Hay momentos en la vida de un pueblo en que debe decir No, más allá de sus posibles consecuencias. Se trata de la dignidad, de la soberanía popular, de la democracia real y del tipo de vida que se quiere para toda la población.
Hace cinco años que Grecia se debate en una terrible crisis económico-financiera, sujeta a todo tipo de explotación, chantaje y hasta terrorismo por parte del sistema financiero, especialmente de origen alemán y francés. Hubo una verdadera intervención en la soberanía nacional mediante la pura y simple imposición de medidas de extrema austeridad elaboradas, sin consultar con nadie, por la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y el FMI).
Tales medidas han implicado una tragedia social, ante la cual el sistema financiero no ha mostrado ningún sentido de humanidad. “Sálvese el dinero y que sufra o muera el pueblo”. Efectivamente, desde que comenzó la crisis ocurrieron más de diez mil suicidios de pequeños negociantes insolventes, centenares de niños dejados a las puertas de los monasterios con una nota de las madres desesperadas: “no dejen que mi niño muera de hambre”. Uno de cada cuatro adultos está desempleado, más de la mitad de los jóvenes sin ocupación remunerada y el PIB cayó un 27%. No pasa por la cabeza de los especuladores que detrás de las estadísticas se esconde un viacrucis de sufrimiento de millones de personas y la humillación de todo un pueblo. Su lema es “la codicia es buena”. No cuenta nada más.
Los negociadores del nuevo gobierno griego de izquierda, de Syriza, con el primer ministro Alexis Tsipras y como ministro de hacienda un académico y famoso economista de la teoría de los juegos, Yanis Varoufakis, que quisieron negociar las medidas de austeridad durísimas, encontraron oídos sordos. La actitud era de total sumisión: ”o tomar o dejar”. El más duro era el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Sträuble: ”no hay nada que negociar; aplíquense las medidas*reglas”. Nada de estrategia del gana-gana, sino pura y simplemente el gana-pierde. La disposición era humillar al gobierno de izquierda socialista, dar una lección a todos los demás países con crisis semejantes (Italia, España, Portugal).
La única salida honrosa de Tsipras fue convocar un referendum: consultar al pueblo sobre si decir No (OXI) o Sí (NAI). ¿Cuál es la posición ante la inflexibilidad férrea de la austeridad que aparece totalmente irracional por llevar a una nación al colapso, exigiendo un cobro de la deuda reconocidamente impagable?. El propio Gobierno propuso la consulta y sugirió el No. Los acreedores y los gobiernos de Francia y Alemania amenazaron, practicaron un verdadero terrorismo, en palabras del ministro Varoufakis, y falsificaron las informaciones, como si el referéndum fuese para quedar en la zona Euro o salir de ella, cuando a decir verdad no se trataba de eso. Solo se trataba de aceptar o rechazar el “diktat” de las instituciones financieras europeas. Grecia quiere quedarse dentro de la zona euro.
La victoria del domingo 5 de julio fue espectacular para el No: 61% contra 38% del Sí. Primera lección: los poderosos no pueden hacer lo les parece y los débiles no están dispuestos a aceptar más las humillaciones. Segunda lección: la derrota del Sí mostró claramente el corazón empedernido del capital bancario europeo. Tercero: trajo a la luz la traición de la Unidad Europea a sus propios ideales que eran la integración con solidaridad, con igualdad y con asistencia social. Se rindieron a la lógica perversa del capital financiero.
La victoria del No representa una lección para toda Europa: si quiere seguir siendo títere de las políticas imperiales norteamericanas o si quiere construir una verdadera unidad europea sobre los valores de la democracia y de los derechos. El nada sospechoso semanario liberal Der Spiegel advertía que a través de la Sra. Merkel, arrogante e inflexible, Alemania podría provocar, por tercera vez ya, una tragedia europea. Los burócratas de Bruselas han perdido el sentido de la historia y cualquier referencia ética y humanitaria. En venganza el Banco Central Europeo dejó de suministrar el dinero para que los bancos griegos siguiesen funcionando y los obligó a cerrar.
Una lección para todos, también para nosotros: cuando se trata de una crisis radical, que determina los rumbos futuros del país, debe volverse hacia el pueblo, portador de la soberanía política y confiar en él. A partir de ahora los acreedores y las inflexibles autoridades de la zona Euro tendrán por delante no a un gobierno, al que pueden aterrorizar y manipular, sino a un pueblo unido que tiene conciencia de su dignidad y que no se rinde a la avidez de los capitales. Como decía un cartel: ”Si no morimos de amor, ¿por qué vamos a morir de hambre?”
En Grecia nació la democracia de cuño elitista. Ahora está naciendo una democracia popular y directa. Será un complemento a la democracia de delegación. Esto también vale para nosotros.
Un pronóstico, quizá una profecía: ¿no estará naciendo, a partir de Grecia, la era de los pueblos? Ante las crisis globales serán ellos los que irán a las calles, como entre nosotros y en España, y tratarán de formular los parámetros políticos y éticos del tipo de mundo que queremos para todos. Ya no confían en el que viene de arriba. Seguramente el eje estructurador no será la economía capitalista que se desmorona, sino la vida: de las personas, de la naturaleza y de la Tierra. Eso realizaría el sueño del Papa Francisco en su encíclica: la humanidad “cuidando de la Casa Común”.
Leonardo Boff
Servicio Koinonía
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