Sunday, February 22, 2009

La homilía de Betania: LOS AMIGOS QUE NOS ACERCAN A DIOS

Por Gabriel González del Estal


1.- Los cuatro amigos que ayudaron al paralítico a encontrarse con Jesús de Nazaret le hicieron sin duda un gran favor. El paralítico no podía, por sí mismo, acercarse a Jesús, porque se lo impedían sus maltrechos huesos y sus músculos agarrotados y flácidos. Él tenía fe, él quería acercarse al profeta, pero, si alguien no le ayudaba, no podría hacerlo nunca. ¡Qué regalo tan maravilloso para él fue tener tan buenos amigos! La importancia de los buenos amigos era ayer, y es hoy y siempre, grandísima, no sólo para vivir y convivir socialmente, sino también para cultivar y mantener nuestros sentimientos y nuestra expresión religiosa. Dime con quién andas y te diré quién eres. En nuestras parroquias, y en la Iglesia en general, o fuera de ella, es importantísimo formar grupos comprometidos y solidarios, basados fundamentalmente en la amistad cristiana, en los que se pueda mantener y fortalecer la fe en un Cristo salvador y sanador. Grupos formados por cristianos dispuestos a comprender y a comprenderse, a ayudar y a ayudarse sincera y gratuitamente. El buen discípulo de Cristo está siempre dispuesto a ayudar a los demás y a dejarse ayudar por los demás. Nuestra ayuda se dirigirá, primera y preferentemente, a los que más lo necesiten, dentro del grupo y fuera de él. También en nuestra sociedad hay hoy muchos paralíticos que necesitan que alguien les ayude a acercarse a Dios. Ellos solos no pueden hacerlo, porque se lo impiden quizá prejuicios familiares o sociales, o alguna experiencia desagradable con algún miembro de la Iglesia, o la cultura y las costumbres del grupo social en el que viven, o porque no está de moda ser cristiano practicante, o la influencia mediática de la televisión y de la prensa, o qué sé yo qué otras cosas. Si nosotros sabemos presentarles el rostro de un Dios que perdona y que cura, sin exigir nada a cambio, como el Dios con el que se encontró el paralítico del evangelio de hoy, seguro que empiezan a debilitarse las telarañas y cataratas que les impedían ver el verdadero rostro de Dios y se animan a buscarle y a acercarse confiadamente a él.


2.- Mirad que realizo algo nuevo. Esto es lo que le dice el Señor a su pueblo, por medio del profeta Isaías, a un pueblo que no le invocaba, ni se esforzaba por él, a un pueblo que cansaba al Señor con sus continuos pecados. El Señor dice a su pueblo que le perdona gratuitamente, que no va a acordarse más de sus pecados, que apagará su sed en el desierto, hasta que este pueblo proclame su alabanza. Para nosotros, los cristianos, este Dios perdonador ha manifestado definitivamente su rostro en su hijo Jesús de Nazaret. Es un Dios que está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados y a concedernos su perdón. El Señor Jesús puede y quiere realizar en nosotros algo nuevo, quiere concedernos la salud total, la salud espiritual y la salud física, como al paralítico del evangelio. Quiere que comencemos a ser personas nuevas, con un corazón nuevo. Para eso es importante que nosotros queramos acercarnos a él. Si no podemos hacerlo solos, por nuestras propias fuerzas, pidamos ayuda a algún amigo generoso para que nos acerque hasta Jesús.



3.- Él ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu. San Pablo les dice a los cristianos de Corinto que él y sus colaboradores han sido siempre fieles a la doctrina y al evangelio de Cristo. Para ellos Cristo ha sido el sí definitivo de Dios; en Cristo se han cumplido todas las promesas de Dios. Esto es lo que ellos siempre han predicado, guiados por el Espíritu de Cristo que siempre ha estado presente en ellos. Esto es lo que debemos pedir, hoy y siempre, nosotros a nuestro Padre Dios: que sea siempre el Espíritu de su Hijo el que guíe nuestros corazones.

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