Conforme a una tendencia comprensible de la espiritualidad intimista y monacal, el pasaje que trata de Marta y María (Lc 10, 38-42)se ha entendido por siglos como expresión privilegiado de un Jesús maestro que ofrece su palabra interior a los contemplativos, para ayudarles en el crecimiento espiritual.
Sin negar ese aspecto, el pasaje ha de entenderse de un modo más amplio, como expresión de dos aspectos complementarios de la vida de la Iglesia, representada por dos “hermanas” (=creyentes) en las que se condensan y resumen de forma ejemplar los ministerios de toda la comunidad. Ellas, Marta y María, son los primeros obispos y orantes de una Iglesia que es humana siendo femenina (y masculina). Conforme a este pasaje, cerrado en sí mismo, todos los ministros de la Iglesia tendrían que que ser Marta, es decir, mujeres.
Texto
Aquí aparece uno de los grandes arquetipos de la historia, representada por dos mujeres: ambas acogen al Señor, cada una a su manera; las dos le ofrecen lo que tienen: servicio exterior, escucha interna.
Mientras iban ellos de camino, Jesús entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose [a El, le] dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; una [sola] cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)
Interpretación tradicional
La interpretación tradicional de este relato resulta arquetípica y, por su misma fuerza evocadora ha logrado imponerse desde antiguo: en ella se han visto reflejados y valorados los devotos espirituales de cierto judaísmo (como Filón había destacado en su Vida contemplativa), lo mismo que los antiguos pensadores griegos o los nuevos virtuosos de la religión de oriente (hindúes, budistas, taoístas...).
Todos ellos han sabido y saben que en el principio de la perfección se encuentra la necesidad de una vida interior, centrada en la escucha de la palabra del Señor.
Desde este fondo se iluminan varios rasgos de la escena:
(1) Jesús Huésped. La tradición evangélica (cf. Mc 6, 6-13 par), re-elaborada por Lc (9, 1-6; 10, 1-11) sabe que la misión cristiana está vinculada con las casas donde se recibe a Jesús o a sus mensajeros.
(2) Las hermanas representan dos formas de acogida positiva, aunque una (la escucha) parece mejor que la otra (el servicio). En su mismo enfrentamiento, ellas expresan las dos tareas principales de la humanidad: vida activa y contemplativa, trabajo servil y liberal...
(3) Jesús es Maestro interior, Mesías que ofrece a los hombres su Palabra. En esta línea se puede recordar la insistencia del judaísmo en escuchar y cumplir la Ley, que los cristianos identifican con la vida y palabra de Jesús.
Todos esos elementos están presentes en el texto, pero Lc 10, 38-42 ofrece algunos rasgos que desbordan ese enfrentamiento de acción-contemplación, para situarnos ante un dato nuevo, específicamente cristiano, de presencia de Jesús y de complementariedad eclesial de sus discípulos.
Las figuras del texto. Lectura más profunda
(1) Servicio de Marta. De un modo normal solemos pensar en los trabajos de tipo doméstico: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa. Así tomamos a Marta como una simple criada. Pero el sentido principal de servir (diakonein) en el Nuevo Testamento y sobre todo en Lucas consiste ten realizar una tarea ministerial en nombre de y por encargo de la comunidad.
(2) Dos mujeres que son toda la iglesia. La visión tradicional, patriarcalista, ha presentado a Marta como servidora-criada (tareas materiales) y a María como contemplativa-pasiva (escucha y ora en silencio). Sobre ambas mujeres, la criada y la monja/contemplativa pasiva, se eleva la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan la tarea oficial de la iglesia. Pues bien, esta visión destruye el mensaje radical del texto, que ha querido simbolizar en estas dos mujeres al conjunto de la iglesia.
(3) Marta y María son hermanas, pero más en línea eclesial que carnal (cf. Lc 8, 19-21; cf. Hech 1, 15; 11, 29; 15, 3...); son servidoras o ministros de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados).
Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar su servicio, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarle de la atención a la palabra en la que todas esas tareas encuentran su cimiento (cf. Lc 6, 46-49).
