Thursday, August 06, 2009

64 años de Hiroshima


Hoy conmemoramos el 64 aniversario de la bomba de Hiroshima. Cuando, para escribir a biografía de Pedro Arrupe, tuve que visitar esta ciudad rodeada de montañas, me hospedé en el mismo edificio con estilo de pagoda que fue noviciado de la Compañía de Jesús.
En él era maestro de novicios en aquel tiempo el genial Arrupe. Cuando escuchó el motor B-29, el Enola Gay, que pilotaba Paul Tibbets, pensaba que el “avión correo” que cruzaba habitualmente los cielos de la ciudad sobre las ocho de la mañana. Pero aquel iba a depositar una carga fatídica.

Se produjo entonces el pika-don (en japonés fogonazo y estillado, por la mayor velocidad de la luz) e Hirishima se conviertió en pocos segundos en un desierto de cenizas. Arrupe recordaba cómo después de comprobar que sus compañeros estaban bien -el noviciado estaba a las afueras- bajó a la capilla y el reloj estaba parado a las 8:15. Un momento que para Arrupe fue parahistórico, fuera del tiempo y que le sirvió sin duda para ver claro toda su vida, iluminarse por dentro, y desear trasnformar esa fuerza destructora en energía constructiva.

Con sus conoocimientos de medicina, carrera que estudió casi completa en la facultad San Carlos de Madrid, sin casi dormir ni comer curó a casi todos los fantasmas vivientes que llegaron cubiertos de ampollas y radioactividad a su casa. Llenaba cubos entereos con el gua que salían de esas ampollas y los sobralimentaba como única medicina. Yo aún conocí damnificados curados por él. Ese momento marca el ecuador de la vida de Pedro, que se convirtió sin duda en una explosión de creatividad en la Iglesia y la Compañía.
Pedro Miguel Lamet
El alegre cansancio
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