Entrevista con el padre Pascual, profesor de filosofía y de bioética
ROMA, miércoles, 18 julio 2007 (ZENIT.org-El Observador).- El 25 de julio de 1978 nacía Louise Brown, la primera niña obtenida gracias a la fecundación «in vitro». Han pasado desde entonces 29 años. En muchas partes del mundo el 25 de julio se ha convertido en una especie de «cumpleaños» de la fecundación artificial, y es oportuno hacer una reflexión sobre los logros y los peligros de la tecnología reproductiva.
Para reflexionar sobre este acontecimiento, Zenit-El Observador ha entrevistado al padre Fernando Pascual L.C., profesor de filosofía y de bioética en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» en Roma.
--Desde que nació Louise Brown el 25 de julio de 1978, millones de familias han recurrido a la fecundación «in vitro» y a otras técnicas de fecundación asistida. La prensa hablaba hace poco de más de 3 millones de niños que han nacido gracias a estas técnicas. ¿No se trata ya de un fenómeno de masas que debería ser valorado positivamente?
--P. Fernando Pascual: El hecho de que millones de personas escojan ciertos actos no es suficiente para valorar su corrección ética. Cada año millones de mujeres recurren al aborto, eliminan al propio hijo dentro de sus entrañas, y sabemos que el aborto es siempre un delito grave, aunque sea realizado por tantas personas.
--Entonces, ¿la difusión no basta para valorar la fecundación asistida?
--P. Fernando Pascual: No, no basta. Porque la ética de un acto se conoce por lo que se hace, no por lo que se diga sobre el mismo en una determinada cultura, ni por lo que esté aprobado por las leyes.
--¿Existe algún documento de la Iglesia que ofrezca una valoración ética sobre esas técnicas?
--P. Fernando Pascual: Sí. Hace 20 años (un aniversario que ha sido recordado sin la suficiente atención por el mundo de la cultura) la Congregación para la doctrina de la fe, presidida por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, publicó la instrucción «sobre el respeto de la vida humana naciente y de la dignidad de la procreación». Es conocida por su inicio en latín, «Donum vitae».
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