Sunday, February 08, 2009

La homilía de Betania: ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN SIEMPRE JUNTAS

Por Gabriel González del Estal


1.- En el evangelio de este domingo se ve muy claro: Jesús de Nazaret, después de ejercer su acción misericordiosa con la suegra de Pedro y con los enfermos y endemoniados que la población había agolpado ante su puerta, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Seguro que más de una persona de esa multitud que había experimentado el gran poder taumatúrgico de Jesús le insistía y le rogaba que se quedara con ellos. Tener a un tan gran médico y taumaturgo en casa sería para ellos, sin duda, una garantía de salud. Pero Jesús que, humanamente, se gastaba y se desgastaba diariamente sanando las dolencias y sufrimientos de su gente, necesitaba de vez en cuando descansar y llenar su espíritu de nueva fuerza y vigor; esto lo conseguía mediante la oración, entrando en comunión directa con el chorro de poder y de gracia que le manaba directamente desde su Padre. Entrando en comunión directa con su Padre Dios, Jesús sentía que sus fuerzas, humanamente limitadas, se agrandaban y se confortaban. Esta lección humana y teológica que Jesús nos da en el evangelio de hoy, debemos tenerla siempre en cuenta los cristianos. No basta con trabajar humanamente mucho y hacer muchas cosas, aunque sean todas muy buenas; necesitamos detenernos un tiempo y entrar en comunión espiritual con nuestro Padre Dios y beber del manantial de gracia y sabiduría que nos reconforte y nos ilumine interiormente. Necesitamos siempre orar. Ya sé que toda buena acción es oración y que toda oración es buena acción. Pero hay que saber distinguir tiempos y necesidades, tiempo y necesidad de trabajar y tiempo y necesidad de orar. Si pretendemos que toda nuestra vida sea acción podemos caer en un activismo desgastador y desequilibrante; si pretendemos que toda nuestra vida sea contemplación y comunión directa con Dios, podemos desentendernos de las necesidades del prójimo, de nuestros hermanos. Ni una cosa ni otra son cristianas. Cristo no vivía así y seguro que prefiere que sus discípulos intenten vivir como él vivió.



2.- El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio. El libro de Job es un libro lleno de mensajes e intuiciones humanas y teológicas, que puede servirnos de libro de oración y meditación en muchos momentos de nuestra vida. ¡Cuántas veces, en las noches más oscuras de nuestro diario vivir, podríamos decir también nosotros, como Job: se alarga la noche, y me harto de dar vueltas hasta el alba! En esos momentos es bueno que pensemos, como Job, que Dios nos ha enviado aquí, a la tierra, para cumplir una misión y un servicio, y que debemos cumplir este encargo de nuestro Dios, con fortaleza y amor. Somos jornaleros de Dios y sabemos que, en nuestras jornadas diarias, unas veces brillará el sol y otras veces nos inundarán las sombras. Podremos sentir, a veces, el desánimo y el desaliento, pero siempre debe triunfar, al fin, la esperanza de que Dios vendrá en nuestra ayuda y nos dará un salario de amor superior a nuestro cansancio y a nuestro esfuerzo.



3.- ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! Pablo entendió, desde el momento mismo de su conversión, que Dios le había encomendado la misión de predicar a los gentiles el evangelio de Cristo. El mandato del Señor le resonaba todos los días en su corazón y se sentía como forzado por la palabra de Dios a seguir y seguir anunciando el evangelio todos los días. Sentía que no tenía más remedio, pero no aceptó el encargo del Señor como esclavo, sino como persona libre. Por amor a su Dios y con libertad se hizo esclavo de todos para ganar a los más posibles. Pablo dedicó su vida a predicar el evangelio y lo hizo con su palabra y con su ejemplo. En este año paulino, también nosotros debemos ofrecer a Dios nuestro propósito de dedicar nuestra vida a la predicación del evangelio de Cristo. Con valentía, con libertad y con amor.

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