siempre alegres y que expresen esta alegría en la oración, en la Acción de Gracias, es decir, en la Eucaristía, y en su manera de vivir, guardándose siempre de toda forma de maldad. Un buen consejo de San Pablo, que también nos vale para nosotros, los cristianos de este siglo XXI.

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