Por su parte, María escucha la palabra, pero no con el fin de quedar callada, sino para cumplir lo que ha escuchado (cf. 8, 21).
(4) Conflicto y complementariedad. No hay oposición entre servicio externo (acción) y escucha interna (contemplación). El servicio (especialmente a los pobres) no es en Lucas una tarea secundaria, subordinada a la contemplación, sino verdad y centro de todo el evangelio. En ese fondo se sitúa la tensión del texto, que relacionamos con otro pasaje de Lucas (Hech 6) donde se oponen y complementan los Doce (que ahora serian María) y los Siete (que ahora serían Marta).
Comparación con Hechos: apóstoles y helenistas
En un primer nivel, Hech 6 ha destacado la importancia de los Doce (que no pueden abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha ratificado los Siete, mostrando no sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que la Palabra sólo puede extenderse allí donde se mantiene el servicio a las viudas y a las mesas de los pobres. Esos dos aspectos aparecen también en Lc 10. Pero los matices cambian. Hech 6 destacaba la importancia de los servidores frente a los contemplativos (ministros de la Palabra). Por el contrario, Lc 10, 38-42 defiende a los contemplativos (María) frente a unos servidores que parecen centrarse sólo en la organización social de la iglesia.
Desde ese fondo se entiende la respuesta de Jesús: «¡Sólo una cosa es necesaria, María ha escogido la mejor parte!» (10, 41-42). No rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor.
Este es el peligro de unas obras que al desligarse de la raíz del evangelio pueden convertirse en nuevo legalismo. María, en cambio, sabe que sólo una cosa es necesaria: escuchar y seguir a Jesús y buscar el reino (cf. Lc 12, 31 y 18, 22; Mt 6, 33). Pero esa única cosa necesaria no puede entenderse en un nivel de pura contemplación, sino de acogida total de Jesús.
Marta y María son toda la Iglesia
En ese sentido se añade que María ha escogido la mejor parte... (Lc 10, 42). No está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, no es una esclava del sistema patriarcal o del lugar que ocupa en la casa. He hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, a través de la palabra.
Hay unos servicios que se pueden imponer. La palabra, en cambio, no se impone, sino que abre un espacio de libertad y de acción para María. Jesús respeta su elección y ratifica su gesto de escucha: de esa forma la valora. Frente a la mujer persona-esclava de unas obras de servicio, impuestas desde fuera, ha destacado Jesús a la mujer-persona que es capaz de dejarse transformar por la Palabra.
Marta y María simbolizan y encarnan así todas las tareas de la iglesia como casa donde se acoge y escucha la palabra. En una línea patriarcalista (usual en otro tiempo) se podría suponer que María sólo puede escuchar, de un modo pasivo y silencioso, sin decir luego palabra (en la línea de 1 Cor 14, 34-35); por su parte, Marta sólo puede realizar servicios de criada, sometida a unos varones que son quienes realizan los grandes ministerios eclesiales. Pero esa visión de una escucha que no lleva a la autoridad de la palabra y de un servicio puramente servil (no ministerial), sin acceso a la Palabra, va en contra del evangelio.
Unidas en la casa de la iglesia, Marta y María son signo de todos los ministerios cristianos, lo mismo que los Siete y los Doce de Hech 6. Una iglesia posterior que ha impedido que las mujeres sean ministros de la iglesia, haciéndolas solo criadas o contemplativas de clausura, ha ignorado este pasaje.
(El tema está tomado de Palabras de amor. Desclée de Brouwer, Bilbao 2007, en su lugar correspondiente: Marta y María. Volveré a tratarlo con detenciòn en los días que siguen)
Xabier Pikaza Ibarrondo
Vasco de Orozko (1941), experto en Biblia y religiones. Ha sido religioso de la Merced, es mercedario de corazón. Ha sido presbítero, es católico convencido y practicante. Ha sido profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, le gustaría ser Maestro en teología, como le nombraron sus amigos de Orden. Da gracias a Dios por lo que ha sido y lo que es: cristiano de a pie y teólogo seglar, casado con M.Isabel. Habla donde le llaman, escribe lo que sabe, publica donde puede. Ha enseñado en varias universidades, ha escrito algunos libros