Intervención ante el Consejo Económico Social de las Naciones Unidas (ECOSOC)
GINEBRA, lunes, 16 julio 2007 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha exigido analizar las causas que, en tiempos de globalización, provocan la creciente desigualdad entre países ricos y pobres.
Fue la petición lanzada por el arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante las agencias de las Naciones Unidas en Ginebra, al tomar la palabra en la reunión del Consejo Económico Social de la ONU (ECOSOC), celebrada dal 2 al 6 luglio.
El representante papal comenzó recordando que «en vez de disminuir, el número de pobres que viven con menos de dos dólares al día ha aumentado hasta llegar los 1.370 millones y se calcula que unos 854 millones de personas en el mundo están subalimentados».
«En varias regiones de África y Asia, la esperanza de vida es casi la mitad de la que se da en los países ricos y los niveles de analfabetismo tocan niveles muy elevados», denunció. En este contexto, abogó por la unión de países pobres y ricos en el análisis de las «razones profundas por las que los países en vías de desarrollo están encontrando dificultades tan grandes para afrontar estos objetivos» de vida digna.
Esto significa, aclaró, que «la eliminación de la pobreza exige una integración entre los mecanismos que producen bienestar y los mecanismos para la distribución de sus beneficios a nivel internacional, regional y nacional».
Según el prelado, «una actitud al crecimiento económico basada en la liberalización absoluta se ha demostrado insostenible social e incluso económicamente a largo plazo». Al mismo tiempo, reconoció, el sistema de ayudas al desarrollo debe ser reanalizado.
La condonación de la deuda externa, constató, no ha dado los resultados esperados de «un mayor acceso a la educación, a la salud y a los servicios sociales». Por ello, aseguró, «la cuestión que hay que plantearse no es si hay que ofrecer ayuda adicional, sino cómo». Insistió también en la necesidad de promover la educación y la salud, no sólo por parte de los gobiernos, sino también de grupos que basan su acción de ayuda en convicciones religiosas.
«La educación es a largo plazo una inversión económica para todos, y la salud ofrece un carácter duradero a esa inversión», dijo. «Nuevos acuerdos vinculantes a nivel internacional para regular la explotación de los recursos naturales, para controlar los fondos públicos robados, para limitar el comercio de armas, para eliminar subsidios deformantes a la agricultura, y otras iniciativas, serán etapas en el largo camino que busca traducir en decisiones concretas el frecuentemente afirmado objetivo de la solidaridad», dijo por último.
«Pero las personas concretas son el motor del desarrollo» y tienen que convertirse en protagonistas de su futuro. «La eliminación de la pobreza es un compromiso moral», concluyó.
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