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Tuesday, November 23, 2010
"Luz del mundo", el lado humano de un Papa
Hoy sale a la venta el libro-entrevista de Peter Seewald a Benedicto XVI
Ratzinger responde a título personal, y por lo tanto con libertad
La obra que hoy llega al público bajo el título «Luz del mundo» (en España, editado por Herder) vierte inesperada claridad sobre los aspectos más humanos del Papa. El ruido desproporcionado en torno a los preservativos dará paso enseguida a un descubrimiento: la humanidad, la sencillez y la modestia de un Papa que es, en realidad, un gigante entre los intelectuales europeos. Lo cuenta Juan Vicente Boo en ABC.
Las conversaciones del pasado mes de julio en Castelgandolfo sacan a la luz un Ratzinger en cierto modo similar al que los periodistas disfrutan durante los encuentros con el Papa en el avión. Benedicto XVI es mucho mejor cuando habla espontáneamente y con libertad en lugar de leer discursos y homilías.
Como Papa, es un pastor pero como Ratzinger sigue siendo un profesor: alguien que ha reflexionado largamente sobre todos los temas importantes y que es capaz de dar respuestas profundas con palabras sencillas. Muchos eclesiásticos no serían capaces de responder a preguntas sobre los abusos sexuales, la ordenación de mujeres, el Islam, la homosexualidad, el celibato sacerdotal, la posibilidad de dar la comunión a los divorciados o la conveniencia de convocar un Concilio Vaticano III. El Papa, en cambio, respondió a todas las preguntas, incluida la de si había pensado en la posibilidad de dimitir en caso de incapacidad. Su respuesta positiva es reflejo de un personaje cuyo lado humano es desconocido para la mayor parte del público. Casi nadie sabe que el cardenal Ratzinger solía llevar encima la tarjeta que le acreditaba como donante de órganos en caso de muerte repentina o accidental.
En «Luz del mundo», Ratzinger responde a título personal, y por lo tanto con libertad. Reconoce con sencillez los dos problemas que más han enturbiado el Pontificado: los abusos sexuales y el caso Williamson, el obispo lefebvriano al que levantó la excomunión sin saber que era un negacionista del Holocausto.
Con enorme sencillez, el Santo Padre narra los recuerdos del Cónclave y sus primeros momentos en la «habitación de las lágrimas», contigua a la Capilla Sixtina, donde el recién elegido encuentra tres sotanas blancas de distintos tamaños y debe elegir la que mejor se adapte a su talla. Su preocupación en ese momento era «que enseguida tendría que decir unas palabras en el balcón, y empecé a pensar en lo que podría decir».
Confiesa no saber si Juan Pablo II le había elegido como sucesor: «No lo sé. Creo que había dejado todo enteramente en las manos del Señor». Y hace lo mismo. Reconoce que «mis fuerzas están disminuyendo», pero sabe que la eficacia viene de otro origen. De quien es «Luz del mundo».
RD
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