Tuesday, August 04, 2009

Espacio Sagrado


Mateo 14:22-33
Inmediatamente después, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento les era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: "Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua". El le dijo: "Ven". Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame". En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?". En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios". Terminada la travesía, desembarcaron en Genesaret. Los hombres de aquel lugar reconocieron a Jesús y comunicaron la noticia por toda la región, así que le trajeron todos los enfermos. Le rogaban que los dejara tocar al menos el fleco de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron totalmente sanos.

¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Lo que causa una profunda oscuridad en la vida puede ser difícil que desaparezca - la oscuridad de la autoestima equivocada, de una larga enfermedad, de la muerte de un ser querido. Jesús puede parecer que duerme. Pero en la amistad y el amor a Dios, encontramos que podemos sobrevivir, e incluso crecer a través de ellos.
Los discípulos encontraron la calma sólo cuando llegaron al centro del tormenta; nosotros encontraremos a Jesús en el centro de nuestras tormentas. Debemos tratar de no esconder nuestros problemas frente a Él. Debemos sentarnos con Él en nuestras oraciones, hacerle ver cómo estamos, y sólo permitir que su calma nos inunde.
La oración nos da el valor y la fortaleza para enfrentar, con nuestra realidad, las tormentas en nuestras vidas.

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