Sunday, February 08, 2009

La Homilía de Ciudad Redonda: De la Enfermedad a la Vida

De las lecturas de este domingo podríamos hacer un comentario que comenzase en la línea de lo que dice Job: todo es amargura en la vida humana, no hay esperanza, somos como esclavos y la muerte es nuestro horizonte. La única salida sería volvernos a Dios y pedirle que nos salve y nos cure. El comentario sería fiel a las lecturas pero necesitaría algunos matices que pueden ser importantes.

No todo es amargura en la vida humana. Dios no creó un mundo envuelto en la tristeza, el dolor y la muerte Dios nos ha creado para la vida y para disfrutar de ella. Nos ha creado para levantar la cabeza y gozar en solidaridad con los hermanos y hermanas de la salvación que se acerca, que ya está presente entre nosotros, que se manifiesta en la solidaridad, en la lucha por los derechos de los pobres y en tantas y tantas otras cosas que suceden a nuestro alrededor y que son signo de la presencia del Reino.



Personas necesitadas de vida. Como nosotros

Pero lo cierto es que hay veces en que nos enrocamos en el pesimismo, en que nos volvemos sobre nosotros mismos, miramos a nuestro ombligo y llegamos a la conclusión de que esta vida no vale la pena. Como dice Job, todo pasa rápido y sin esperanza. En el Evangelio de este domingo nos encontramos también con personas así.


Una es la suegra de Pedro. Está en la cama con fiebre. Está apartada de la vida. No piensa más que en su dolor y su pena. Vuelta sobre sí misma y su pesimismo no quiere saber nada de lo que sucede en la casa. Otros son la multitud que acude a la casa de Jesús cuando se pone el sol. Comienza la noche y las sombras salen de sus casuchas. No son dignos de caminar a la luz del día. Están fuera de la circulación. No pertenecen al mundo de los vivos. Ellos mismos se han apartado (y los demás han consentido) del río de la vida. No hay nada de lo que disfrutar y si mucho por lo que dolerse.


Jesús cura y levanta


Jesús actúa. Jesús cura y levanta, sana e integra. Agarra de la mano a la suegra de Pedro y la levanta Ésta sale de la cama y dice el Evangelio que se puso a servirles. Es decir, entró de nuevo en el río de la vida pero ya no centrada en sus propias necesidades y dolores sino en las necesidades de los demás. Es todo un signo de lo que significa para el seguidor de Jesús disfrutar de la vida: la vida se vive en solidaridad, en fraternidad, en cercanía con los demás, en amor y cariño. No me sitúo en el centro sino que me pongo al servicio. Y así vivo. Eso es vivir. Se cumple así la voluntad original de Dios: vivir en fraternidad, vivir a tope, vivir disfrutando, vivir con los demás, vivir promoviendo la vida. ¡Qué mejor forma de promoverla que servir a las necesidades de mis hermanos y hermanas!


Lo mismo se puede decir de todos los demás que, a la puesta del sol, acuden a Jesús. Son enfermos y endemoniados. Se mueven en las sombras. Están ya muertos en vida. Jesús los devuelve al día, a la vida, al servicio, a la construcción de un mundo más justo y fraterno. Esa es la verdadera espiritualidad cristiana: dar el pan a mi hermano hambriento y el derecho al oprimido. Jesús hace Evangelio y es Evangelio para aquellos que están apartados de la vida. Y reclama para ellos un puesto al sol.



Anunciar la vida y la vida en plenitud


Para Jesús su misión evangelizadora, anunciar la buena nueva del Reino, es el centro de su vida. Hay que orar sí pero, ante la insistencia de sus discípulos, deja la oración y vuelve al camino, a recorrer Galilea “predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”.


Pablo sentirá más tarde esa misma urgencia misionera. Quiere ganar a todos para Cristo. O lo que es lo mismo: para la vida. Por eso, su rotundo “¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!” Se acerca a todos, se hace todo a todos. Y todo para que todos conozcan al Señor de la Vida, al que lleva nuestra esperanza más allá de la muerte, al que nos saca de nosotros mismos y nos devuelve a la fraternidad del Reino, a la casa del Padre que tenemos que construir entre todos.


Por eso conviene que los discípulos de Jesús seamos gente que disfruta de la vida. De la mano con nuestros hermanos y hermanas integramos, acogemos, sanamos, reconciliamos, y construimos juntos el Reino. Con gozo y alegría porque esta vida es el gran regalo que Dios nos ha hecho y él mismo nos ha prometido que la llevará a su plenitud.



Fernando Torres Pérez
fernandotorresperez@earthlink.net

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