Sí; ¡Qué más quisiéramos una sociedad limpia! La realidad,
mirémosla por donde la miremos, tiene sus contrastes y, el Papa Francisco,
constantemente nos dice: “así no vamos bien”.
Lo cierto es que, un estado puro –en todo y sobre todo- es
difícil conseguir, vivir y el alcanzar. Por lo menos cristianamente hablando.
1.- Mientras el mundo sea mundo. Mientras existan hombres y
mujeres en él, nos tendremos que acostumbrar a nadar entre dos aguas: el bien y
el mal.
El ritmo, y los tiempos de Dios, son muy distintos a los
nuestros. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Hacia dónde tirar? Para empezar, tenemos que
ser pacientes. El mal, es como el aire, va a estar a nuestro alrededor mientras
respiremos. Pero, al mal, se hace frente con dos escudos: el de la fe y el de
la constancia.
-Con el de la fe; porque sabemos que Dios sólo es perfecto y
acudirá siempre al lado de aquellos que luchen en contra de todo lo que degrada
a al humanidad
-Con el escudo de la constancia; “Roma no se hizo en un día”
dice el viejo proverbio. Y mientras esperamos la vuelta de Jesús de Nazaret, su
definitivo retorno, a nosotros nos toca sembrar; depositar semillas de su
Evangelio allá por donde pasemos. Uno de los grandes males de nuestra vida
eclesial es precisamente ese: nos resignamos con frecuencia ante lo que
concluimos son batallas perdidas (abandono de la fe, frialdad de muchas
personas ante lo religioso, el desinterés por lo religioso, el ataque
sistemático a la institución eclesial, etc.) Lo cierto es que, un amigo de
Jesús, ha de tener la cintura, hemos de tener la cintura necesaria para
enfrentarnos a circunstancias difíciles. Nunca, el Señor, nos dijo que el bien,
la suerte o el éxito nos fueran acompañar de por vida. También es verdad que,
el Señor, nos aseguró que estaría con nosotros hasta el fin del mundo. ¿Cómo no
ver los signos de su presencia en el aquí y ahora? ¿Qué no hay proporción entre
lo que hacemos –a nivel evangelizador- y entre lo que recogemos? ¿Qué no merece
la Iglesia tanta cizaña en los campos de la información o de la televisión? ¿Y
nosotros? ¿Dónde está nuestra voz? ¿Dónde nuestra huella y la razón de nuestra
fe?
2.- No sé, si alguna vez, os habéis acercado a una panadería (normalmente preferimos acercarnos hasta ella simplemente para recoger el pan…pero ¡cuánto esfuerzo detrás de todo!). Pues bien; el panadero, dentro de la masa, pone una pequeña cantidad de levadura. Luego, pacientemente –en cámaras frigoríficas o a la intemperie y con una temperatura idónea- aguarda el momento en el que la masa esté lista para ser cocida en el horno. El panadero, lejos de desesperar, espera y confía en todo lo realizado.
También nosotros, en medio de la gran masa que es el mundo,
hemos de ser levadura. No podemos acostumbrarnos a ser salero, sino sal. No
podemos pretender ser océano, sino gota de agua. No intentemos ser sol, sino
rayos de luz. Y, esto, no es poesía. Es la vida misma: la vida cristiana. Una
vida cristiana que nos dice que, con Dios, todo llegará a cumplirse. Y se
cumplirá, no cuando nosotros queramos, sino cuando, Dios, el gran panadero, vea
el momento oportuno de recoger toda la masa de la humanidad y distanciar,
definitivamente, lo bueno de lo malo.
Mientras tanto, ¡pues eso! A trabajar por Dios en donde haga
falta y lo que haga falta.
3,. ¿LEVADURA YO, SEÑOR?
Y, cuantas más veces me lo
pregunto, Señor,
otras tantas Tú me
contestas:
¡Te necesito como sal, y no
como salero!
¡Como rayo de luz, no como
gran astro!
¡Como gota de agua que calme
la sed,
y no como torrente que
inunde todo a su paso!
¿LEVADURA YO, SEÑOR?
Y, cuando veo lo que siembro
y no recojo,
siento, una y otra vez, que
Tú me respondes:
no te toca a ti exigir, sino
sembrar
no te corresponde a ti
recoger, sino abonar
no mires hacia atrás, pues
quien lo hace,
corre el riesgo de no construir hacia delante.
¿LEVADURA YO, SEÑOR?
Y, la impaciencia, me
invade, Jesús, y Tú lo sabes;
cuando me esfuerzo, y no
fructifica mi trabajo
cuando hablo, y siento que
pocos me escuchan
cuando cuido tu campo,
y apenas siento un
agradecimiento humano
¿LEVADURA YO, SEÑOR?
Lo intentaré por Ti, mi
Señor;
porque, bien sé, que Tú eres
el dueño del tiempo
porque, bien sé, que Tú eres
el Señor de la historia
porque, bien sé, que Tú
vences sobre el mal y la mentira
porque, en lo invisible, sé
que Tú sigues vivo y operante
¿LEVADURA YO, SEÑOR?
¡Lo intentaré contigo, mi
Señor!
Incluso en medio del combate
y de la desesperanza
A pesar de las
contradicciones y las resistencias
Frente al maligno que lo
invade y lo confunde todo,
te prometo, Señor, que
intentaré ser levadura de tu Reino
Levadura que no se ve, pero
hace crecer el pan de la fraternidad
Levadura que no se percibe,
pero sazona la dureza de los
corazones
Levadura que, en justa
medida,
haga que, mi mundo, tu mundo
Señor,
sea un oasis de paz, de
amor, de alegría y de fe.
¿LEVADURA YO, SEÑOR?
Dame un poco de tiempo
Dame un poco de tu fuerza
Dame un poco de tu Espíritu
Dame un poco de tu
Evangelio…
y sé que llegaré, contigo,
donde haga falta.
Amén
Betania
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