Sunday, January 20, 2008

Los jesuitas definen a su nuevo Superior como muy respetado, afable y un puente con Asia

EN ACCIÓN. Adolfo Nicolás en una visita a Camboya. / K. FIGAREDO


Dicen del nuevo Superior General de la Compañía de Jesús que es una persona «con don de gentes», capaz de ejercer de «puente» entre Asia y Europa por su larga experiencia en Oriente.



Y lo dicen sus compañeros de Japón donde ha estado ultimamente. Es imposible, dentro de su congregación, encontrar a alguien que hable mal de él. El nuevo Papa Negro es muy conocido y reconocido en la orden. Los jesuitas lo citaban en sus quinielas, pero no aparecía en las de la prensa. Su trabajo es discreto y lejano, pero su prestigio viene de lejos: ya fue el secretario del cónclave que eligió en 1983 a Kolvenbach, brilló en la última congregación general y en ésta figuró en la comisión preparatoria.



Le definen como serio pero «un tío muy majo»; de pocas palabras pero buen conversador y con seis idiomas (español, italiano, catalán, francés, inglés y japonés).



En doctrina, explica un teólogo jesuita, Adolfo Nicolás «tiene las ideas claras y abiertas, con los pies en el suelo». Y por eso en el Vaticano le conocen.



En Roma se recuerda ahora que ya ha sido vetado al menos una vez, cuando fue propuesto por Kolvenbach para un importante cargo. «Para ellos era demasiado progresista», explica un jesuita.



También tuvo un choque con el nuncio de Japón.Sus libros son sobre vida religiosa y desde su tesis ha escrito sobre teólogos contemporáneos, un campo que despierta prevención en el Vaticano -cuatro de los siete teólogos sancionados por la Doctrina de la Fe, dirigida hasta 2005 por Ratzinger, son jesuitas: Sobrino, Haight, Dupuis y De Mello-.



Nicolás es un defensor de la inculturación, la capacidad de la Iglesia de imbuir su doctrina de las culturas y tradiciones de cada zona, sin identificar la fe con el modelo occidental.



El analista político José Luis Zubizarreta coincidió con él en Roma en 1968. «Tengo un recuerdo estupendo, un hombre afable, tremendamente sensato, muy abierto y que, a pesar de estar siempre estudiando, se relacionaba con todo el mundo, nada gregario», comenta.



«Es un progresista sin alharacas», resume sobre su orientación. Quienes le conocen destacan de Nicolás, con ironía, que para ser jesuita, es profundamente creyente; y el jesuita Kike Figaredo, compañero de Adolfo Nicolás en Asia y premio Vocento a los Valores Humanos 2007, tampoco ahorra halagos.

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