Es bueno valorar lo que somos y potenciar los pilares de nuestra fe, es necesario tener muy clara nuestra pertenencia a la Iglesia y no acobardarnos de nuestra condición por hijos de Dios
No lo dejéis para más tarde y dad gracias a Dios por pertenecer a la Iglesia de Jesús, por tener la gracia y el gozo de pertenecer a la Comunidad de los creyentes en Cristo que vivimos una misma fe, participamos de unos mismos sacramentos y que estamos llamados a la Vida Eterna, regalo de Dios.
Creer en la Iglesia es descubrir a Cristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, como nuestro fundamento y Salvador de todos. “Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, decía San Ambrosio, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos del mar (cfr. Mt 16,18). Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación.”
La Iglesia fundada por Cristo como «comunidad visible y espiritual», ha subsistido en perenne continuidad histórica y con la permanencia de todos los elementos instituidos por Él en la Iglesia Católica; y en ella permanecerá hasta el final de los tiempos, como nos recuerda la Congregación para la Doctrina de la Fe, el pasado 10 de julio, en un documento, breve pero importante, con el fin de corregir algunas interpretaciones erróneas de la doctrina del Vaticano II sobre la Iglesia.
Creer en la Iglesia consiste, por tanto, en reconocer con gratitud y con asombro que en ella, santa y pecadora, acontece la salvación.
Decía el Papa, Juan Pablo II, “La Iglesia desea servir a este único fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del mundo contenida en el Misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella” (Redemtor hominis, 13).
Los cristianos la llamamos con legítimo orgullo nuestra Madre, de ella recibimos los sacramentos de la Vida y los testigos de la Resurrección del Señor nos han transmitido la Palabra de la Vida.
El estilo de vida de los cristianos está muy definido, nos lo ha presentado de manera muy clara Jesús: amaos unos a otros como yo os he amado. Así que el Maestro es Cristo y de Él hemos aprendido a amar de verdad. El ejemplo de amor es el que nos ha dado Él, derramando hasta la última gota de su sangre por rescatarnos. No tenemos duda, en el pensamiento y en la vida de Jesús siempre hemos estado nosotros en el centro, ved el Evangelio de San Juan: dijo al Padre: 'No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mi, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado' (Jn 17, 20.21). 'Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí' (Jn 17, 23).
La Iglesia nos enseña algo esencial y definitivo: que nuestro destino es eterno y sobrenatural, que solo en Jesucristo nos salvamos para siempre y que solo en Él alcanzaremos ya de algún modo en esta vida la paz y la felicidad verdaderas.
Os deseo un amor grande a la Iglesia, capaz de pediros que os entreguéis sin reservas para continuar la obra evangelizadora del Señor y no dudéis en decir que sí. Que la Santísima Virgen María sea tu modelo de amor a la Iglesia de Jesús. Con mi bendición,
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Teruel y de Albarracín
No comments:
Post a Comment