Wednesday, October 07, 2009

Emili Turú: “No es que los jóvenes no oigan la llamada… falla la oferta”


(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Emili Turú acaba de ser elegido superior general de los Hermanos Maristas. Hombre de ideas claras y corazón inquieto. Fraterno, discreto y cercano… Un signo de aire fresco indudable. Nos atiende en medio de las tareas del Capítulo que se celebra en Roma… El sucesor de Champagnat para el hoy de la escuela católica.

¿En qué momento está la Congregación?

Viviendo el descenso numérico de hermanos consagrados, al mismo tiempo que sintiendo crecer el número de personas laicas que se sienten vinculadas al carisma y a la misión marista.
Como congregación de Hermanos, sentimos que tenemos una problemática peculiar en el contexto de una Iglesia y una vida consagrada masculina fuertemente clerical. Aunque frecuentemente no se entiende nuestra opción de vida, creemos en ella y consideramos que nuestro “ser hermanos” sin más, tiene todo su sentido y actualidad en la Iglesia de hoy, que trata de desarrollar todo el potencial de su ser “pueblo de Dios”.

¿Cuáles son los retos que el Capítulo quiere abordar?
Hay temas que dan continuidad a lo tratado en Capítulos anteriores: cómo ayudarnos a vivir desde la centralidad de Jesús en nuestras vidas (conversión); cómo profundizar en nuestra misión de servir a los niños y jóvenes pobres; cómo continuar haciendo camino juntos, religiosos y laicos maristas, apoyándonos en lo que tenemos de peculiar y en lo que nos es común.
En este Capítulo destacaría la fuerte presencia de María, como fuente de inspiración y renovación para nosotros, que llevamos su nombre.

¿Cómo sueña Emili Turú la vida comunitaria para este siglo XXI?
Para responder esta pregunta, me permito citar parte del documento final de nuestro anterior Capítulo general (2001): “Nuestras comunidades se convierten en hogares cuando ayudan a cada Hermano a centrar su vida en Jesús, a integrar la fe y la vida, a encontrar a Dios en los acontecimientos de cada día y a crecer en comunión. Nos mueve el gran anhelo de construir comunidades humanizadoras, que viven en un clima de confianza, de sanas relaciones interpersonales, de espíritu de familia. Hogares donde se ayuda a crecer a los jóvenes, se cuida a los mayores, se atiende con especial cariño a los más débiles; y donde abunda el ungüento del perdón para curar las heridas y el vino de la fiesta para celebrar tanta vida compartida”.
Vida Nueva

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