¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos? Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: «¿Qué pinto yo aquí?» ¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma que nadie más puede repetir?
Mi lugar en el mundo - Desajustes
«No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero» (Rom 7, 19)
No siempre lo tiene uno todo claro. A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta. Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar. A veces sientes que estás dando los pasos adecuados. Otras veces piensas, «¿cuándo me aclararé?». A veces ni piensas. Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que estás confuso. Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se desintegra. Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte, Señor, que ya nos has hecho complicados…
¿Cuáles son mis «desajustes», tormentas, zozobras?
A tientas
Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas/ vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas/ vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.
Mario Benedetti
Mi lugar en el mundo - ¿Qué hacer?
«El Señor me contestó: No digas que eres un muchacho, que donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás…» (Jer 1, 7)
No sé si llamas de una manera muy estruendosa o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí poco a poco. Pero cuentas conmigo. Anhelas que haga algo, que mi vida sea evangelio. Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante, y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana. Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla. Tal vez seré ternura para alguien herido. Tal vez seré cantor para apagar penas. O profeta para denunciar males. Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar mil historias. ¿A qué me llamas?
¿A qué me siento llamado?
¿Dónde puedo intentar escuchar esa «voz» de Dios en mi vida?
Quiero llevar tu sello...
Quiero llevar tu sello,
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.
A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va segando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.
Sobre mi corazón, deja tu sello.
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.
A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va segando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.
Sobre mi corazón, deja tu sello.
Julia Prilutzky
pastoralsj
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