Después de varios días de lluvia intermitente, el domingo 20 de enero fue un día espléndido en Roma. Después de la agitada jornada del día anterior -la elección del Padre General- los Delegados abrieron un paréntesis de descanso mientras el Padre Nicolás atendía los muchos mensajes que le llegaban de todas partes del mundo, y preparaba su homilía de la tarde
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